Sandy Hook, en el noreste de EE.UU., parece un pueblo idílico: la nieve recubre los tejados de las casas y las farolas están decoradas de rojo y verde por Navidad, pero este mismo lugar, hace hoy una década, se convirtió en el sitio más triste del país cuando Adam Lanza, un veinteañero, entró en una escuela y mató en un tiroteo a 26 personas, 20 de entre ellas niños de 6 y 7 años.
Eugene Rosen, un vecino de 80 años, recuerda ese soleado 14 de diciembre de 2012 a la perfección. Oyó los disparos, pero ni se le pasó por la cabeza que se pudiera tratar de impactos de bala.
"Al salir vi seis niños en mi jardín. Caminé hacia allí y vi que ellos estaban muy callados", afirmó. Cuando supo que había habido un tiroteo, los invitó a entrar en su casa y empezó a charlar con los niños. Uno de ellos le dijo: "(El hombre) tenía una pistola grande y otra pequeña".
Lanza había matado a su madre y luego irrumpió en la escuela con tres armas de fuego semiautomáticas. Mató también a la maestra Victoria Leigh Soto.
La antigua escuela de Sandy Hook, en Newtown, fue demolida a los pocos meses del tiroteo y en el mismo lugar se construyó otra escuela.
Un memorial en honor a las víctimas
Hace un mes se abrió al público un memorial en honor de las víctimas. El monumento, que está a 6 ilómetros de la escuela, es un círculo de granito donde están inscritos los 26 nombres de los muertos. En el centro hay un sicomoro y alrededor de él fluye el agua en círculos.
Al recorrer por primera vez el lugar, a Po Murray, presidenta de Newtown Action Alliance, un grupo de prevención de la violencia armada, se le llenan los ojos de lágrimas.
"Es un triste recordatorio de lo que pasó. Y aún así, muchas otras comunidades siguen siendo golpeadas por tragedias similares, es una pena", se lamenta la activista, cuyos hijos fueron también a esa escuela, aunque años antes de que sucediera el evento.
Murray nunca se imaginó que algo así pudiera pasar en un sitio tan tranquilo como Sandy Hook. "Supimos al instante que si podía suceder aquí, entonces podría suceder en cualquier lugar. Y lamentablemente, así ha sido".
Más de 400.000 muertos por las armas
"Cada vez más estadounidenses se ven afectados por la violencia armada. Más de un millón de estadounidenses han recibido disparos desde la tragedia de Sandy Hook y más de 400.000 estadounidenses han muerto debido a armas de fuego desde entonces", cuenta a EFE la mujer.
Newtown Action Alliance busca no solo lograr leyes más estrictas para el control de armas en EE.UU., sino crear un "cambio cultural", ya que el debate del control de armas se topa con el sacrosanto derecho a "portar armas de fuego fuera de casa en defensa propia", recogido por la Segunda Enmienda de la Constitución.
"El lobby de las armas ha convencido a los estadounidenses de que las armas nos dan seguridad. Pero vivimos en una nación con 400 millones de armas y claramente esa idea no es verdad (…) Es hora de que el Congreso apruebe políticas drásticas y transformadoras para comenzar a reducir las muertes y lesiones por armas de fuego en este país", apunta Murray.
El pasado febrero, las familias de nueve víctimas del tiroteo llegaron a un acuerdo histórico para percibir 73 millones de dólares de compensación por parte de la empresa de armas Remington, que había fabricado el rifle estilo AR-15 utilizado en la matanza.
Otra victoria para Sandy Hook fue la condena este octubre al conocido locutor y propagador de teorías conspiratorias Alex Jones -que dijo que el tiroteo había sido una "farsa"- a pagar casi 1.000 millones de dólares a familiares de las víctimas.
"Espero que eso envíe un mensaje a otros difamadores de bulos y negacionistas de que no pueden difundir mentiras y monetizarlas", anota la activista, que lamenta que estas teorías conspiratorias han tenido éxito incluso en su propio vecindario.
A Jennifer Hubbard, madre de Catherine Violet Hubbard, una niña pelirroja amante de los animales de 6 años que murió en el tiroteo, no le gusta hablar sobre el control de armas o la política actual, y prefiere centrar sus energías en crear un santuario de animales en honor de su hija en Newtown.
"El objetivo es crear un mundo más compasivo. El trabajo que hacemos en el santuario es realmente honrar el vínculo animal-humano", explica a Efe Hubbard, que recuerda que su hija amaba a todos los animales e incluso hablaba con ellos.
"Cuando echo la vista atrás, lo que más me sorprende una y otra vez es la bondad de la humanidad. Es verdad que un evento horrible me quitó a mi hija, pero también me ha mostrado lo mejor que este mundo tiene para ofrecer", recalca
Sarah Yáñez-Richards