El presidente electo de EE. UU., Donald Trump, nominó a Robert Kennedy Jr. para estar al mando del Departamento de Salud. Numerosos expertos siembran dudas sobre su idoneidad porque durante años ha sido un férreo antivacunas; no obstante, también ha abogado por políticas de seguridad alimentaria y alimentación saludable. ¿Quién es Kennedy Jr. y por qué siembra tanta controversia? 

La polémica está servida en Estados Unidos con el nombramiento de Robert F. Kennedy Jr. como líder del Departamento de Salud.

Se trata de un abogado y político de 70 años, sin formación en el campo de la salud y que durante la pandemia de Covid-19 se destacó por defender un discurso dudoso sobre las vacunas.

Pese a ello, el presidente electo de EE. UU., Donald Trump, lo eligió como el jefe máximo de la sanidad para su segundo mandato y le encomendó tres tareas: eliminar la corrupción en las agencias regulatorias, restablecer los estándares de calidad y terminar con la epidemia de enfermedades crónicas, que padecen seis de cada diez estadounidenses, según cifras oficiales.  

El eventual poder antifarmaceúticas de Kennedy Jr.

Si es confirmado por el Senado, Kennedy estará a cargo de supervisar 11 agencias federales, incluida la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés), que regula la aprobación y control de esos productos; los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), que gestionan la salud pública; los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés), que apoyan la investigación científica con fines médicos, y los Centros de Servicios de Medicare y Medicaid, que vigilan las operaciones de la ley de Salud Asequible, conocida como Obamacare. 

 

Kennedy, de 70 años y sobrino del presidente asesinado John F. Kennedy, ganó fama como abogado ambientalista al enfrentarse a grandes firmas como Monsanto y por criticar los lazos de los gobiernos y la industria farmacéutica en varios de sus libros.

En estos, ha relacionado el preservante timerosal, que contiene mercurio, con un aumento en los diagnósticos de autismo. Sin embargo, las afirmaciones han sido ampliamente desacreditadas por estudios científicos y la Organización Mundial de la Salud ha señalado que no hay vínculos creíbles entre las vacunas y esta condición.

Esta teoría tiene su origen en un estudio de 1998 de Andrew Wakefield, un científico británico caído en desgracia y que asoció el uso de la vacuna triple viral -que previene contra el sarampión, la rubeola y las paperas- con los casos de autismo. Su tesis, publicada en la revista científica 'The Lancet', fue retractada y Wakefield perdió su licencia profesional, “pero el daño ya estaba hecho”, dijo a France 24 el doctor Javier Jaimes, científico senior de la Escuela de Medicina de la Universidad de Massachusetts. 

“El timerosal (…) efectivamente tiene un componente de mercurio, pero la cantidad de esta molécula en una vacuna es ínfima: 25 microgramos en 500 microlitros de vacuna. No hay evidencia científica que permita concluir que este se acumule en el sistema nervioso o en el encéfalo y que cause daño a largo plazo. Sin embargo, como es un metal pesado, desde los años 90, la FDA recomendó eliminarlo y al día de hoy casi ninguna vacuna lo utiliza, solo algunas contra la influenza, y lo usan en pequeñas cantidades”, aclaró Jaimes, quien durante más de 20 años ha trabajado en investigaciones en el campo de la virología. 

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Kennedy también ha criticado a las agencias federales por sus vínculos “inapropiados” con la industria farmacéutica y ha recomendado reformar los procesos de aprobación de medicamentos para revertir la luz verde a algunas vacunas. Esto, además, va en línea con el Proyecto 2025, del que Trump ha tratado de desvincularse, pero que señala falsamente que las vacunas “contienen células de fetos abortados”.

Jaimes explicó a France 24 que se trata de una tergiversación del proceso científico, que sí incluye el uso células obtenidas hace décadas (que pueden provenir de distintas partes del tejido humano) para reproducir el virus y desarrollar el fármaco para combatirlo. Dicha célula es modificada en el laboratorio por lo que no constituye en sí misma el tejido del que fue obtenido. 

“Las células no llegan a la persona. Nosotros utilizamos la célula como una máquina para fabricar virus, el virus sale de la célula y eso es lo que tomamos nosotros. Se purifica, se filtra y solo queda el virus. La célula como tal nunca va a llegar a la persona (en una vacuna), empezando porque una célula es mucho más grande. Todo esto es algo que llega de mucha desinformación”, sentenció el experto. 

El supermercado: otro frente de batalla

Pero no es solo el ámbito farmacéutico en el que Kennedy ha centrado su lucha. También ha arremetido contra el uso de flúor en el agua, que se implementó en Estados Unidos en 1945 para ayudar a la salud dental.

Kennedy Jr. la vincula con la artritis, la pérdida de coeficiente intelectual, los trastornos del neurodesarrollo y las enfermedades tiroideas. No obstante, según la Junta de Investigación de Salud de Irlanda, no hay conclusiones sobre efectos negativos de este mineral natural en la salud. 

A lo largo de su carrera, Kennedy Jr. además ha acusado a la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) de corrupción y de permitir la venta de productos de baja calidad por sus estrechos vínculos con las empresas productoras de alimentos. Señaló a la agencia federal de librar una guerra contra los alimentos orgánicos para favorecer a las grandes empresas y ha argumentado que la comida procesada, los azúcares, las grasas trans y los ingredientes artificiales son responsables de las enfermedades crónicas.  

“La guerra de la FDA contra la salud pública está a punto de terminar. Esto incluye su agresiva supresión de psicodélicos, células madre, leche entera, terapias hiperbáricas, compuestos quelantes, ivermectina, hidroxicloroquina, vitaminas, comidas limpias, luz solar, ejercicio, nutraceúticos y cualquier otra cosa que permita avanzar a la salud humana y no pueda ser patentado por los farmacéuticos. Si trabaja para la FDA y es parte de este sistema corrupto, tengo dos mensajes para usted: 1. Guarde sus registros y 2. Empaque sus maletas”, dijo Kennedy.

Marion Nestle, profesora emérita de Nutrición, Estudios de Alimentación y Salud Pública en la Universidad de Nueva York, afirmó en entrevista con France 24 que las empresas, a menudo, financian investigaciones y ejercen presión a los agentes federales para proteger sus intereses. 

“Las compañías muchas veces tienen acciones, así que su principal responsabilidad es fiduciaria: darles ganancias a los accionistas, su meta principal es vender productos y con el fin de proteger las ventas de sus productos financian investigaciones, hacen lobby, demandan, hacen todo tipo de cosas para asegurarse de que ninguna agencia federal dé consejos nutricionales que sugieran comer menos de su producto”, asegura.

De hecho, el Consejo Nacional de Papa trató de incluir a uno de sus técnicos en un estudio sobre si comer papas fritas diariamente derivaba en aumento de peso y la Asociación Nacional del Café propuso un estudio académico sobre el consumo de esta bebida y menos riesgo de desarrollar ciertos tipos de cáncer, según reveló el portal especializado en periodismo de salud, 'STAT', tras presentar un recurso legal para exigir información.  

¿La primera contradicción? 

Antes de convertirse en un visitante frecuente de la residencia de Trump en Mar-a-Lago y de participar activamente en la campaña del ahora presidente electo, Kennedy lo había calificado de “bufón” y lo llegó a comparar con Hitler.

Recientemente, Donald Trump Jr, publicó una foto comiendo una hamburguesa de McDonald’s en un avión privado. Junto a él, aparecen: su padre, el multimillonario Elon Musk y con cierta cara de desconcierto… Robert Kennedy Jr. Al parecer, la lucha que Kennedy tiene en mente contra esta industria es diferente a la del presidente electo.

Nestle, quien ha dedicado su carrera a investigar los vínculos entre la industria alimentaria y el Gobierno, sugirió que, si bien “no hay precedente de que Trump haya dicho que quiere hacer (algo con la industria alimentaria) y no hay razón para creer que lo hará, tal vez (su postura) cambió porque las preocupaciones de Kennedy Jr. sobre los problemas en la cadena alimentaria y de las enfermedades crónicas han atraído una gran cantidad de la atención favorable".  

En efecto, tras la pandemia de Covid-19, las personas empezaron a tomar más conciencia de su salud y, justamente, las órdenes de aislamiento basadas en datos con poco respaldo -por lo poco que se conocía de la enfermedad- y la percepción de influencia inapropiada de políticos sobre las decisiones elevaron la desconfianza en las autoridades.

Solo el 37 % de los estadounidenses confiaba en la Administración de Alimentos y Medicamentos y en los Institutos Nacionales de Salud en 2021, tras el surgimiento de la pandemia de Covid-19, según una encuesta de la Fundación Robert Wood Johnson y la escuela de Salud Pública de Harvard.  

Para Nestle, “la gente está aprendiendo más del alcance de las empresas y creen que debe haber algunas restricciones para promover la salud pública. Así que tal vez los tiempos han cambiado lo suficiente”. 

La nominación de Robert Kennedy Jr. podría reflejar un cambio significativo en la política de salud pública estadounidense, pero, como la mayoría de los aspectos de la futura administración, están por verse. Las propuestas de Kennedy sobre revisar las políticas de alimentación podrían representar avances históricos, pero su credibilidad enfrenta riesgos por la información falsa que ha difundido sobre las vacunas.  

El desafío de Kennedy pasa por empatar sus ideas con la evidencia científica, lo que podría ser complicado dada su postura escéptica y más allá, llevarlas a cabo con el visto bueno de Trump, quien, al haberlo hecho sentarse con un plato de comida chatarra, parece solamente quererlo hacer ‘comer’ sus palabras. 

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