Si las proyecciones de las encuestas tanto en las calles como de las firmas especializadas se cumplen, con una mayoría arrasadora, el Partido Laborista regresará al gobierno tras 14 años. Para los Conservadores, en cabeza de la actual Administración, sería su peor desempeño. Además, la crisis Tory le abrió la puerta al derechista Reform UK, otra fuerza que podría ser protagonista en los esperados comicios británicos.
En 2019, materializar la salida de la Unión Europea (el famoso Brexit), le dio a Boris Johnson las llaves de Downing Street con una mayoría de 78 asientos en el Parlamento Británico que le garantizaba un camino cómodo y despejado.
Ese mismo resultado, tan rimbombante para los Tories (conservadores), significó la peor derrota para los Laboristas desde 1935. Perdieron incluso sillas tradicionalmente suyas en el norte de Inglaterra.
El responsable de ese caos fue su entonces líder, Jeremy Corbyn, identificado más con las ideas de la extrema izquierda y quien falló en garantizar un lugar seguro para los judíos laboristas, abandonando el carácter centrista que llevó a Tony Blair en 1997 al poder e ignorando la agenda pública del momento.
Cinco años después, los papeles y la historia se han invertido. El Reino Unido se prepara para un giro de 180 grados de la mano de un gobierno laborista que promete un “cambio”.
Cambio es lo que claman los habitantes de los cuatro países que conforman Reino Unido.
Desde 2019 a 2024 ha corrido mucha agua debajo del puente. El país abandonó la Unión Europea en enero de 2020, con impactos evidentes en la economía y aún otros por conocer.
“Johnson ganó la elección en el 2019 porque hacer el Brexit era la gran prioridad de sus votantes y como se rompió esa coalición, este ya no es un asunto importante”, sostiene la analista Sophie Stowers.
Pero el Brexit, que era la evidente prioridad nacional hace cinco años, por quererlo u odiarlo, se camufló entre la crisis actual del costo de vida, niveles de inmigración legal e irregular y esperas sin precedentes para acceder a un tratamiento médico en el sistema público de salud.
Esa crisis explotó en las manos del Gobierno conservador que poco manejo le ha dado por atender su misma implosión.
En este periodo, quienes fueran el protagonista y el antagonista de las elecciones generales, primer ministro y jefe de la oposición, Johnson y Corbyn, quedaron relegados por sus propios cálculos.
Boris Johnson fue forzado a entregar las llaves de Downing Street en medio de varios escándalos, ligados a su personalidad, para luego tener que renunciar a su silla en la Cámara de los Comunes antes de que fuera suspendido.
Aunque Corbyn sigue en el Parlamento, también fue obligado a renunciar como líder del partido, fue suspendido del Laborismo y hoy hace campaña en Londres para mantener su silla como diputado independiente.
Laborismo, 14 años en la sombra
El último primer ministro laborista fue Gordon Brown, que permaneció en Downing Street desde el 2007 al 2010. Años antes, un pacto secreto con Tony Blair para cederle el poder empezó a resquebrajar el exitoso Nuevo Laborismo que una década antes había entusiasmado a millones.
Brown renunció tras unas elecciones generales que dejaron agonizando a su partido y que lo obligaban a una coalición con los Liberales Demócratas. Estos, a su vez, liderados por Nick Clegg, prefirieron un acuerdo con los conservadores.
El voto laborista está impulsado en gran medida por la ira contra los conservadores
Y desde entonces, el Laborismo ha sido oposición a los gobiernos Tories. Aunque se predice un triunfo sin precedentes para el Laborismo, dirigido por Keir Starmer, los votos no necesariamente serán por convicción o porque sus propuestas sean radicalmente mejores que las Tories.
“En la investigación que realizamos, hemos escuchado constantemente que el voto laborista está impulsado en gran medida por la ira contra los conservadores y el deseo de cambio”, afirma George Buchan, director de investigación de Charlesbye Strategy y miembro de Conservatives polling team en las elecciones de 2019.
Lo cierto es que ninguno de los dos partidos mayoritarios logra convencer ni motivar al electorado, que pide un cambio de visión.
“En cada medición, lo que estamos viendo es que el público está molesto, quiere cambio, todo está roto y el Gobierno es el responsable”, explica Anand Menon, director de UK in a Changing Europe.
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Una derrota histórica anunciada
La debacle Tory tiene varias causas. La incapacidad de sus lideres para conectarse con las verdaderas necesidades de la población y usar la narrativa del Brexit para justificar o negar cada uno de los problemas del país.
Así como una profunda pérdida de credibilidad consecuencia, entre otras del 'Partygate' y del deshonroso récord de tener tres primeros ministros en un par de meses.
“Han perdido más de la mitad de su apoyo, eso nunca ha pasado. La última vez que el apoyo conservador estaba por debajo del 30% fue en 1832, cuando el Duque de Wellington era el primer ministro”, recuerda Rob Ford, experto en elecciones y profesor de ciencia política en la University of Manchester.
A diferencia del actual líder tory, el Duque de Wellington tiene un capítulo de victoria en la historia británica por ganar la batalla de Waterloo contra Napoleón.
La batalla por la credibilidad del partido parece perdida, según proyectan las encuestas.
La crisis se ahonda por la división de los conservadores, entre el sector más centrista y el de derecha, que le abrió el camino a Reform UK, un partido que recogió, entre otros, las banderas del antieuropeísmo y la antiinmigración.
Como consecuencia, las encuestas más benévolas le dan una ventaja de más de 10 puntos a los Laboristas.
“El Partido Conservador ha sido uno de los partidos políticos más exitosos del mundo y si los resultados son tan nefastos como predicen algunas encuestas, podría ser un golpe mortal para el partido”, sostiene Buchan.
El malestar y el inconformismo con el Gobierno es tal, que en los medios locales abundan los titulares de abucheos al premier Rishi Sunak en su campaña por todo el país.
Aunque en público el Gobierno trata de defender su gestión, reciclando la narrativa de que las promesas de hace 14 años todavía pueden cumplirse, tanto el líder como sus alfiles parecen estar ya entregados al peso del destino.
Prueba de ello es el secretario de defensa Grant Shapps, que en una entrevista con 'Times Radio', dijo: “Es posible ganar las elecciones. ¿Acepto que no es el resultado más probable? Sí, lo acepto. Soy realista”.
La resurrección de Nigel Farage
Cuando se concretó el divorcio con la Unión Europea, Nigel Farage, de 60 años, considerado como el verdadero ideólogo del Brexit, anunció su retiro de la política.
Cinco años después, la crisis Tory lo resucitó y entronó en el liderazgo de Reform UK, partido formado en 2018 que recoge las mismas ideas del extinto Brexit Party, que buscaba eso: la independencia del Reino Unido de Europa.
Aunque el sentimiento antieuropeo del que Farage se alimenta data de años, este líder no ha logrado aún una silla en la Cámara de los Comunes pese a obtener millones de votos en todo el país.
A donde sí le llevaron sus votos fue al Parlamento Europeo, donde ocupó una de las sillas destinadas al Reino Unido por 21 años.
El país ha rechazado, hasta entonces, el sector de derecha en su Parlamento.
Sin embargo, en estas elecciones esa tendencia parece estar cambiando, haciéndole el guiño al sector Tory más radical.
Buchan explica que los votos de la derecha también beneficiarán a los laboristas “incluso si Reform no gana muchos escaños, dividirán el voto de la derecha y permitirán que los laboristas ganen en lugares que normalmente no esperarían”.
Cinco años después, Farage ha hecho fiesta de la crisis Tory, criticándolos, de paso, por su tibieza en asuntos como la inmigración.
Las elecciones del 4 de julio podrían ser el propio apocalipsis Tory. La más reciente encuesta del diario 'The Telegraph', muy cercano a ese partido, arroja que podrían conseguir solo 53 sillas en el Parlamento y la gran mayoría del gabinete, incluso el primer ministro, se quedarían por fuera de la Cámara de los Comunes.
De ser así, sería histórico.