Agrupación Nacional pasó de ser un partido paria a una opción de Gobierno para buena parte de los franceses. Una metamorfosis lograda tras una supuesta moderación impulsada por su líder, Marine Le Pen, pero también por el acercamiento a los medios de comunicación y los poderes económicos. Esto en una Francia golpeada en su poder adquisitivo, con crisis de representatividad y con la migración y el islam como chivos expiatorios; un río revuelto que la extrema derecha empieza a capitalizar. 

10,5 millones de votos para Agrupación Nacional y sus aliados.

Para dimensionar la cifra: ni el presidente de Francia, Emmanuel Macron, ni sus partidos y coaliciones, han conseguido llegar a esa cantidad de votos en ninguna de las dos vueltas de las anteriores elecciones legislativas, tampoco en las europeas, ni en ninguna de las primeras vueltas presidenciales. 

Votar por la extrema derecha ya es normal en Francia. Con una participación del 65,8% en la primera vuelta de las elecciones legislativas, el pasado 30 de junio,Agrupación Nacional fue el partido más votado

Sus diputados llevan corbata y no gritan en la Asamblea Nacional. Su líder, Marine Le Pen, está a favor del derecho al aborto y apela por la laicidad. Hoy no quieren salir de la Unión Europea, aunque en algún momento elevaron las banderas del euroescepticismo, y dicen estar del lado de las clases trabajadoras.

Es el proceso de 'desdiabolización' en el que la líder del partido llegó a 'matar' políticamente a su padre, el extremista Jean-Marie Le Pen, fundador del Frente Nacional en 1972 y representante de una ultraderecha de otros tiempos.

Marine Le Pen quiere gobernar como sea y ya es transversal, tanto en estratos socioeconómicos, como por género y edad. En las elecciones europeas del 9 de junio, su partido, encabezado por Jordan Bardella, ganó en más del 93% de los municipios de Francia.

En la Agrupación Nacional encontraron una especie de equilibrio o centralidad política. Pero detrás de esa aparente imagen republicana hay un pasado fundacional de colaboracionistas nazis, liderazgos antisemitas y prácticas fascistas. También hay un presente de racismo: 45 candidatos para la primera vuelta de las legislativas han emitido mensajes xenófobos en sus redes sociales.

Sin embargo, es un presente en el que han conseguido cercanía a figuras como Vincent Bolloré, magnate de los medios de comunicación, o a Pierre-Edouard Stérin, un millonario ultraliberal. El periódico francés ’Le Monde' señala la mutación del partido: de pasar de la conexión 'Grupo Unión Defensa', un sindicato estudiantil de extrema derecha, a la actual 'conexión Versailles', cercana a millonarios, ultraliberales y católicos.

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No obstante, por mucho que se hayan alejado de la línea más dura y por muchos cambios en sus programas electorales, para Aldo Rubert, analista político y sociólogo de la Universidad de Lausana, el partido sigue siendo de extrema derecha:

Tiene en su programa ese nudo nativista, abiertamente racista y que puede abrir una pendiente de políticas típicamente fascistas en Francia con la creación de leyes raciales", dice Aldo Rubert en conversación con France 24.

En esto coincide Waya Quiviger, profesora de gobernanza global de la Universidad IE, también en conversación con este medio: "Estos cambios son cosméticos y Agrupación Nacional es un partido que sigue siendo antiinmigración, antiEuropa, antiglobalización, muy nacionalista y, de hecho, racista también".

Agrupación Nacional ha ido creciendo paralelamente con el deterioro y la pérdida de confianza de todo aquello que durante décadas había sido hegemónico en Francia. Entre las causas, las económicas: altas cifras de desempleo, la inflación, la desigualdad y la pérdida de poder adquisitivo; y también de representatividad: un sentimiento de abandono extendido por Francia, especialmente en las zonas rurales, ciudades intermedias y entre los profesionales poco cualificados.

Es en ese abandono donde Rubert ve que Agrupación Nacional ha tocado la tecla para llegar a los franceses: "Cuando te encuentras en posiciones de inseguridad económica (…) en las que tienes miedo de caer más abajo y de perder lo que te queda (…) y en un contexto en el que parece que es imposible cualquier tipo de cambio social; que un partido te diga que va a garantizar que nunca vas a ser el último, porque a quien está por debajo tuyo se le va a echar de la contienda por razones de nacionalidad y de etnia, eso, en última instancia, garantiza que no vas a perder tu pequeño capital”.

Es el caldo de cultivo, consideran los analistas, para la normalización de un discurso racista e islamófobo y de la promesa de políticas en las que se da preferencia a una Francia blanca, católica y única. Una Francia mitológica, en un país en el que 19 millones de sus habitantes tienen antepasados extranjeros y 3,5 millones, doble nacionalidad. Por lo que la victoria del domingo, para los votantes de Agrupación Nacional, ya no es vista como electoral, sino más bien identitaria.

Sin embargo, Quiviger ve difícil que la extrema derecha pueda cumplir con sus promesas: "Son anticonstitucionales" y, aunque reconoce que estas siguen siendo un peligro, "podrían cambiar la sociedad francesa". 

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Marine Le Pen, una camaleónica política, cómoda en la sombra, capaz de 'matar' a su padre

Marine Le Pen nació en el emblemático año 1968, en Neuilly-sur-Seine, al oeste de París. Es la menor de las hijas de Jean-Marie Le Pen, fundador en 1972 del partido de extrema derecha Frente Nacional, junto con colaboracionistas nazis y colonos franceses conocidos como 'pieds-noirs'. 

Asegura haberse politizado a los ocho años, después de escapar de su apartamento, junto con su familia, de un ataque con bomba.

Fue a un colegio público porque su padre, famoso por ser tacaño, argumentaba que debía aprender a combatir a los musulmanes y a los comunistas.

No fue buena estudiante, pero se licenció en Derecho e, incluso, acabó siendo abogada de oficio de indocumentados, a los que después buscaría criminalizar.

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Pese al aura ultraconservadora del universo Le Pen, sus padres se divorciaron, su madre apareció posando semidesnuda en la portada de 'Playboy' y ella era conocida por su afición a las fiestas en su época universitaria. 

Madre de tres hijos, se ha divorciado dos veces y es una gran amante de los gatos, aspecto que explota en sus redes sociales. 

Igual que sus hermanas, siempre estuvo a los pies de su padre. Pero era la favorita y, desde 2011, pasó a liderar el Frente Nacional y empezó un proceso de cambio político.

Los más cercanos aseguran que su padre no estaba interesado en ostentar el poder, ella sí. Su padre era culto, ella no. Su padre era agresivo en público y cortés en privado. Ella, todo lo contrario.

Sin embargo, su padre la llamaba su "clon" y, en un acto de tintes freudianos, Marine Le Pen terminó por 'matar' políticamente a su padre, dicen algunas versiones, después de que los perros del patriarca mataran a su gato. Era 2015 y Jean-Marie, el político condenado por antisemitismo, era expulsado del partido. El hombre al que Marine había asegurado que se lo debía todo. Consiguió quedar segunda en las elecciones de 2017 y 2022.

Desde entonces, un cambio disruptivo de políticas respecto a su padre: Marine Le Pen se ha acercado a Israel, a la comunidad homosexual y a los trabajadores.

También se ha terminado por alejar del presidente ruso Vladimir Putin. En 2018, rebautizó al partido como Agrupación Nacional para tratar de que no le relacionen más con su progenitor.

Y, en 2021, optó por lo que más le gusta: alejarse de los focos y nombrar a Jordan Bardella, el 'yerno perfecto', como presidente del partido. 

Marine Le Pen es amante de la ausencia y la discreción. En 2022, tras perder las elecciones presidenciales, se fue de vacaciones, justo antes de la celebración de las legislativas. Lejos de perjudicarle, Agrupación Nacional sacudió todos los sondeos, consiguiendo 88 escaños. 

Se trata de un animal político que ha utilizado a los musulmanes como chivo expiatorio: desde prohibir el velo hasta hablar de ocupación y prometer cerrar mezquitas salafistas. Pero que, en su versión moderada, ha dicho que el islam "es compatible con la República Francesa". 

Una versión aparentemente tranquila que ha tratado de llevar a la Asamblea Nacional, donde sus directrices de tener un buen comportamiento a los diputados son claras. Mientras Emmanuel Macron y la Francia Insumisa (izquierda) se han enfrentado casi a diario, Marine Le Pen busca que los suyos sean vistos como los sensatos en medio de tanta disputa.

De cara a dominar el Poder Legislativo, el enemigo, estos días previos a la segunda vuelta del 7 de julio, es la izquierda. "El caos", que dicen que representará el insumiso Jean-Luc Mélenchon, y no ellos, autopercibidos republicanos: el status quo.

Lo que ha logrado Agrupación Nacional, en parte, gracias al campo mediático y al macronismo, es pasar la diabolización a la izquierda. Esta hoy parece ser antisemita, mientras que la extrema derecha sería una fuerza responsable de orden, de gobierno”, afirma Rubert.

El domingo 7 de julio, Marine Le Pen se enfrenta a la penúltima etapa para terminar su proyecto de 'desdiabolización'. Un aperitivo antes de la batalla final en las presidenciales de 2027, su tercer intento. 

De lograrlo se convertiría en la primera presidenta mujer de la historia de la V República y en la primera jefa de Estado de ultraderecha desde 1945. 

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Agrupación Nacional, nueva -vieja- política

Aquella Francia que se dividía entre gaullistas y comunistas; entre Peugeot y Renault parece haber terminado. Tras la caída presidencial del derechista Nicolas Sarkozy, del socialdemócrata François Hollande y, ahora, del centroderechista Emmanuel Macron, los franceses estarían buscando algo 'nuevo' en Agrupación Nacional.

Un partido fundado en 1972 que arrastra vicios de cualquier otra formación de la 'vieja política'. El próximo 30 de septiembre, Marine Le Pen se sentará en un juicio por malversación de fondos, acusada de utilizar a asistentes del Parlamento Europeo para trabajos del partido. 

Pero más allá de las sombras de corrupción, Agrupación Nacional ha escudriñado entre las preocupaciones que tienen los franceses –según muestran los sondeos–, focalizando sus discursos en el coste de vida, en la seguridad y en la migración. 

También se han hecho eco de distintas estrategias de marketing político tradicional, desde refundar el partido, hasta el uso de TikTok, especialmente por parte del presidente del partido, Jordan Bardella, para atraer el voto de los más jóvenes. 

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Redes sociales para los jóvenes, mientras que, para atraer a los adultos mayores, cercanía a Vincent Bolloré, magnate de medios que han legitimado el discurso xenófobo de Agrupación Nacional en las páginas y pantallas de 'Le Journal de Dimanche', 'CNews', 'Canal +', 'Radio Europe 1′, las revistas 'Paris Match', 'Gala' y 'Capital'.

Para Quiviger, esta cercanía con los medios de comunicación va incluso más allá de la esfera Bolloré: "Por ejemplo, 'Le Figaro', que es un periódico muy importante de derechas, prefiere claramente a Agrupación Nacional que a los insumisos. Entonces, entre la ultraderecha y la ultraizquierda, este diario prefiere la ultraderecha".

Otra estrategia ha consistido en aprovechar el surgimiento del polemista Éric Zemmour, con su partido Reconquista, con discursos y posturas aún más extremistas, que le ha permitido a Agrupación Nacional mostrarse como moderada. 

Pero para Rubert han sido los últimos siete años de Emmanuel Macron los que les ha dado la legitimidad final:

Cuando el macronismo ha normalizado a la extrema derecha, comprando una parte de su marco con la 'Ley de Migración', pero también, hablando de izquierda inmigracionista o islamoizquierdismo (…) esto, y las políticas de corte antisocial a las que le han seguido movilizaciones importantes y en las que el macronismo se ha mostrado inflexible, eso hace ver que no solo la extrema derecha es una opción normal, sino que conecta muy bien con esa idea de antipolítica". 

Bajo ese concepto, Agrupación Nacional aglutina múltiples mundos que convergen en una mirada de revancha. Desde aquellos que quieren recuperar lo que consideran perdido por la migración; los que ven que las élites, ejemplificadas en Macron, los han abandonado; y los que quieren vengarse de la derrota del derechista François Fillon en las presidenciales de 2017, las cuales consideran un robo al estilo Trump por las revelaciones de corrupción periodísticas y judiciales, justo antes de las elecciones que desembocaron en la victoria de Macron.

Un ánimo de venganza comandado por Marine Le Pen. Su padre y su partido ya lo han probado. Los franceses, está por ver.