El director de cine francés Christophe Ruggia fue condenado este lunes 3 de febrero a una pena de cuatro años, de los que deberá cumplir dos en firme con un brazalete de vigilancia electrónica, por las agresiones sexuales cometidas contra la actriz Adèle Haenel, cuando ella tenía entre doce y catorce años.
La condena impuesta este lunes 3 de febrero a Christophe Ruggia a cuatro años de cárcel, dos de ellos firmes, por agredir sexualmente a Adèle Haenel, marca un punto de inflexión en la lucha contra la violencia machista y sexual en el cine francés. Una mirada retrospectiva a la conmoción causada por este asunto, que se remonta a 2019 y que desencadenó una ola #MeToo en la industria.
El veredicto ya se conoce: Christophe Ruggia fue condenado el lunes 3 de febrero a cuatro años de prisión, dos de ellos firmes, con condena de vigilancia electrónica, por agresión sexual a una menor. Un epílogo jurídico para Adèle Haenel, cuyo discurso hace cinco años desencadenó un terremoto en el cine francés.
Cuando la actriz rompió su silencio en noviembre de 2019 en Mediapart, su testimonio reveló un mecanismo de control dentro de un entorno que durante mucho tiempo se había resistido a la introspección.
Las agresiones sexuales que denuncia comenzaron en 2001, tras el rodaje de la película “Los Diablos”. El director la invita a su casa, con el pretexto de preparar su ascenso. Los abusos continuaron casi todos los sábados por la tarde desde los 12 a los 14 años.
En medio de la ola #MeToo, su historia representa un 'shock' para el cine francés, hasta entonces a salvo de las denuncias masivas que habían sacudido a Hollywood. Desde entonces, la profesión ha tenido que adaptarse para proteger mejor a las posibles víctimas, impulsada por sindicatos y asociaciones como el colectivo 50/50, creado a raíz del movimiento #MeToo, y que trabaja por la igualdad y la inclusión en el cine.
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Formación y referentes antiacoso
El primer gran paso: la formación obligatoria en prevención y lucha contra la violencia y el acoso sexista y sexual (SSA). Desde 2021, todos los productores que deseen beneficiarse de las ayudas del Centro Nacional del Cine y de la Imagen Animada (CNC) deben presentarse. En cuatro años, 6.200 productores han seguido esta formación, según Desafíos.
Y desde el 1 de enero de 2025, todos los equipos de filmación se ven afectados. ¿Una revolución? "Las formaciones no garantizan un riesgo cero, pero permiten salir con herramientas", explica Marine Longuet, asistente de producción y miembro electo del consejo de administración del colectivo 50/50.
“También se crean espacios de diálogo, donde todo el mundo puede tomar conciencia de la gravedad de determinadas situaciones. Esta medida es un ejemplo de que el dinero público puede ser virtuoso en la lucha contra la violencia machista y sexual, y debemos alegrarnos de ello”.
Otro avance destacable es la generalización de la presencia de representantes antiacoso en los sets de filmación. Estos voluntarios, miembros del equipo técnico, son los encargados de prevenir y denunciar la violencia machista y sexual. Pero su papel sigue sin estar claro y su impacto es limitado. “Sirven principalmente como puntos de referencia que pueden aportar recursos, pero su margen de maniobra es limitado. No les corresponde resolver los conflictos, hay que resolverlos en el tribunal laboral con los productores o con mediación”, explica Marine Longuet.
Al mismo tiempo, en los últimos años ha surgido una nueva profesión: los coordinadores de intimidad. Su función es garantizar una atmósfera respetuosa durante las escenas de naturaleza sexual. De hecho, estos profesionales actúan como mediadores entre actores y directores, para garantizar que el consentimiento se respete plenamente. Inspirada en la industria cinematográfica estadounidense, esta profesión está dando sin embargo sus primeros pasos, muy tímidos, en Francia.
Producciones como la serie de Netflix “Emily en París” o “Skam France” de France Télévisions ya han incorporado esta práctica, al igual que el largometraje “Une zone à défense” (Amazon Prime) con François Civil y Lyna Khoudri.
"El papel de los coordinadores de intimidad es esencial para proteger a los actores, en particular a las actrices, pero estos profesionales no están destinados a resolver conflictos ni a intervenir en los casos de violencia machista y sexual que se producen en los rodajes", plantea Marine Longuet.
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¿Se está produciendo un cambio de mentalidad?
Desde el caso Adèle Haenel, la seguridad y la protección de los menores en los sets de rodaje se ha convertido en una cuestión central. Se han elaborado nuevas normas para los castings en los que participan niños, la Asociación de Directores de Casting ha elaborado una carta y se han creado asociaciones de entrenadores para jóvenes actores.
"El reto es consolidar estas iniciativas", continúa Longuet. "Necesitamos repensar colectivamente nuestras prácticas y compartir responsabilidades. Es fundamental que los productores asuman legalmente la responsabilidad de lo que sucede en sus sets".
Más allá de las medidas puestas en marcha, los testimonios de mujeres que denuncian la violencia en la industria cinematográfica se han multiplicado desde 2019.
Gérard Depardieu, Nicolas Bedos y Edouard Baer han sido objeto de acusaciones o condenas por actos de violencia sexual. En 2024, Judith Godrèche presentó una denuncia por violación de una menor contra Benoît Jacquot y Jacques Doillon, y consiguió la creación de una comisión parlamentaria de investigación sobre la violencia en el cine y el espectáculo en vivo . Aunque el comité se disolvió en junio, un grupo de trabajo continúa las audiencias con el objetivo de proponer una ley para abril de 2025.
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Según Bérénice Hamidi, profesora de estudios teatrales en la Universidad de Lyon 2 y especialista en representaciones culturales de la discriminación racial y las cuestiones de género, esta acumulación de casos ha hecho imposible ignorar el problema.
"Estas revelaciones han puesto de relieve la naturaleza sistémica de la violencia en la industria cinematográfica, donde la dinámica de poder es la piedra angular de la cultura de la violación"
La experta destaca también el surgimiento de una "nueva comprensión del continuo entre la ficción en la pantalla y la realidad en el set, o incluso en el dormitorio del director, lo que hace difícil separar la obra del artista".
"Mantener el dominio"
A pesar de estos avances, la lucha sigue inconclusa. En diciembre de 2024, la Cinemateca Francesa canceló la proyección de "El último tango en París" tras la movilización de colectivos feministas. La película debía estrenarse sin previo aviso, a pesar de que incluía una escena de violación simulada impuesta a Maria Schneider, que entonces tenía 19 años, sin su consentimiento.
Además, el temor a represalias profesionales y los enormes riesgos económicos que implica filmar aún obstaculizan la labor informativa. La CNC ha creado un seguro para cubrir las paradas de producción en caso de denuncia, pero su sistema, limitado a cinco días de indemnización, nunca ha sido utilizado.
El precio que hay que pagar por los denunciantes sigue siendo muy alto: "El caso concreto de Adèle Haenel, que se retiró del sector, muestra claramente el poder de la resistencia a estos cambios", subraya Bérénice Hamidi.
"Aunque ella declaró públicamente que era su elección, en realidad no tenía otra opción. Esto ilustra aún más los mecanismos establecidos para silenciar a quienes cuyo discurso perturba y amenaza un orden social favorable a una categoría de personas que buscan para mantener su dominio".
Por su parte, Marine Longuet señala que el cine no puede evolucionar más rápido que la sociedad en su conjunto: "El cine no cambiará más rápido que la sociedad, incluso si nos dan muchas herramientas: cambiar cientos de años de patriarcado requerirá mucho más que un entrenamiento contra el VSS [violencia sexual y de género]".
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