El pequeño país caucásico, exrepública soviética hasta 1991, se ha precipitado en una compleja crisis política por la decisión del Ejecutivo georgiano de suspender hasta 2028 el proceso de adhesión a la Unión Europea; una decisión que ya ha derivado en más de una semana de protestas continuadas de manifestantes proeuropeos. Para entender la magnitud del choque, France 24 habló con expertos y activistas. Informe especial.
Anuka Maisuradza estaba celebrando en un café el cumpleaños de un amigo cuando, hace poco más de una semana, el Gobierno liderado por Sueño Georgiano anunció que suspendía las negociaciones hasta 2028 de adhesión a la Unión Europea (UE), lo que derivó rápidamente en un estallido de violencia callejera entre manifestantes proeuropeos y agentes de la policía.
“Teníamos nuestras copas de vino en la mano cuando vimos una masa de policías bajar de los autobuses y dirigirse hacia el Parlamento. Nos levantamos, sorteamos el cordón policial y nos fuimos con nuestra gente. Y aquí seguimos, porque no tenemos otra alternativa”, cuenta esta fotógrafa de 28 años.
“Es nuestra última oportunidad”, añade.
Después de dramáticos días de protestas en las calles de Tbilisi y otras ciudades del país, y en medio de una escalada de violencia, los acontecimientos se precipitan en Georgia sin que, por el momento, se vislumbre una salida clara a la crisis política que sacude al país.
Jóvenes, estudiantes, activistas, opositores políticos, intelectuales y periodistas siguen desafiando a Sueño Georgiano, el partido que lidera el Gobierno, acusándolo de ser un "títere "del Kremlin, y pidiendo una convocatoria de nuevas elecciones.
A pesar de la dura represión policial (unas 300 personas heridas de manera grave y unos 400 arrestados, según Transparencia Internacional), y sin previsiones de diálogo entre las partes enfrentadas, la concentración de ciudadanos proeuropeos se mantiene, sobre todo por la convicción de los inconformes de que es un momento de inflexión en la historia de su país.
Como explica Anuka: “Lloramos por los gases lacrimógenos, tosemos y retrocedemos 50 metros, pero cinco minutos después ahí estamos de nuevo”.
“¿Por qué? Durante siglos, nuestro país ha luchado contra el imperialismo ruso y ahora nuestro Gobierno quiere despojarnos de lo que nuestros antepasados lograron con tanto esfuerzo”, dice esta joven georgiana de madre abjasia.
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“Queremos no perder la oportunidad de vivir en paz, en un país en el que tu Gobierno no te persiga por tus ideas o tu identidad, sin vernos obligados a emigrar, sufrir o pasar penurias”, argumenta.
"Nos enfrentamos al desafío definitivo de perder nuestra soberanía"
El director del Instituto Georgia-Europa, George Melashvili, ve el momento en el que se encuentra Georgia como consecuencia del “deseo de Sueño Georgiano de mantenerse en el poder sin adherir a reformas democráticas”.
“Alinear a Georgia con los estándares europeos requeriría mayores niveles de transparencia, respeto por los derechos humanos y adhesión al estado de derecho; todos asuntos problemáticos para el actual Gobierno. (Ya en estos años), todos estos apartados han sido puntos de tensión recurrentes en el contexto político del país, con acusaciones de corrupción, abuso de poder y restricciones a las libertades fundamentales, lo que ha despertado el descontento de la ciudadanía y la preocupación de la comunidad internacional”, dice Melashvili.
Eka Tkeshelashvili, antiguo ministro de Asuntos Exteriores de Georgia, tiene una opinión similar. “Sueño Georgiano no es un partido político en el sentido tradicional, sino una fuerza política creada y completamente controlada por una sola persona: el oligarca Bidzina Ivanshvili, que es accionista de (la empresa estatal rusa de gas) Gazprom y ha acumulado su fortuna en Rusia”, afirma.
“Georgia está atravesando una masiva revuelta popular porque es un momento crucial en la historia del país, en el que nos enfrentamos al desafío definitivo de perder nuestra soberanía por una fuerza política que fue rechazada en las urnas”, añade Tkeshelashvili, refiriéndose a las acusaciones de fraude electoral en los últimos comicios parlamentarios de octubre.
“Frente a esta amenaza, el pueblo ha salido a la calle”, asevera.
Descontento y represión
Pero no solo en las calles se dejan ver los inconformes.
Desde que las protestas empezaron, decenas de funcionarios de la Administración pública han firmado comunicados contra la decisión del Gobierno y varios han presentado su renuncia a sus cargos. Entre ellos diversos embajadores y diplomáticos destinados a países como Italia, Bulgaria, Estados Unidos y Holanda, junto con el viceministro de Exteriores (aunque el Gobierno ha argumentado que iba a ser reemplazado por otro funcionario).
Incluso se han producido defecciones en las filas de la policía. La más importante: la de Irakli Shaishmelashvili, coronel y jefe de planificación de operaciones del departamento de antidisturbios, quien además lo anunció en redes sociales.
En paralelo, se han reportado arrestos de activistas y opositores —algunos muy conocidos en el país, como Nika Gvaramia, entrevistado en mayo por France 24—, algunos de los cuales también han denunciado haber sido detenidos en sus casas, golpeados, insultados y luego dejados en libertad, sin que formalmente se presentaran cargos.
“Estamos enfrentando presión y amenazas, tanto online como físicamente. Muchos de nosotros hemos sido atacados e intimidados. Es un clima de represión total contra los que buscamos un futuro más libre y democrático. Pero no nos van a silenciar”, explicaba Andro Tchitchinadze, activista y actor (detenido por la policía poco después de esta entrevista).
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El Gobierno, por su parte, se encuentra completamente enrocado en su postura. Después de justificar su decisión acusando a la UE de estar “chantajeando” a Georgia, no ha habido hasta ahora intentos claros de encontrar un punto de compromiso con los manifestantes, ni de apaciguar el malestar de Bruselas y Washington (con el resultado de que el Departamento de Estado decidió finalmente cancelar esta semana un acuerdo de asociación estratégica entre Georgia y EEUU).
Por su parte, France 24 también intentó ponerse en contacto con oficiales de Sueño Georgiano, pero no obtuvo respuesta.
En este contexto, muchos ven una relación directa con la guerra en Ucrania. “Ahora ya es claro que el inicio de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia en 2022 aceleró el proceso de alejamiento de Georgia de Europa y de sus aliados occidentales, y que la alternativa que Moscú ofreció a sus aliados en Georgia era blanco o negro”, afirma Nino Evgenidze, director ejecutivo de Executive Director of Economic Policy Research Center.
“E Ivanishvili ha elegido detener la integración europea de Georgia y destruir deliberadamente las relaciones con Estados Unidos”, concluye.
¿Cómo se llegó hasta aquí?
Los hechos ocurridos en los últimos meses han ido alimentando el enfrentamiento en la gravedad de su forma actual.
Lo primero fue la decisión del Gobierno georgiano a principios de este año de presentar la polémica ley de agentes extranjeros, considerada de inspiración rusa, que fue aprobada por el Parlamento también controlado por Sueño Georgiano.
Algo que suscitó semanas de protestas callejeras y el rechazo de la UE y de Estados Unidos.
Lo último, en línea temporal, han sido las pasadas elecciones parlamentarias de octubre, en las que Sueño Georgiano se declaró vencedor de los comicios, pese a las acusaciones de fraude, lo que desembocó en la decisión de la oposición y de la presidenta, Salomé Zurabishvili, de no reconocer los resultados.
Unos comicios que tampoco han sido aún reconocidos por la UE y por la mayoría de los países europeos —con la significativa excepción de Hungría—, mientras que el Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, instó a investigar estas denuncias.
