En contradicción con sus compromisos ecológicos, los grupos Crédit Agricole, BNP Paribas y BPCE invierten discretamente en multinacionales de combustibles fósiles acusadas de contaminar la Amazonía, revela una investigación de Disclose, en colaboración con France 24, RFI y el Pulitzer Center.. Estas inversiones reportan a estos bancos franceses más de 45 millones de euros al año.

Ganadería, soja, fiebre del oro… El vínculo entre estas actividades económicas y la deforestación de la Amazonía está ampliamente documentado.

Cada año, activistas, investigadores y ONG internacionales vigilan y denuncian estas prácticas, ya sean a pequeña escala o en dimensiones de multinacionales. Para luchar contra un flagelo que asola uno de los principales reservorios de biodiversidad de la Tierra, algunas organizaciones se dedican a estudiar las instituciones que financian a los autores de los daños medioambientales. Es lo que hizo Disclose a finales de 2022, cuando participó en una investigación colectiva sobre los bancos franceses y sus vínculos con empresas agroalimentarias implicadas en la deforestación de la Amazonía brasileña.

Nuestra nueva investigación, en colaboración con France 24RFI y el Pulitzer Center arroja luz sobre otra actividad que está destruyendo la Amazonía: la industria petrolera.

Es menos conocida, pero en las profundidades de la Amazonía peruana y colombiana, poderosas multinacionales del petróleo y del gas se dedican a extraer gas y petróleo. Estos combustibles fósiles se transportan luego en enormes oleoductos que atraviesan la tierra y alteran sus ecosistemas. Entre estas empresas se encuentran Repsol y Ecopetrol. Y en su afán por beneficiarse de los yacimientos amazónicos, cuentan con el apoyo de los principales grupos bancarios franceses. Entre ellos Crédit Agricole, Banque Populaire et Caisse d’Épargne (BPCE) y BNP Paribas. En contradicción con sus compromisos ecológicos.

Según el estudio de Disclose y sus socios, que se basa en un análisis de datos financieros exclusivos, el apoyo de estos bancos implica operaciones tan discretas como preciosas para sus beneficiarios: la compra de acciones, es decir, una participación en el capital de la empresa, y la suscripción de títulos financieros emitidos por estas mismas empresas –hablamos de la compra de obligaciones–.

Tomemos el ejemplo del grupo Crédit Agricole: a finales de agosto de 2024, poseía más de 240 millones de euros en acciones y obligaciones de Repsol, lo que convierte al establecimiento francés en el quinto inversor en la petrolera española.

En cuanto a Ecopetrol, muy activa en la extracción y producción de crudo colombiano, Crédit Agricole posee casi 50 millones de euros en acciones y obligaciones. En cuanto a un tercer actor, la estadounidense Chevron, que refina petróleo de Colombia, el grupo francés ocupa el puesto 23 en la lista de inversores, según los balances de la empresa. Ha invertido cerca de 1.800 millones de euros en la empresa.

Este gráfico muestra las acciones y bonos en manos de los bancos en Repsol, Ecopetrol y Chevron, a finales de agosto de 2024.

 

El apoyo de los grupos bancarios franceses a estas tres multinacionales de la energía no es casual. Les permite cobrar jugosos dividendos e intereses: más de 45 millones de euros al año en total, según nuestra investigación, incluidos 30 millones solo para Crédit Agricole.

Y eso sin contar las comisiones obtenidas por ayudar a emitir obligaciones y los intereses de los préstamos concedidos en el pasado. Para beneficiarse de estas ganancias, Crédit Agricole, BNP Paribas y BPCE recurren a sus filiales de gestión de activos, cuyas actividades son “más opacas”, según Lara Cuvelier, militante de la ONG Reclaim Finance.

Estas filiales poco conocidas se llaman Amundi en el caso de Crédit Agricole, Natixis Investment Managers en el de BPCE y BNP Paribas Asset Management. Se encargan de invertir en los mercados los fondos de empresas y particulares que depositan su confianza en ellas. A través de productos financieros como seguros de vida o planes de ahorro para empleados, algunos de sus clientes se benefician sin saberlo de la extracción ultracontaminante de combustibles fósiles en plena Amazonía.

Al ser contactados, Crédit Agricole, BPCE y BNP Paribas declinaron responder a preguntas sobre empresas concretas.

Leer tambiénLa respuesta de cuatro bancos franceses

En cuanto a la estrategia de inversión de sus filiales, las respuestas difieren. Crédit Agricole dijo que estaba evaluando la posibilidad de apoyar a empresas petroleras “en función de la credibilidad de sus compromisos con la transición (energética)”; BNP Paribas explicó que el grupo se limita a gestionar “activos por cuenta de clientes inversores” y, por tanto, no recibe “ni los dividendos ni los intereses generados por estas acciones y bonos”. BPCE justifica su posición explicando que “los ingresos directos generados por las actividades vinculadas a los combustibles fósiles representan una proporción mínima de los ingresos globales del Grupo”.

“Los grupos bancarios deben asegurarse de que sus filiales de gestión de activos dejen de invertir en los nuevos bonos de las empresas que desarrollan proyectos relacionados con los combustibles fósiles”, argumenta Lara Cuvelier. Según ella, estas filiales “también podrían decidir vender los bonos que ya poseen e invertir en su lugar en empresas que sean realmente capaces de hacer la transición hacia la neutralidad climática global en 2050”.

Este no parece ser el caso de Ecopetrol, Chevron o Repsol: la primera no está cumpliendo sus compromisos de ser neutra en carbono para 2050, mientras que la segunda ha invertido casi un billón de dólares en el desarrollo de nuevos yacimientos en todo el mundo, según los últimos datos de la Global Oil and Gas Exit List. Repsol, por su parte, está dejando atrás el escenario de emisiones netas cero de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), cuyo objetivo es limitar el calentamiento global a 1,5 °C.