El gobierno dominicano, y de paso todas las fuerzas sociales y políticas conscientes de la magnitud del problema al que se enfrenta República Dominicana, están en la necesidad de reflexionar, ayudar a las autoridades a encontrar el juicio sereno y sabio, para hallar la mejor solución a las diferencias entre Haití y la República Dominicana por el uso de las aguas del río Dajabón.

Dado lo que todos sabemos, que en Haití el gobierno es débil y zigzagueante, no es posible confiar en un interlocutor en estas condiciones. Lo que se espera en Haití es una decisión del Consejo de Seguridad de la ONU, para disponer de una fuerza militar internacional que ayude a Haití a organizarse y asegurar a sus ciudadanos en asuntos básicos: seguridad, alimentación, instalación de Instituciones más o menos democráticas, y que haya un gobierno que los represente.

Sí, lo que estamos proponiendo es que la solución a este conflicto es solamente dominicana, y que debemos desistir del cierre temporal de la frontera a condición de que se descontinúe la construcción del canal de desagüe sobre el río Dajabón.

En Haití no hay gobierno, no hay organizaciones representativas, no hay agrupaciones de productores, grupos empresariales o iglesias. Tampoco inciden los haitianos que viven en el exterior. Abandonemos la idea de que los haitianos detendrán la construcción del canal de desagüe. Esa obra nadie puede detenerla en Haití, entre otras razones porque se ha convertido en un factor generador de apoyo popular, y hasta el gobierno haitiano ahora dice que tiene que apoyar la obra, y que la organizará para darle consistencia técnica.

Está dicho por técnicos dominicanos y haitianos: Ese canal representa una tragedia para Haití y las comunidades del nordeste haitiano, Juana Mendez se inundará con la crecida del río, habrá muerte de personas, ganados, desastre en las plantaciones agrícolas, y las industrias de zona franca podría sufrir terribles daños. En quienes deben tomar las decisiones en Haití no hay preocupación, pese a que CODEVI emplea a 19 mil haitianos.

Tenemos que abrir la frontera dominicana por aire, mar y tierra, y retomar el comercio de productos, como se ha venido haciendo año tras año.

La decisión debe ser nuestra. Y debemos demostrar madurez, sentido de tacto, pese a que las aguas del río Dajabón deben ser compartidas por haitianos y dominicanos, en provecho de ambos. El conciliador discurso del primer ministro Ariel Henry en la Asamblea General de las Naciones Unidas, es una oportunidad para tomarle la palabra, y retornar al diálogo. República Dominicana debía procurar un mediador confiable, como las Naciones Unidas, para que se flexibilice el cierre de la frontera con la garantía de que ese mediador podría representar un referente confiable para nuestro país. Reiteramos que la solución está en nuestras manos.

¿Por qué decimos que la solución está en nuestras manos? Porque nosotros somos una sociedad con instituciones, porque somos una democracia, porque tenemos líderes con capacidad para ver más allá de las pequeñas circunstancias del momento.

Los haitianos han destruido su propio ecosistema hídrico, su medio ambiente y las fuentes productivas. Los haitianos han derribado sus bosques y hay una gran parte de la población que sobrevive por los mangos que han podido producir pese a la erosión de los terrenos. Los ríos, arroyos también han sido destruidos, pese a la calidad de las tierras montañosas que recibieron al fundar su nación.

¿Qué nos preocupa? En primer lugar una próxima estampida de haitianos hacia el territorio dominicano. Son seres humanos que sufren hambre y sed, desesperados, cansados de comer cualquier cosa para sobrevivir. Los haitianos carecen de agua. Con el paulatino cierre de operaciones de CODEVI están perdiendo 19 mil empleos. El cierre de la frontera con Dajabón les ha impedido el acceso a los alimentos más dignos que tenían. Hay contrabando, pero ese trasiego irregular no es suficiente. El ministerio de Defensa ha sido eficiente en el control fronterizo.

Debemos apoyar al presidente Abinader en su interés de evitar el uso irregular de las aguas del río Dajabón. Pero esas aguas podrían resultar un daño mínimo en relación con la tragedia que se estaría incubando en la frontera, además del odio que ha ido creciendo entre gente haitiana que se nutría de la relación comercial con los dominicanos.

Ese reconocimiento de la posibilidad de una tragedia, y una flexibilización del lado dominicano, podría ser un punto de reconocimiento al Estado Dominicano y al presidente Luis Abinader. Sería casi paralelo a la aprobación del Consejo de Seguridad, si se logra, de una fuerza multinacional para pacificar y organizar Haití, que nuestro país ha apoyado. Tenemos que abrir la frontera dominicana por aire, mar y tierra, y retomar el comercio de productos, como se ha venido haciendo año tras año. Y que Estados Unidos, España, Kenia, Francia, Canadá se conviertan en testigos de nuestra disposición de apoyo al restablecimiento democrático en Haití.

Kenia, por vía de su presidente, ha entendido las razones de nuestro gobierno para reaccionar como lo ha hecho. Ese puede ser otro argumento a favor de una decisión dominicana. Incluso el gobierno de los Estados Unidos podría también reforzar una decisión humanitaria, unilateral, dominicana.

Al mismo tiempo se podría lograr que el US Corps Engineers, de Estados Unidos, realice un estudio técnico, que ayude a bajar las tensiones de los grupos enardecidos en Haití, y de paso del gobierno provisional.

La reciente carta pastoral de la Conferencia del Episcopado Dominicano también es un punto de apoyo para una decisión dominicana que evite incrementar la tragedia. Los grupos empresariales, nacionales y regionales, así como los comerciantes que aprovechan el mercado fronterizo, podrían apoyar una decisión como esta, que también obtendría el apoyo de CODEVI, y de las empresas que operan en ese consorcio de capital dominicano, entre las que se encuentran Victoria Secret, GAP, Calvin Klein, Jockey, Hanes, Gildan , Tommy Hilfiger, Next Level, UnderArmour, SanMar, New Era, Waltmart,  entre muchas otras, que producen sus mercancías en esa zona franca.

El país debía aprovechar esta circunstancia para realizar una intensa campaña internacional para explicar la urgencia dominicana de que Haití restablezca su normalidad democrática, por razones humanitarias, pero también por la presión que sigue representando tener una frontera física como la nuestra.

Es el momento de adoptar decisiones inteligentes, alejadas de cualquier escaramuza militar o violenta, porque del lado haitiano no hay forma de conseguir la racionalidad ni la autoridad de ningún grupo con posibilidad de controlar un estado fallido.