España ha vivido unos meses de tensión política y electoral, especialmente después del sorpresivo de las elecciones del 23 de julio de este año, cuando el Partido Popular, de la derecha, no pudo alcanzar la mayoría para instalar un gobierno en alianza con la ultraderecha encabezada por Vox.
Las encuestas estimaron que Alberto Núñez-Feijóo, candidato del Partido Popular, ganaría ampliamente y lograría formar gobierno. Obtuvo 133 diputados y 8 millones de votos, seguido del Partido Socialista Obrero Español, con 121 diputados y 7.7 millones de votos. La derecha de Vox perdió una gran cantidad de votos, y la alianza de izquierda Sumar estuvo casi al mismo nivel de votos que Vox (33-31).
España entró, con esos resultados, en un remolino de negociaciones que desquiciaron a las formaciones políticas y que exaltaron los ánimos, porque entraron en disputa las comunidades autonómicas y cómo escogerían alianzas, para permitir que el candidato del PP, primero, o el candidato del PSOE, segundo, formaran gobierno con por lo menos 175 votos en el congreso de los diputados.
El rey de España, Felipe VI, ordenó al candidato con más votos formar gobierno. Y luego de dos intentos no le fue posible alcanzar más de los 171 votos, faltándole 5 para poder formar gobierno.
El rey pidió al candidato Pedro Sánchez, del PSOE, formar gobierno, y aquí se desataron los demonios. Sánchez se enfrentó a sus adversarios naturales del PP y de Vox, y a los viejos dirigentes del PSOE, como Alfonso Guerra y Felipe González, que pidieron convocar nuevas elecciones y no negociar los votos que les faltaban con las coaliciones independentistas de Cataluña.
Sánchez consultó a las bases del Psoe, adelantó los acuerdos, y antes del 27 de noviembre cuando vencía el plazo para formar gobierno, pactó con Esquerra Republicana y Junts, las dos organizaciones separatistas catalanas, acuerdos que implicaban una amnistía para más de 300 personas que participaron en la consulta del 1 de octubre de 2017, y que fueron procesados judicialmente, exoneración de deudas del gobierno catalán, y la creación de una comisión independiente para valorar su interés por la separación de España.
Esos acuerdos, que se concretaron en Bruselas donde vive en el exilio Carles Puigdemont, fueron rechazados por la derecha y por organizaciones de toda índole, incluyendo hasta la guardia civil, las asociaciones de jueces, los grupos empresariales, y los partidos que empujaron el rechazo, como el PP y Vox.
Esta semana, el miércoles, Pedro Sánchez presentó su programa de gobierno, y este jueves fue votado por 179 diputados, con lo cual quedó oficializado como presidente por un nuevo período.
Todos los extremos se han visto en estas semanas en España. Se habla de exilio, golpe de Estado, atentado a la democracia, traición, crimen, venta del proceso político, transacción prostituida por 7 votos de los separatistas catalanes.
Pedro Sánchez, sin embargo, ha dicho que todas las manifestaciones en contra son parte de la democracia, y que respeta a los adversarios, pero les anima a conducir sus quejas por las instituciones de la democracia.
Igualmente ha dicho que su interés es apostar por el perdón y por el cauce democrático que deben asumir los separatistas catalanes.
Si hay posibilidad de un golpe de Estado, de que el gobierno de Pedro Sánchez sea efímero por una destitución adelantada, o por fraccionamiento de la alianza con los separatistas, eso se verá en los tiempos por venir. El reelecto presidente del gobierno español ha demostrado una coraza y un temple impresionante. Ha sido felicitado de inmediato por los principales líderes europeos, y este viernes el rey Felipe VI le tomará el juramento a las 10 de la mañana.
La política es flexible, y permite a quienes la ejercen extender hasta extremos sus recursos. Es lo que ha hecho Pedro Sánchez. Si logra un gobierno productivo, estable y de concertación, podría salvar el juicio que la historia le depara. Pero todo luce que los partidos y movimientos y personas de la derecha, o conservadores, no le perdonarán la amnistía ni sus pactos con los separatistas catalanes.