El viernes, día 26, se celebró en todo el país el Día de Duarte. Con las festividades por año 211 del natalicio del padre de la República Dominicana, Juan Pablo Duarte, también se dio comienzo al Mes de la Patria.
Las efemérides que honran la memoria de nuestros próceres y resaltan los momentos de gloria de nuestros pueblo, más que para loas y discursos grandilocuentes, debe servir para reflexionar en las enseñanzas de los grandes hombres y mujeres que forjaron nuestro país y cómo nos sirven sus ejemplos ante la realidad de hoy.
De Duarte no hace falta memorizar sus frases, sino emular su comportamiento ético y su amor a la patria.
Más que oportunas fueron las palabras de los obispos de San Francisco de Macorís y de Santiago de los Caballeros, en sus respectivas homilías con motivo del Día de Duarte.
Monseñor Ramón Alfredo de la Cruz Baldera, obispo de la Diócesis de San Francisco de Macorís, sostuvo que el Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte, llora desde su tumba al ver que en su país los legisladores aprueban leyes sin haberlas leído, que los pobres son engañados con promesas que los políticos nunca cumplen, que las mujeres sufren violencia, que la juventud no encuentra respuesta a sus aspiraciones y sueños.
“Duarte llora en el más allá, cuando mujeres son asesinadas por sus esposos; cuando la violencia se cierne sobre los hogares dominicanos. Duarte llora cuando un pobre muere en un hospital por falta de atención médica, cuando el sistema de salud no alcanza a todos los que lo necesitan”, expresó.
Y el arzobispo de Santiago, monseñor Héctor Rodríguez, no fue menos profético, al denunciar que la corrupción es la principal enfermedad de la patria, mal que no se puede combatir con el silencio, sino denunciándola.
“Mientras más grande se abre la brecha de la inequidad, más se enferma la patria”, dijo el arzobispo de Santiago de los Caballeros.
Palabras proféticas necesarias para nuestros días.