El embajador norteamericano Manuel Rocha, ampliamente conocido en la República Dominicana, fue denunciado por el Buró Federal de Investigaciones (FBI) como agente del gobierno cubano durante más de 40 años, al interior de los servicios diplomáticos y de inteligencia de los Estados Unidos, y se le han formulado tres delicados cargos, por parte del Procurador General de los Estados Unidos, por conspirar contra su país de adopción.
Víctor Manuel Rocha, tal y como aparece en el expediente que se le ha formulado, ya admitió las acusaciones. Y no tenía otro camino, porque fue grabado haciendo confesiones a un supuesto agente del gobierno cubano que lo contactó, y que en realidad se trataba de un agente del FBI, que había sido designado desde agosto del 2020 para dar seguimiento en Miami a las actividades del señor Rocha.
Naturalizado ciudadano de los Estados Unidos en 1978, Rocha había nacido en Colombia y se había casado con una ciudadana dominicana, por lo que también obtuvo la ciudadanía dominicana.
Lo que ha dicho el FBI es que se trata de una infiltración profunda en la inteligencia de los Estados Unidos, durante un largo tiempo, más de cuatro décadas, lo que había implicado un trabajo arduo y bien planificado, que le permitió el encubrimiento, y ser además embajador de Estados Unidos en países como Argentina, Bolivia, Honduras, representante de Estados Unidos en la oficina de intereses en La Habana, y segundo al mando por lo menos en dos ocasiones en la embajada de los Estados Unidos en la República Dominicana.
El fiscal general de EE.UU, Merrick Garland, explicó en un comunicado que los cargos contra el diplomático “exponen una de las infiltraciones de mayor alcance y duración en el Gobierno de Estados Unidos por parte de un agente extranjero”, encubierto y empleado de la Dirección General de Inteligencia de Cuba desde 1981.
“Aquellos que tienen el privilegio de servir en el gobierno de los Estados Unidos reciben una enorme confianza del público al que servimos (…) Traicionar esa confianza prometiendo falsamente lealtad a los Estados Unidos mientras se sirve a una potencia extranjera es un delito que se enfrentará con toda la fuerza del Departamento de Justicia”, dijo Garland, fiscal general.
Manuel Rocha “siempre mantuvo en secreto su condición de agente cubano con el fin de protegerse a sí mismo y a otros, y permitirse la oportunidad de participar en actividades clandestinas adicionales. Proporcionó información falsa y engañosa a los Estados Unidos para mantener su misión secreta; viajó fuera de los Estados Unidos para reunirse con agentes de la inteligencia cubana; e hizo declaraciones falsas y engañosas para obtener documentos de viaje”, dice la acusación en su contra.
Rocha también fue presidente de la empresa minera Barrick Pueblo Viejo, en República Dominicana, y fue ejecutivo de la empresa norteamericana que vendió carbón para la planta Punta Catalina. Además, ocupó posiciones en una oficina de abogados en Estados Unidos, y en el consejo directivo de la empresa de Relaciones Públicas Llorente & Cuenca.
Impresionante el trabajo realizado por Manuel Rocha en apoyo del gobierno cubano. Extracción de información confidencial de manera permanente durante 40 años. Falsificó información suministrada al gobierno de los Estados Unidos sobre sus propias actuaciones, y violó las leyes que condenan a los ciudadanos norteamericanos a trabajar con gobiernos extranjeros sin hacer el registro correspondiente.
Se trata de actos criminales que Estados Unidos no perdona. La profundidad de la infiltración de Manuel Rocha tal vez no se conozca nunca, sin embargo, su temple, su capacidad de simulación, queda abiertamente descubierta por la ingenuidad en que cayó cuando un supuesto enviado cubano lo contactó en 2022 para intercambiar información, y era el agente especial del FBI Michael Haley, quien terminó presentando todos los elementos en que Rocha describe como “más que un grand slam” su servicio al gobierno cubano.
Este caso no tiene que resultar insólito. Manuel Rocha era un agente bien disfrazado. Aparecía como un hombre de derecha recalcitrante, como un agente de la CIA, alguien de línea dura políticamente, bien conectado en Washington. Había pasado por Harvard, Yale y Georgetown University. Tenía todas las características de ejecutivo sin tacha, más que su dureza sobre los asuntos políticos en que se involucraba su país. Así son los buenos agentes.
En la República Dominicana tuvo, y tiene buenos amigos, además de familiares, socios y relacionados. Entre los políticos hizo buenas amistades. Se le tenía como un hombre conservador y bien amarrado en los círculos de poder, tanto republicanos como demócratas.
Viajaba de cuando en vez a La Habana. Su costumbre era visitar Panamá, con pasaporte dominicano, y de ahí se iba a La Habana, con el mismo pasaporte. Sus contactos eran muy seguros. Esa fue, sin embargo, su debilidad. Le pusieron un señuelo que él, incautamente, aceptó y confesó cándidamente sus acciones en favor del gobierno cubano.
Está bajo prisión, y es probable que jamás vuelva a ver la luz del día, si se comprueba todo lo que está diciendo el FBI que él hizo contra Estados Unidos.