¿Cuál es la razón por la que la intolerancia, la irracionalidad, el odio y la diatriba se imponen en esta era de la hipercomunicación, en las relaciones sociales, políticas y profesionales de los seres humanos?
Lo vemos en situaciones políticas extremas, como los actos del 7 de octubre desarrollados por Hamas en la frontera con Israel, y la subsiguiente campaña de exterminio desatada por Benjamin Netanyahu y el Estado de Israel contra Gaza y las comunidades palestina.
Previamente Vladimir Putin había desatado la invasión a Ucrania y dio inicio a una guerra que ha tenido terribles consecuencias, y que bien pudo ser evitada con el diálogo y la presencia de una comunidad internacional responsable, especialmente la europea.
Lo que ha pasado en Nicaragua, con la persecución política y la manipulación de los procesos electorales, persecución a la Iglesia y a la oposición, y la instauración de una dictadura matrimonial por parte de Daniel Ortega y Rosario Murillo, es parte de esa exacerbación de los ánimos políticos en la región de centroamérica.
El país que ha sido ejemplo en las Américas, Estados Unidos, igualmente ha sido víctima de la intolerancia y la instauración de un protagonismo político de los extremos, especialmente en el Partido Republicano y en el liderazgo de un outsider como Donald Trump, que ahora, pese tener que responder por varios procesos judiciales en su contra, intenta recuperar la presidencia del país que encabeza al mundo occidental en materia política, económica y militar.
El retorno de la extrema derecha a países que fueron socialistas, en Europa, luego de la caída del Muro de Berlín y de la URSS, ha sido una constante. Y esos países, antiguamente socialistas, han asumido la derecha política más radical como cuestión de exorcismo, para alejar los demonios de la historia reciente. Ha pasado con Hungría, la República Checa, Polonia, Rusia y muchos otros países, en donde el liderazgo de lo peor de la derecha es indiscutible.
Italia, un antiguo imperio y fundador de la democracia cristiana, está gobernado por la ultraderecha. Francia siente la presión y la amenaza de un liderazgo ultraderechista que está a la espera de la terminación del segundo período de Enmanuel Macron.
Reino Unido, Bélgica, España y otros estados europeos monárquicos o son gobernados por la derecha o su ofensiva es tan intensa que ya, excepcionalmente, hasta de golpes de Estado se habla. Insólito lo que está ocurriendo el este mundo complicado.
Joe Biden, presidente de los Estados Unidos, luego de una fructífera reunión con Xi Jimping, líder de China, y luego de llegar a varios acuerdos que podrían dar un poco de tranquilidad a la economía y a la política mundial, llama dictador al hombre con el que se ha puesto de acuerdo. La decrepitud también opera contra la manecilla del reloj en este tiempo.
Los signos de intolerancia están visibles, ante nuestros ojos, en las circunstancias menos escandalosas. Por ejemplo, la campaña asquerosa de la que han sido objeto una institución acreditada y con una historia de 46 años de servicio, como el Colegio Babeque Secundaria, bajo la dirección de la maestra Rosalina Perdomo, y la educadora como Lauristely Peña Solano.
Falsificación de información, manipulación, ataques desaforados, cargados de odio y de mentira, sin razón, y sin dar la cara, quienes atacan buscan un objetivo: sacar de la entidad educativa a la maestra Lauristely Peña Solano, y logran su objetivo. Sin dar la cara.
Es parte de la intolerancia que observamos en la sociedad dominicana de hoy. Las redes sociales, como instrumentos de comunicación moderna, se han convertido en paredones contra las honras de personas. Cada quien habla y dice lo que quiere, sin importar si lo que dice es verdad o mentira. Antes había el filtro del periodismo y las empresas de comunicación. Ahora cada quien asume lo que quiere y convierte sus palabras en disparos. A veces hieren y dañan, como con Lauristely, y en ocasiones apenas se sienten, como los infundios que se lanzan contra sensatos y responsables comunicadores, que han hecho un trabajo durante varios años en los que se demuestra su apego a la transparencia y a la búsqueda de la verdad.
Hay que revisar el mundo hiperconectado de hoy, y los elementos de estos excesos comunicacionales, que en vez de consolidar la sociedad y los niveles de entendimiento, complican y desatan demonios.