A partir de este sábado el gobierno de los Estados Unidos aplicará un aumento de un 25 % a los aranceles a producto exportables desde México y Canadá, que han sido tradicionalmente países de Norteamérica aliados de los gringos, y aplicará un 10 % a los aranceles a la República Popular China, un competidor contumaz y un serio adversario en la geopolítica internacional.

Con esta decisión el presidente Donald Trump desestructura la naturaleza de las relaciones políticas y comerciales con su vecinos y aliados de la región, y comienza a poner presión para obligar a los países, al margen de la diplomacia, a las exigencias de su imperio.

Para nadie es un secreto. Esta política retorna la situación de cooperación y negociaciones a lo tribal, en las relaciones de los países. Colombia se convirtió en el primer caso de ejemplificación de cómo el nuevo gobierno de Donald Trump trataría las diferencias, en un caso migratorio, aplicando sanciones arancelarias de un 25 % en la primera semana, un 50 % en la segunda semana, y cancelación de los visados a los funcionarios del gobierno y de organismos internacionales que tengan la nacionalidad colombiana, así como aplicando otro tipo de sanciones de carácter financiero.

Con México y con Canadá, Estados Unidos ha mantenido acuerdos comerciales de gran calado, por su cercanía, por la coincidencia en aspectos vitales de la industria, la mano de obra y facilidades en el intercambio comercial.

Si ya la crisis entre Rusia y Ucrania representó un gran impacto al comercio mundial, habría que considerar que los aranceles impuestos a los productos mexicanos, canadienses y chinos también repercutirán en el comercio global, pero encarecerán esos productos a los ciudadanos de los Estados Unidos.

Y la razón para imponer estos aranceles no está relacionada directamente con el comercio, sino con la supuesta responsabilidad de Canadá y México, por tener frontera física con Estados Unidos, y China, por ser productora de la droga conocida con fentanilo.

La vocera de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, lo dijo de forma sencilla, sin inmutarse, y probablemente sin tomar en cuenta los efectos de una medida que tendrá serias repercusiones en el comercio internacional:

"Bueno, los aranceles entrarán en vigor mañana sobre Canadá, y la razón de ello es que tanto Canadá como México han permitido una invasión sin precedentes de fentanilo ilegal, que está matando a ciudadanos estadounidenses, además de la entrada de inmigrantes ilegales a nuestro país”. Fentanilo y migración. Dos componentes que están en la mentalidad del gobierno o de Estados Unidos y que se utilizarán para destruir el esquema de relaciones internacionales que ha imperado en el mundo occidental, que tuvo siempre a Estados Unidos como el Capitán América.

Los datos que se ofrecen es que los aranceles se aplicarán en general, y que posiblemente no haya excepción a las importaciones de petróleo mexicano y canadiense hacia Estados Unidos. Estados Unidos importó en octubre de 2024 casi 4,6 millones de barriles de petróleo diarios desde Canadá y 563.000 barriles desde México. Durante ese mes, la producción diaria de petróleo en EE.UU. fue de cerca de 13,5 millones de barriles.

El impacto de la aplicación de aranceles del 25 % a los dos países vecinos tendrá recuperación en los precios del petróleo, y finalmente en los precios de los combustibles. El presidente Trump anunció que se daría continuidad a la explotación de petróleo en los Estados Unidos, tomando cuenta su salida de los acuerdos para el cambio climático.

Canadá y México son receptores de grandes inversiones norteamericanas, en la industria por ejemplo, que afectarán directamente intereses norteamericanos en esos países. Claro, como naciones con soberanía y orgullo, tanto Canadá como México, y lógicamente la República Popular China, darán respuestas a las decisiones del gobierno de los Estados Unidos. México ha dicho que tiene numerosos planes para protegerse. Canadá ha rechazado la agresividad y dijo que responderá a Estados Unidos.

Isidoro Santana, economista y colaborador de Acento, publicó esta semana un artículo en el que cuestiona la posibilidad de que los altos aranceles sirvan la lo que desea el presidente Donald Trump:

“No tengo dudas de que altos aranceles y más armas podrían impulsar temporalmente la industria, atrayendo algunas ramas de otros países, pero habría que ver hasta dónde eso es suficiente. Es posible que las facilidades para la exploración y explotación de petróleo y gas atraigan inversión nueva, pero no tanta, debido a que ya los precios están deprimidos y una perspectiva de precios bajos no es el mayor aliciente para inversiones costosas en Estados Unidos”.

Los altos aranceles contra los vecinos y aliados estratégicos, además de alejarlos políticamente, crean incertidumbre y se convierten en una especie de búmeran, porque hay tantas imbricaciones en las economías de América del Norte y los tres países que la integran, que el presidente Trump podría estar dañando más lo que desea arreglar.