Numerosos artículos de opinión sobre Haití han presentado una serie de posibles soluciones a las luchas de la nación, junto con una multitud de discursos pronunciados en foros internacionales. Los horribles actos cometidos por las pandillas, que van mas allá de los asesinatos y secuestros para incluir agresiones sexuales contra mujeres y niñas, se han representado vívidamente, pero no han provocado una acción sustancial de la comunidad mundial. El primer paso debe ser el restablecimiento de la paz en la nación, seguido de elecciones democráticas.
En varias ocasiones, el gobierno haitiano no electo ha apelado oficialmente al Consejo de Seguridad de la ONU para una fuerza militar que apoye a su policía nacional en la apremiante misión de restablecer el orden. Sorprendentemente, fue el secretario general de la ONU, António Guterres, quien propuso esta petición a la comunidad global, sugiriendo una fuerza militar compuesta por naciones con experiencia en el manejo de tales situaciones. Esta propuesta, sin embargo, aún no ha ganado fuerza a nivel mundial, ya que ningún país está dispuesto a encabezarla. Si bien varias naciones africanas han expresado interés, las limitaciones financieras y logísticas obstaculizan sus capacidades para tomar la iniciativa.
Durante la última discusión del Consejo de Seguridad en Haití, tanto Rusia como China expresaron sus preocupaciones sobre una intrusión militar extranjera. Sin embargo, creo que estos países no se opondrían si Haití solicita tropas de mantenimiento de la paz bajo el Capítulo 7, dadas sus preocupaciones sobre los actos atroces que sufre la población local debido al dominio de las pandillas en las calles principales de las ciudades. China contribuyó significativamente a la formación del Comité de Sanciones en Haití, a pesar de que Haití mantiene relaciones diplomáticas con Taiwán. Ahora es el momento crítico para que Haití priorice el bienestar de su país.
Naciones como Estados Unidos y Canadá han asumido papeles fundamentales al contribuir con fondos para ayuda humanitaria, una acción digna de admiración. Como ciudadano de la República Dominicana, el país que, quizás, ofrece la mayor cantidad de ayuda humanitaria al atender a las mujeres embarazadas que ingresan a nuestros hospitales desde cruces fronterizos ilegales, veo la carga económica que esto impone. No está claro cuánto tiempo podemos llevar esta carga, que consume más del 30% de nuestro presupuesto de salud.
Las reservas con respecto a otra intervención militar extranjera en Haití, considerando los intentos fallidos anteriores, son comprensibles. Corresponde al gobierno haitiano hacer una petición al Consejo de Seguridad de la ONU para una fuerza de mantenimiento de la paz bajo el Capítulo 7. Las Naciones Unidas son la entidad mundial creada por el derecho internacional encargada de mantener la paz y la seguridad internacionales.
Si la solicitud de Haití de tropas de mantenimiento de la paz bajo el Capítulo 7 del Consejo de Seguridad fracasa, existe otra solución viable: el gobierno haitiano podría emplear directamente a una de las numerosas compañías militares privadas, con asistencia financiera de sus principales empresarios y naciones de apoyo. Esto es completamente legal, y el tamaño de las fuerzas dependería de los recursos reunidos. Además de ayudar a la policía haitiana a pacificar su país, este contrato abarcaría la capacitación in situ y el refuerzo de la fuerza policial. Tales compromisos son comunes en numerosos países.
Haití, agobiado por un legado histórico de calamidad, enfrenta potencialmente su crisis más grave hasta el momento; esta semana escuchamos el anuncio del Programa Mundial de Alimentos que informa que esa organización carece de los recursos para alimentar 100,000 haitianos. Un país desprovisto de recursos naturales y lejos de ser un punto focal global estratégico, la riqueza de discursos y opiniones tiende a caer en oídos sordos. Ha llegado el momento de que los haitianos actúen de manera independiente, aunque con alguna asistencia de naciones amigas.
Por último, reflexionando sobre mis experiencias como representante de la República Dominicana en el Consejo de Seguridad, percibo sorprendentes paralelismos en Haití: las pandillas allí podrían convertirse en grupos terroristas, impactando nuestra región. Posiblemente, la violencia no impregne el resto del Caribe, pero todos los componentes están presentes para señalar, como mínimo, motivo de preocupación.