No tengo la dicha de conocer a Rosalina Perdomo personalmente. Pero, si es por la calidad de sus egresados y egresadas que conozco, el ser humano integral y preparado que orgullosamente dice haber pasado los mejores años de su vida en Secundaria Babeque, es evidente el buen trabajo que como directora viene haciendo hace ya más de tres décadas.
Como persona, no puedo imaginarme el infierno que ha vivido en estos días en que Babeque no se destaca por todo lo bueno que ha aportado a nuestra sociedad —como siempre ha hecho— sino por personas que han salido deliberadamente a hacer daño. Como educadora que lidera una institución educativa donde también fomentamos el pensamiento crítico y creativo y nos enorgullecemos del trabajo que hacemos día a día para lograr el desarrollo consciente del ser humano, no logro salir de mi asombro.
Querer manchar una carrera intachable por un error humano solo transparenta la falta de empatía y de humanidad que tenemos en nuestro país. Como bien dijo Tony Raful hijo en su artículo, el que esto haya llegado hasta aquí evidencia que mucha gente no ha recibido eso que “se da en Babeque.” Me voy más lejos… evidencia también lo necesario que es Babeque en una sociedad como la nuestra.
Ese sector conservador que sale con un dedo a señalar todos los errores ajenos da más miedo que cualquier texto desacertado que pueda haber enviado una maestra o un maestro.
Querer hacer tanto daño, explotando un error de una institución educativa que tiene casi medio siglo haciendo lo correcto, adherida a valores universales, sembrando semillas para lograr un mundo más justo— solo hay que preguntar en los lugares donde se toman decisiones cuántos egresados y egresadas Babeque pertenecen a la mesa— es lo que debe horrorizarnos. Que profesionales de la salud alimenten colectivamente este morbo debe preocuparnos, no interesarnos. Diría mi mamá que, a quienes han sido partícipes de este escándalo completamente innecesario, les toca “meterse un espejito por dentro.” Corresponde reflexionar en silencio, pensar críticamente, y hablar para ofrecer soluciones oportunas y creativas. Nunca, nunca, nunca hablar para dañar.
Atropellar, avasallar, querer humillar, silenciar y cancelar a la persona que coherentemente ha liderado una institución por tantos años no es protección ni ejemplo. Me atrevo a decir que es todo lo contrario.
Tengo días callada sin salir en defensa de Rosalina y de la trayectoria de Babeque, primero, porque no nos conocemos, y segundo, porque no soy egresada de esta prestigiosa institución. La realidad es que ser testigo de lo dura que ha sido nuestra sociedad con un tema que pudo haberse resuelto con un correo, una reunión, una disculpa y una promesa de que no volverá a suceder, no solo me indigna, sino que moralmente me obliga a darle públicamente el respaldo que se merece. Además, el silencio del sector educación hace que este artículo brote de mí; el miedo a ser cancelados no debe ser nunca mayor que nuestra integridad.
Como madre, siento el deber de resaltar el deseo de protección que tenemos de los más vulnerables. Querer proteger a nuestros hijos e hijas es el default de la mayoría de las personas que decidimos conscientemente traer otros seres humanos a este mundo. Pero es importante también hacer constar que atropellar, avasallar, querer humillar, silenciar y cancelar a la persona que coherentemente ha liderado una institución por tantos años no es protección ni ejemplo. Me atrevo a decir que es todo lo contrario.
¿Qué creemos que estamos enseñando a nuestros adolescentes y jóvenes cuando salimos a hacer comentarios —muchos sin fundamento— hirientes, y OJO, repitiendo y “agregándole ITBIS” a algo que nos dijo un amigo de un amigo, a través de las redes? ¿Qué pensamiento crítico estamos evidenciando? ¿Qué ejemplo de compasión están viendo nuestros menores? ¿Cuánto odio puede haber en un corazón, que, antes de ofrecer entendimiento y perdón, prefiere salir intencionalmente a hacer daño? ¿Cuántas heridas no sanadas certifican los comentarios que tenemos días leyendo? ¿Cuánto dolor se refleja en un sector conservador que ha sido incapaz de promover la unión y la armonía tan pronto surge un conflicto? ¿Cómo hacemos Patria con todo esto y no con lo que Babeque viene ofreciendo desde su fundación en el año 1977?
Momentos como estos son maravillosos para hacer introspección y aprovechar para dejar de señalar y empezar señalarnos. Dentro de las muchas preguntas que me surgen, empecemos con estas:
¿Hasta dónde llega nuestro morbo, que el caso Babeque ha sido más comentado por quienes no formamos parte de la institución que por quienes sí la componen?
¿Hasta cuándo seguiremos viendo a las instituciones educativas como enemigas y no como el lugar que elegimos para caminar de la mano en esta ardua y compleja tarea de criar?
Si no consideramos la institución elegida nuestra aliada, ¿habremos elegido bien? ¿Qué hacemos para apoyar a la institución que voluntariamente escogimos (dentro de un catálogo de opciones amplio y diverso) en la educación formal de nuestros hijos e hijas?
¿Qué educación estamos dando en casa? ¿Somos conscientes de lo lejos que llega nuestra doble moral?
Rosalina: lamento profundamente que hayan sido víctimas de esta gran injusticia. El tiempo se encargará de poner las cosas en su lugar. Como bien dice el himno de Babeque: “la misión es trascender.” Esto solo es una piedra en el camino, y caramba, ¡qué piedra! Pero tu trabajo y tu esfuerzo desde ya trascienden en egresados, egresadas y familias completas que valientemente han dado la cara por ti y por su institución. Eso precisamente es lo que conozco de Babeque: gente que se busca, que se quiere y se protege desde sus aulas, y luego toda la vida. Que existan personas como tú e instituciones como Secundaria Babeque, nos da paz a quienes trabajamos para dejar este mundo con seres humanos más críticos, más respetuosos, más solidarios y más íntegros.