Mas de 100 países celebran el 23 de abril como el Día del Libro, y la República Dominicana es uno de esos países.
La celebración la inició España en 1930, y desde entonces ha continuado celebrándolo y expandiéndose en todo el mundo, y ninguna fecha más justificada que esta, porque es la recordación de la muerte de Miguel de Cervantes en 1616, autor de la más universal y celebrada novela de todos los tiempos, Don Quijote, y porque en la misma fecha, por pura coincidencia, también falleció Willian Shakespeare en 1616, dramaturgo, poeta y actor inglés, autor de los clásicos más conocidos y celebrados de la literatura universal.
La fecha ha tenido que acomodarse un poco, porque en realidad Cervantes falleció el 22 de abril y fue sepultado el 23, y el Inca Garcilaso de la Vega, en realidad llamado Gómez Suárez de Figueroa, también falleció en 1616. Había nacido en Perú y falleció en Córdoba, España, y fue poeta del siglo de oro español.
La República Dominicana ha celebrado y deberá continuar celebrando la fiesta del libro, sea en abril o en agosto, porque es el instrumento de mayor influencia en la cultura, en la formación y divulgación del conocimiento, y porque nuestro país necesita que cada ciudadano que nace y vive en nuestra pequeña isla sea un lector y tenga apetito por la cultural, como nos enseñó Eugenio María de Hostos, y como siguieron enseñando sus alumnos y seguidores, como Pedro y Max Henríquez Ureña, Pedro Francisco Bonó, Eugenio Deschamps, José Ramón López, Américo Lugo, Emilio Rodríguez Demorizi, Juan Bosch y Frank Moya Pons, entre otros.
En 1995 la UNESCO aprobó festejar el 23 de abril como Día del Libro, después de que la Unión Internacional de Editores propusiera celebrar esta jornada de la literatura para fomentar la cultura literaria, proteger la propiedad intelectual, y apoyar la creatividad, la diversidad y la igualdad de acceso al conocimiento.
El poder ejecutivo promulgó la ley 502-08 del Libro y Bibliotecas, con el propósito de la promoción del libro y la lectura, y para que las empresas editoriales tuvieran facilidades impositivas y organismos de seguimiento a la creación de bibliotecas móviles que recorrieran el territorio nacional, llevando libros, especialmente clásicos de la literatura dominicana a cada rincón del país.
Contamos con una Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña, y una Biblioteca República Dominicana, además del Archivo General de la Nación, que son entidades dependientes del Ministerio de Cultura que cumplen un rol destacado en la promoción del libro y la lectura.
Sin embargo, una de las cosas extrañas luego de la promulgación de esta ley, es que las librerías comenzaron a cerrar quedando en la actualidad muy pocas y las casas editoriales igualmente redujeron ampliamente su actividad.
La institución de mayor dinamismo editorial del país sigue siendo el Archivo General de la Nación, que además de realizar cada año la Feria del Libro de Historia, es una fuente documental de la mejor información de la historia dominicana, por una labor encomiable de un equipo encabezado por el historiador Roberto Cassá.
El Ministerio de Cultura podría hacer mucho más de lo que hace por la puesta en marcha de muchas de las facilidades que otorga la ley del Libro y Bibliotecas. Son múltiples las ferias, ferias regionales, aporte a las casas editoriales, a las pequeñas editoriales en todo el país, a los editores y promotores del libro, que son soñadores y emprendedores, que aprovechan las nuevas tecnologías para realizar un trabajo que cada día resulta mas complicado y engorroso.
El libro es necesario, es útil, es eficiente, es modelo de transmisión del conocimiento, es duradero y la tecnología ha llegado para facilitar su labor, no para sepultarlo. Los libros digitales son una bendición y ayudan a reducir el peso de la carga física, de textos que no se pueden transportar por complicaciones conocidas, pero que en un dispositivo electrónico pueden ser llevados sin ninguna complicación. Hay que asegurarse de que las personas puedan leer libros físicos o digitales, pero que lean, que ese es el mejor homenaje que podemos hacer a escritores como Cervantes, Shakespeare o Garcilaso de la Vega.
República Dominicana necesita más lectores y mayor disponibilidad de libros. La responsabilidad es colectiva, aunque el Ministerio de Cultura tenga una mayor carga en este empeño, porque es su obligación hacerlo.