La violencia contra la mujer es el resultado de una construcción social y cultural. También es violencia la discriminación económica, como pagar menores salarios a las mujeres que a los hombres por la misma labor. También es violencia discriminar a la mujer por su condición de procreadora, y por tanto resulta candidata al beneficio  de ser atendida en su gestación y cuidado los primeros meses de los hijos e hijas.

Muchas sociedades padecen hoy las consecuencias de haber discriminado y practicado violencia contra las mujeres. La República Popular China, por ejemplo, en su afan de reducir la fertilidad forjó una sociedad con una mayoría masculina que hoy está tratando de equilibrar. Son muchas las derivaciones productivas, económicas, culturales, académicas que se crean con políticas que favorecen el nacimiento de varones versus hembras.

En las próximas dos décadas los países desarrollados enfrentarán serios desafíos demográficos, debido al envejecimiento de la población y la disminución de la natalidad. Eso hará que estos países demanden inmigrantes, que ahora están echando por razones de supuesta protección de su mano de obra local.

Ahora que se iniciará en enero 2025 un gobierno antiinmigrantes en los Estados Unidos, que amenaza con utilizar a sus fuerzas armadas para apresar y deportar inmigrantes, se proyecta que en los próximos 20 años Estados Unidos dependerá, para su crecimiento, exclusivamente de la inmigración. Desde el 2019 los inmigrantes han sido los responsables del 88 por ciento del crecimiento de la fuerza laboral, y sectores como salud, tecnología y manufactura requerirán de la mano de obra inmigrante.

La cuestión es que las mujeres son más vulnerables que los hombres ante las políticas antiinmigrantes que se ponen en marcha en países como los europeos y en los Estados Unidos. Pero además, las mujeres son las víctimas más dañadas por las migraciones que se dan entre países de escaso progreso y países ricos.

Hablamos en esta ocasión de la violencia institucional contra las mujeres, de las políticas públicas, legislaciones, disposiciones excluyentes, que fundamentalmente dañan e impactan a las mujeres, que a su vez son trabajadores, amas de casa, procreadoras, madres solteras, mujeres abandonadas con sus hijos por sus esposos que han migrado en búsqueda de mejores condiciones de vida.

Aquí no se trata solamente del Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer, establecido hace 25 años por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Fue una decisión para eternizar el ejemplo que significó el sacrificio de las Hermanas Mirabal en la República Dominicana, asesinadas por la dictadura de Trujillo.

Es verdad que hay violencia machista, y que hay violencia familiar que afecta a las mujeres. Pero hay violencia social, política, religiosa, académica, científica, que afectan a las mujeres, que las discrimina, que la reduce en su calidad y capacidad para desarrollar, crear, emprender, inventar y producir conocimientos.

Decíamos en la nota editorial del fin de semana que las Naciones Unidas han dado a conocer los datos terribles de la violencia contra las mujeres. Pero esos datos más que atribular e instalar el pesimismo por estos tiempos terribles, deben conducirnos a reforzar los esfuerzos para más democracia en favor de las mujeres, para más feminismo en las políticas públicas, para menos dominación religiosa que reduce a las mujeres a las tareas higiénicas en las iglesias.

Decíamos que los datos de las Naciones Unidas son contundentes. Y no se pueden desmentir.

  • 736 millones de mujeres han sido víctimas de violencia física y/o sexual al menos una vez en su vida. El riesgo es mayor entre las jóvenes: 1 de cada 4 adolescentes ha sufrido abusos de su pareja.
  • Entre el 16% y el 58% de las mujeres en todo el mundo experimentan violencia de género facilitada por la tecnología, sobre todo la generación Z y las milenials.
  • El 70% de las mujeres en conflictos, guerras y crisis humanitarias experimentan violencia de género.
  • La mutilación genital femenina ha aumentado un 15% en comparación con los datos de hace ocho años.

En los próximos meses y años viene lo peor con las políticas migratorios y abusivas c0ntra los inmigrantes y los pobres de todo el mundo. Apenas comenzamos a enterarnos de los gravísimos problemas a los que se enfrenta en estos momentos la humanidad. Las guerras, los genocidios, la posibilidad de uso de armas nucleares, pero muy especialmente del terrible drama que sufren los pueblos emisores de migraciones, en particular hacia países desarrollados, como Estados Unidos y los de Europa, que fueron los que establecieron el nuevo orden internacional, los que saquearon África, el Medio Oriente, Asia y América Latina, y los que se repartieron las riquezas del mundo y fijaron las nuevas fronteras. Las víctimas de hoy seguirán siendo las mujeres, y en particular las de los países que fueron y siguen siendo saqueados.