Cada año el día Internacional de la Alfabetización, 8 de septiembre, proclamado desde 1965, se centra en un lema definido por la UNESCO a nivel mundial; para el año 2023, el lema es “Promover la alfabetización para un mundo en transición”. La UNESCO busca con esta iniciativa destacar los diversos ámbitos de enseñanza – aprendizaje propuestos, así como las interconexiones existentes entre ellos que facilitan el proceso pedagógico y fomentan la resiliencia.
El año 2022 el lema fue “Transformar los espacios de aprendizaje de la alfabetización”, en esa ocasión se invitaba a repensar los espacios de aprendizaje para desarrollar la resiliencia y garantizar una educación de calidad, igualitaria e inclusiva. Se puede observar que cada año se le da vuelta al tema y en definitiva sigue siendo un círculo que no trasciende. Eso sucede también en la realidad de la Región de América Latina y Caribe y en gran parte de los países que la conforman.
El día internacional de la alfabetización nos encuentra como paralizados, observando un mundo que se enfrenta a una triple crisis planetaria, en un contexto global que amenaza la vida social, ecológica, económica, cultural, tecnológica y espiritual, que repercute en millones de personas jóvenes y adultas, a quienes se les ha negado, por décadas, el derecho a una educación pública y de calidad para enfrentar las presentes crisis. El derecho a la educación es un bien común, que debe estar presente a lo largo y ancho de la vida, además de ser un proceso vital para el futuro de la humanidad.
El Secretario General de la ONU, António Guterres, señala que “Nuestro mundo está asolado por la guerra, golpeado por el caos climático, marcado por el odio y avergonzado por la pobreza, el hambre y la desigualdad. Los conflictos y los disturbios siguen haciendo estragos. La guerra en Ucrania está devastando un país y arrastrando la economía mundial”.
La transición debe implicar transformación de los sistemas educativos haciéndolos más inclusivos, facilitando mayor acceso y aprendizajes de calidad a los más excluidos de la propia escuela, con educadores formales y no formales, con formación especializada para trabajar con eficacia en la alfabetización y la educación de personas jóvenes y adultas en general.
Son pocos los países que han desarrollado experiencias para reducir los niveles de analfabetismo, entre ellos, en los últimos años, se destaca la República Dominicana, con buenas prácticas de alfabetización con la población de 14 años y más. Se espera que se retome esta política pública como prioridad en el país. La maquinaria que genera analfabetos o los hijos del analfabetismo, en nuestros países no se detiene. La misma requiere de diversas estrategias para limitar su crecimiento. En la actualidad, en nuestro país la política de “alfabetización en la edad oportuna”, es una llave importante para cerrar esta brecha, pero no es suficiente, hay que trabajar ampliamente, a través de diversas estrategias, con los que viven en esta condición y contribuir a su dignificación como personas.
El año pasado se llevó a cabo la CONFINTEA VII, en el mes de junio en Marrackech y se logró una declaración de políticas, conocida como el Marco de Acción de Marrakech (MAM), que sitúa la alfabetización de la referida población como prioridad, sin embargo, esto no se ha incentivado, ni para echar hacia adelante nuevas iniciativas, ni para visibilizar el problema, o dar las respuestas necesarias. Asegurar la educación básica puede ser una garantía para profundizar en el desarrollo de capacidades para la lectura y escritura, que sin duda permitirán una vida más digna para todas las personas en este mundo. Como cita el pronunciamiento de la Plataforma de Redes Regionales por la Educación de Personas Jóvenes y Adultas:
El planeta sólo sobrevivirá si se convierte en un planeta de aprendizaje.
Paul Bélanger, 2009