Desconcierta la incapacidad de los políticos y funcionarios haitianos para la discreción, la prudencia, el necesario entendimiento, y la ceguera ante la necesidad de su pueblo de alcanzar algo de paz y desarrollo en armonía.

Con la vista puesta sobre ellos por parte de la Comunidad Internacional, y en particular Naciones Unidas, y con el requerimiento de organizar elecciones a finales del próximo año, el Consejo Presidencial de Transición destituyó al primer ministro Garry Conille por razones que aún no explica convincentemente, y designó a un empresario, Alix Didier, a quien posesionó la tarde de este lunes, con la consiguiente despedida del sustituto de Ariel Henry.

Estos tranques y disputas se dan en medio de denuncias de corrupción en el propio Consejo Presidencial de Transición, en el que tres miembros han sido señalados de permitir operaciones fraudulentas con una entidad financiera.

Ahora se culpa a Gary Conille de contratar una fuerza de defensa privada para el primer ministro, de hacer cambios en varios ministerios sin el consentimiento del Consejo Presidencial de Transición, y de haber sostenido una reunión confidencial con el presidente dominicano en Naciones Unidas, sin informar sobre el contenido de dicho diálogo.

El primer ministro de Haití es el jefe operativo del gobierno. Conille tenía la aprobación de la comunidad internacional, y había realizado viajes, reuniones, concertado avances que el nuevo premier tendría que retomar.

Una fuerza de pacificación internacional está desplegada en Haití, sin capacidad de desplegar operaciones de amplio alcance en el territorio, por esa razón no ha tenido mucho éxito. Y aunque no han faltado las promesas de ayuda, el aumento de esas fuerzas no ha sido significativo.

Los constantes cambios que se han hecho disminuyen la fuerza del gobierno provisional, debilitan su credibilidad, y envalentonan a los grupos vandálicos que azotan a los ciudadanos haitianos en todo el territorio haitiano.

Este lunes ha sido de paralización y amenaza por parte de las bandas, que han dicho que los funcionarios son corruptos y no se preocupan por el desarrollo del país. Un desarrollo que estos vándalos han echado a pique consistentemente durante años.

Conille contaba con el apoyo de las Naciones Unidas, pues trabajó mucho tiempo en organismos internacionales, pero los grupos locales no lo aceptaban porque supuestamente no conocía su país, estaba desconectado desde hacía muchos años, y tenía pocos vínculos con la política haitiana. Es decir, que lo ven como un extraño y un hombre que no defiende lo que los haitianos llaman “la soberanía nacional”, que atribuyen a la comunidad internacional no respetarla.

Con la designación unilateral de Alix Didier habría que ver cómo es la reacción de los miembros del Core Group y de Naciones Unidas. Es un empresario, político, que aspiró a ocupar posiciones en el Senado y no lo consiguió.

El mensaje que el Consejo Presidencial de Transición está transmitiendo es riesgoso. El momento en que tomó la decisión no podría ser peor: Luego del triunfo de los republicanos en las elecciones de los Estados Unidos, la elección de Donald Trump y el debilitamiento de los demócratas en las dos cámaras legislativas, y cuando conflictos muy serios se podrían complicar para las relaciones de Estados Unidos, Medio Oriente, Unión Europea, China y el continente asiático.

El caso haitiano carece de interés para el señor Trump, que ya utilizó a los haitianos migrantes en Estados Unidos como parte de su campaña electoral. Y no precisamente de forma educada. Y ya sabemos qué piensa de Haití (no vamos a repetir aquí sus expresiones carentes del más mínimo respeto).

La crisis en Haití se prolongará, representará nuevos desafíos para la comunidad internacional y para la República Dominicana, como vecino mas próximo.

A los haitianos no se les puede vender ninguna esperanza de restablecimiento de la paz, de ofertas de trabajo, de cotidianidad con escuelas y hospitales abiertos, y sin bandas criminales.

Hemos llegado a un punto en que los haitianos se verán obligados a continuar su desplazamiento, hacia cualquier territorio, y el más próximo es el dominicano. Trump promete la mayor ola de deportaciones masivas de la historia, y eso incluye a los haitianos y muchas otras comunidades en Estados Unidos que carecen de documentación regular para vivir y trabajar en ese país.

Pena y desconcierto es lo que nos dejan las decisiones de las autoridades haitianas, que por cierto, en cada decisión no dejan de irradiar su rechazo al conjunto de la sociedad dominicana, como si todos los dominicanos pensaran de la misma manera. Es un comportamiento que forma parte de un rechazo histórico entre grupos de ambos países, que en los dos lados tiene visos de permanecer por mucho tiempo.