Hans Dannenberg se nos ha ido. El mayor dolor es para Giselle, su esposa, sus hijos, sus familiares, a los que ofrecemos todo el consuelo posible por esta durísima ausencia que padecerán, pero les decimos que su memoria permanecerá, sus gestos, sus ideas, sus pasión por el trabajo y su amor al país que lo vio crecer y al que se adhirió profundamente.
Hans Dannenberg era un servidor público de los más eficiente y auténtico. Trabajó en gobiernos diferentes. Ingresó como viceministro de Turismo en el gobierno de Hipólito Mejía y luego pasó al cuerpo diplomático, al que sirvió hasta el último aliento de su vida. Fue embajador dominicano en India, Rusia y Canadá. Pero más que embajador, fue un hombre que hizo relaciones públicas para la República Dominicana.
Conocía a todo el mundo. Sabía cómo moverse en cualquier circunstancia. Apoyaba las buenas causas. Se animaba a ayudar la acción de cualquier ministerio que necesitara de su apoyo. Mantenía excelentes relaciones con los ministros de exteriores de los países en donde servía, apoyaba a los primeros ministros y a los presidentes. No hacía alarde de sus buenas relaciones. Era humilde, honesto, sincero, franco.
Donde había que resolver un problema allí estaba Hans, disponible, aunque tuviera que transportarse de un país a otro. Su corazón era inmenso. Su salud precaria, su economía limitada. Era optimista. Su casa era de todo el dominicano que la necesitara.
En algunos lugares donde vivió tuvo habitaciones disponibles para los visitantes. Algunos se quedaron en casa de Hans hasta cuatro meses, por razones de salud, y él siempre estaba disponible, atento, hacendoso, colaba el café, preparaba el desayuno, disponía de su propio vehículo para que los visitantes se trasladaran con comodidad. Así era Hans Dannenberg.
En la India hizo amigos entrañables para la República Dominicana. Las autoridades del gobierno de la India lo apreciaban y reconocían sus buenas gestiones. En Moscú levantó relaciones que la República Dominicana nunca alcanzó antes. Le tocó levantar una embajada dominicana en Moscú con dignidad, en un espacio amplio y limpio. No se pueden mostrar las fotografías del antro que recibió. Nunca quiso levantar quejas.
Hans Dannenberg adoraba la República Dominicana y queria un servicio diplomático profesional, audaz, creativo, que pensara en los intereses dominicanos. Desde que llegaba a un destino pensaba en los dominicanos. En Canadá ya sabía que los migrantes procedentes de Moca eran mayoría allí, y andaba buscando relaciones con los medios y las autoridades de esa provincia para crear iniciativas de identidad.
Cuando las cosas se complicaron con las relaciones con Rusia, por la invasión a Ucrania, pensó especialmente en los becarios dominicanos en Rusia, que eran 174, a los que habría que buscarles pasajes de retorno.
Es mucho lo que se puede decir de este extraordinario ser humano, y las historias que contaba resultaban interminables. Hans en Asia, Hans en el Medio Oriente, Hans en África, Hans en América Latina, Hans en Estados Unidos. Y todas eran historias cargados de humanismo, bondad, auxilio de necesitados, sin pensar en su propio estado de salud, casi siempre precario, pero él optimista, como el que más, confiado en que su cáncer cedería y los médicos harían su gran trabajo para restablecerlo.
Hans sufría los errores de nuestra política exterior. Se lamentaba, pero respetaba la autoridad de sus superiores, y siempre estaba adelante en las actividades para hacer más grande y más amistosa, siempre que fuera necesario, a la República Dominicana que él representaba.
Hans será trasladado a la República Dominicana, luego de ser cremado, y aquí se realizarán los actos oficiales de despedida. Un gran ser humano, un extraordinario diplomático, un amigo que se nos va y deja un profundo vacío en todos quienes le conocimos, le apoyamos y recibimos sus mensajes optimistas y de hombre de bien. Paz a su alma.