A raíz de la invasión rusa a Ucrania, las potencias occidentales impusieron sanciones contra Rusia en un intento de aislar al país y asfixiar su economía. Las mismas son una táctica habitual para evitar lo que podría ser una guerra a mayor escala.
Entre las sanciones impuestas por Canadá, Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Europea (UE) al inicio se excluía la comercialización del petróleo de Rusia, el Ural. Sin embargo, la semana pasada, los gobernantes de la UE acordaron reducir sus importaciones de petróleo ruso en alrededor de un 90% por los próximos seis meses.
Apenas hace unos meses una decisión de esta magnitud se consideraba impensable, dada la alta dependencia de la región euro del oro negro y gas natural, también de Rusia. Este anuncio viene en el momento en que la exportación del petróleo ruso aumentó en el mes de abril con respecto al mes de marzo (mes en que tuvieron efecto las sanciones de occidente). De acuerdo a la Agencia Internacional de Energía, las exportaciones del mismo país aumentaron en 620,000 barriles diarios (b/d) para un total de 8.1 millones b/d, niveles similares previos a la invasión.
Ese rebote en la exportación del Ural tiene como principal actor a la democracia más grande del mundo, la India. Los datos obtenidos indican que el país asiático tiene pautado recibir casi 10 veces el flujo de petróleo desde Rusia, en relación con lo planificado el pasado año 2021.
Tradicionalmente la India importa 80% de su petróleo, donde tan solo el 2-3% proviene de los rusos, pero tratando de capitalizar en el descuento del Ural en más de un 20% en relación con el Brent, el gobierno ha aumentado de manera agresiva su importación desde Moscú.
Atraído por ese descuento en el precio del petróleo, ayuda a Putin a burlar sanciones y de manera indirecta financiar la invasión a Ucrania. Similar postura ha asumido China, que se estima aumentó su importación de petróleo ruso en abril en un 11% con respecto al mismo mes en el 2021.
Si bien el repunte de la exportación de crudo ruso se debe en gran parte al aumento de las importaciones chinas y de la India, no obstante no son las principales causas. La realidad es que se ha creado un mercado bien oscuro de la procedencia del petróleo. Por ejemplo, el petróleo despachado desde Rusia con destino “desconocido” aumentó tan solo en abril, de prácticamente 0 a 11 millones de barriles.
Pero sucede que la contraparte (el importador) sirve para ocultar el origen del petróleo, permitiéndole a las empresas y los intermediarios petroleros negociar en silencio, evitando cualquier retroceso por facilitar transacciones que al final proporcionan dinero para la maquinaria de guerra de Moscú.
Para muchos analistas, con los cuales coincidimos, el uso de la etiqueta de destino “desconocido” es una señal de que el petróleo se transporta a barcos más grandes en el mar y luego se descarga. A partir de ahí el crudo ruso se mezcla con la carga del barco, lo que difumina su procedencia.
Esa es una práctica antigua que ha permitido las exportaciones de países sancionados como Irán y Venezuela. La historia así lo demuestra, pues también sucedió en la década de los 80 ante el embargo al petróleo persa, que Irán accedió a la venta del crudo a intermediarios que oficialmente llegaban a Mombasa, Kenia. ¿Y cuál era la realidad? Pues que se preparaba toda la documentación diciendo que los barriles habían sido descargados en Mombasa; sin embargo, era desviado hacia el mercado global revendiendo los barriles con grandes márgenes de ganancias, siendo uno de los beneficiados Sudáfrica, cuyo régimen de apartheid estaba dispuesto a pagar un premium por encima del precio de mercado spot. Para la época con transacciones similares, Irán llegó a representar aproximadamente el 80% del suministro del petróleo de Sudáfrica.
Lo anterior expuesto nos dice que cada vez que surge algún conflicto geopolítico se demuestra una y otra vez que las puertas para unos se cierran, mientras para otros se abren, surgiendo nuevas oportunidades para ellos. Y es que dentro del pragmatismo de la industria petrolera, la historia nos ha mostrado un lado oscuro donde el capital no tiene ideología y mucho menos límites.