Trayendo a la mesa los debates sobre la Naturaleza Humana, es justo mencionar que algunos de nuestros próceres ideológicos podrían haber previsto con mucho acierto la actual situación.

Erich Fromm, filósofo y psicoanalista, sostenía que la humanidad estaba volcada al narcisismo y a una tendencia autodestructiva. Para Fromm, gran parte de la sociedad se encuentra alienada y no puede ver la realidad.

El futuro de la humanidad está en nuestras manos. Tenemos que elegir entre la supervivencia y la extinción, decía Mayr en 1997. De igual manera Noam Chomsky argumentaba, que los seres humanos tenemos una capacidad única para la creatividad y la cooperación, pero también para la violencia y la destrucción.

Franja de Gaza devastada.

Ante las advertencias de nuestros próceres ideológicos, nos encontramos con la siguiente situación. La tasa de extinción de fondo, también conocida como tasa de extinción natural, es la tasa promedio a la que las especies se extinguen a lo largo del tiempo en un ambiente estable sin perturbaciones significativas. La tasa de extinción de fondo varía según la posición de las especies en la pirámide trófica y el período de tiempo que se considere. Sin embargo, podemos establecer algunas aproximaciones:

En los invertebrados: Insectos: 1 especie por cada 10 millones de años. Moluscos: 1 especie por cada 1 millón de años. Artrópodos: 1 especie por cada 100,000 años.

En los vertebrados: Peces: 1 especie por cada 10,000 años. Anfibios: 1 especie por cada 1,000 años. Reptiles: 1 especie por cada 100 años. Aves: 1 especie por cada 10 años. Mamíferos: 1 especie por cada año.

La tasa de extinción actual es mucho más alta que la tasa de extinción de fondo. Se estima que estamos perdiendo alrededor de 100 especies por día. Esta tendencia es alarmante y tiene gravísimas consecuencias.

La humanidad, en sentido general está actualmente en un estado de alienación e inacción total, muy posiblemente incluyéndote a ti mismo o a ti misma, que estás leyendo este artículo ahora.

Tal estado de alienación lleva a una falsa conciencia, donde la humanidad se muestra incapaz de entender la magnitud del problema que representa la extinción masiva de especies y el cambio climático.

Como decía Rustin Cohle en la serie True Detective: «lo más honorable que nuestra especie puede hacer, es negar nuestra programación y dejar de reproducirnos y caminar de la mano hacia la extinción».

Es imposible hablar de la Naturaleza Humana sin mencionar el impacto que la tecnología ha tenido en nuestra evolución. A lo largo de la historia, hemos utilizado la tecnología para superar los retos de la vida cotidiana, para curar enfermedades, y para mejorar nuestra calidad de vida. Sin embargo, en los últimos tiempos, la misma tecnología que nos ha traído tantos beneficios se ha convertido en una fuente de problemas existenciales. En este sentido, cabe mencionar que los “Smartphones” y las redes sociales han alterado completamente la forma en que nos comunicamos, interactuamos y percibimos el mundo que nos rodea.

Esto se ha convertido en un problema crucial ya que las redes sociales han exacerbado el narcisismo, la superficialidad y la falta de empatía en gran parte de la sociedad moderna. El efecto de las redes sociales en la psique de los individuos es complejo y requiere de un análisis detallado. Existe una relación íntima entre el uso excesivo de las redes sociales y diferentes trastornos mentales, como la ansiedad y la depresión. Si no lo crees, te invito a que busques los estudios actuales al respecto.

En nuestro afán por obtener seguidores y "likes", hemos perdido de vista los valores esenciales y básicos de la humanidad, la empatía, la solidaridad, el amor por el prójimo y la responsabilidad para con las generaciones futuras. El fenómeno de "viralización", además, ha disminuido irrefutablemente la calidad del contenido que consumimos diariamente, ya que las noticias falsas y la desinformación se propagan con mayor rapidez que la verdad. Muchas veces preferimos filmar un crimen para subirlo a las redes, que tratar de detenerlo. Lo que observamos es una suerte de autismo colectivo, donde cada uno se ensimisma en un mundo virtual sin pensar en el daño que causan sus actos o, más bien, su inacción, en el mundo real.

A lo largo de la historia de la humanidad, siempre ha habido individuos valientes que han luchado por un mundo mejor, personas que han desafiado al establishment y se han puesto del lado de los oprimidos, marginados y olvidados. Pero en la actualidad, la mayoría de nosotros preferimos ver el mundo arder antes que perder nuestros privilegios y arriesgar nuestra zona de confort. La comodidad y la rutina han hecho que nos quedemos inmóviles e indiferentes ante las crisis: climática, de la democracia y de una posible destrucción nuclear, en la que nos encontramos.

Los datos y cifras que muestran la crisis climática en la que nos encontramos son abrumadores, pero desde luego, no debemos acallarlos. Porque ignorar la realidad es, al fin de cuentas, ser cómplices de nuestra propia autodestrucción. Lo que sucede en el Amazonas, en África, en el Ártico y en cada rincón del planeta, nos debería concienciar acerca de la premura de actuar.

En el eslabón final de la pirámide trófica, nos encontramos nosotros, los seres humanos. Al ocupar este escalón, tenemos la responsabilidad de cuidar y proteger a todas las especies que se encuentran debajo de nosotros. Sin embargo, hemos fallado estrepitosamente en ese aspecto. Hemos llevado a muchas especies a la extinción y hemos desequilibrado los ecosistemas en los que habitamos.

La especie humana es una mutación letal. Esta frase, dicha por Ernst Mayr hace ya muchos años, revela una verdad incómoda. La humanidad se está convirtiendo en su mayor enemigo, alterando el equilibrio ecológico y poniendo en peligro su propia supervivencia. Esta mutación letal puede ser revertida, pero requiere un esfuerzo conjunto y un cambio de actitud en todos los niveles de la sociedad. Sobre todo, requiere de políticos con voluntad, capaces de salirse del cajón y poner en acción un Nuevo Pacto Social. Desde el individuo al Estado, todos debemos aportar nuestro grano de arena para revertir el daño causado.

BAHÍA DE HUDSON (CANADÁ), 13/12/2024.- Vista de un ejemplar de oso polar (Ursus maritimus) en tierra en la región occidental de la bahía de Hudson, Canadá. Los osos polares son animales del hielo marino, pero los veranos árticos cada vez más largos les obligarán a pasar más tiempo en tierra firme, donde es poco probable que puedan adaptarse a vivir durante largos períodos e incluso correrán el riesgo de morir de inanición. Un estudio que publica este martes Nature Communications siguió a 20 ejemplares, con collares con cámaras y GPS, durante tres semanas en tierra, en la región occidental de la bahía de Hudson (Canadá), donde el calentamiento del clima está afectando probablemente a los osos a un ritmo más rápido que en otras regiones ártica. EFE/ Universidad Estatal de Washington/ David McGeachy .

Participar en un grupo de WhatsApp sobre asuntos sociales es un inicio, pero no es activismo organico y no es suficiente para contrarrestar la crisis que enfrentamos. El activismo efectivo necesita acciones concretas y tangibles. Si las marchas y manifestaciones no son lo tuyo, hay muchas otras formas de apoyar la causa: considera hacer donaciones a los que sí pueden estar en las calles, ofrece tu hogar como espacio para reuniones, colabora redactando material informativo o ayuda a organizar y movilizar gente. Es tu responsabilidad descubrir cómo colaborar, no es solo estando en el grupo de WhatsApp. Las responsabilidades diarias no deben ser una excusa para la pasividad, dado que las generaciones futuras podrían no tener la oportunidad de experimentar la normalidad de la que tú disfrutas si no actuamos ahora.

La necesidad de cambiar radicalmente nuestra forma de vida es inminente. No podemos seguir consumiendo sin medida y sin discernir, debemos ser más conscientes de las consecuencias de nuestros actos. La sostenibilidad y el respeto por la naturaleza deben guiar todas nuestras decisiones. No podemos seguir viviendo en la negación y la indiferencia, con una especie de resignación cobarde de: «Bueno, tarde o temprano voy a morir, mientras viviré mi vida como de costumbre; ese problema que lo resuelvan quienes vienen atrás”» Esa es la obscenidad hecha conciencia. Necesitamos despertar y actuar ahora.

Es hora de dejar de ser meros espectadores pasivos de la destrucción del planeta. Es hora de alzar la voz, de organizarnos y de luchar por un mundo más justo, equitativo y sostenible. Es hora de asumir nuestra responsabilidad y de actuar como guardianes del planeta. Si todos unimos nuestras fuerzas y trabajamos juntos por un futuro mejor, podemos lograr revertir la mutación letal de la especie humana.

Yo me considero realista, pero en términos filosóficos soy como Antonio Gramsci: pesimista por la inteligencia y optimista por la voluntad. Si después de la pandemia del COVID-19, la humanidad ha retomado su curso previo de indiferencia, inacción y deshumanización, creo que como decía Rustin Cohle en la serie True Detective:

«lo más honorable que nuestra especie puede hacer, es negar nuestra programación y dejar de reproducirnos y caminar de la mano hacia la extinción».

La crisis que estamos enfrentando es monumental, pero no es imposible de sobrellevar. Si unimos nuestros esfuerzos y trabajamos juntos, podemos crear un mundo más sano y sostenible. No podemos dejar que la indiferencia y la complacencia nos paralicen. El futuro de la humanidad depende de nuestras acciones presentes. Ha llegado la hora de tomar responsabilidad y de trabajar juntos por un futuro mejor para todos. Hagámoslo, por nuestros seres queridos y por las generaciones venideras. La especie humana puede dejar de ser una mutación letal, sólo si trabajamos juntos por un mundo mejor.