La Cumbre de los Océanos de la ONU que actualmente se celebra en Portugal fue el escenario elegido por el ministro de Medio Ambiente, Orlando Jorge Mera, para anunciar a la comunidad internacional que República Dominicana aumentará en más del doble la extensión de sus reservas marinas para restar impacto al cambio climático. Su asesinato hace ya tres semanas frustró ese anuncio, pero no su ejecución, que ya está en marcha, destacó en su edición de este martes el diario madrileño El País.
Este mismo martes, República Dominicana y Colombia han desvelado la creación de un área de conservación marina binacional, que ahora llevará el nombre del ministro asesinado, con lo cual efectivamente se cumplirá su deseo de proteger el 30% de las aguas dominicanas.
El ministro colombiano de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, Carlos Eduardo Correa, visitó República Dominicana la semana pasada para formalizar el acuerdo de cooperación en materia de investigación marino costera con el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales de la República Dominicana.
Con esta iniciativa conjunta se busca dar cumplimiento a los compromisos regionales e internacionales de ambos países en la protección de la biodiversidad y el aumento de las áreas protegidas marinas.
Jorge Mera, en definitiva, dejó encaminada a la nación en su deber de cumplir la Meta 30×30, para que el país proteja un 30 por ciento de zonas marinas para el año 2030.
El texto de El País, autoría de Teresa de Miguel se basa en una entrevista con Jorge Mera y tras el crimen con Milagros De Camps, viceministra de Cooperación Internacional. Acento lo reproduce a continuación:
El último año de su vida, Orlando Jorge Mera estuvo obsesionado con sacar adelante un proyecto que jamás vería realizado. El ministro de Medio Ambiente planeaba aumentar en más del doble la extensión de las reservas marinas de República Dominicana, consciente de que los países caribeños como el suyo son más vulnerables que el resto ante el cambio climático. Su objetivo era hacer el anuncio en la Cumbre de los Océanos de la ONU que se celebra estos días en Lisboa, pero fue asesinado a balazos en su despacho el 6 de junio antes de poder hacerlo. Para honrar su memoria, República Dominicana y Colombia han desvelado este martes la creación de un área de conservación marina binacional que llevará su nombre y que cumplirá con su deseo de proteger el 30% de las aguas dominicanas.
En una entrevista con EL PAÍS pocos días antes de su muerte, Jorge Mera reflexionaba sobre la importancia de avanzar en la conservación de los mares de República Dominicana. “Los países caribeños no somos de los mayores productores de gases de efecto invernadero, pero sí somos de los que más peligro corremos”, afirmaba desde Suecia, donde se encontraba para celebrar el 50 aniversario de la Declaración de Estocolmo. Con el bullicio de fondo de ese tipo de reuniones, su voz se oía clara, decidida. “Sufrimos el sargazo, la erosión de nuestras costas, el deterioro de nuestros corales y somos víctimas de la pesca ilegal. Todo ello nos obliga a redoblar nuestros esfuerzos para garantizar que las futuras generaciones de dominicanos puedan disfrutar de un océano con más fortaleza y biodiversidad marina”.
Aunque él ya no podrá verlo, República Dominicana está desde ahora más cerca de conseguirlo gracias al anuncio de protección de la cordillera marina de Beata, un ecosistema compartido con Colombia que cuenta con formaciones que superan los 4.000 metros de profundidad. En él se encuentran especies únicas de corales, moluscos y aves migratorias, por lo que es crucial preservarlo, cuenta Milagros De Camps, viceministra de Cooperación Internacional. “Estaba emocionadísimo con este proyecto, le daba seguimiento a diario. Tenía una relación muy cercana con el ministro colombiano [de Medio Ambiente] y le hacía una ilusión enorme”, dice la funcionaria, a quien todavía le cuesta hablar de Mera en pasado. “Este anuncio es en honor a su memoria, a su importante legado”.
La noticia del asesinato del ministro fue como una bofetada inesperada para De Camps y todos los que le rodeaban. No había recibido amenazas. Nada parecía anunciar que una calurosa mañana de principios de junio un viejo amigo de la infancia le dispararía a bocajarro en su despacho de Santo Domingo. Miguel Cruz se ensañaba así después de haber tenido que paralizar la extracción de materiales para su cementera por no cumplir con las normas ambientales. El ministro le había aplicado a su amigo la misma ley que a todos los demás: en un año de gestión procesó más de 2.000 sanciones por violaciones medioambientales, muy por encima de las 500 que se habían impuesto en los últimos 20 años. “Él no tenía miedo. Él siempre decía que con el diálogo todo se resuelve y que él actuaba apegado a la ley”, afirmó entonces la viceministra.
El empeño de Mera se vio reflejado en las innumerables reuniones y llamadas con el ambientalista chileno Maximiliano Bello, de la organización Mission Blue, con quien estuvo trabajando mano a mano para sacar adelante el anuncio de protección. El ministro quería que República Dominicana “se transformase en el gatillador de un movimiento con repercusiones en todos los países del Caribe para crear áreas marinas que superen el 30% de protección”, cuenta Bello, ya en Lisboa para participar en la Cumbre, a la que también estaba planeado que acudiese Mera. El político buscaba así seguir la estela de Panamá, que el año pasado dio un importante paso en la conservación de sus mares al crear una reserva marina en la cordillera de Coiba casi tan grande como toda su superficie terrestre.
Mera estaba convencido de que preservar la biodiversidad marina de República Dominicana significaba también asegurar el sustento de sus habitantes. “Hay un turismo que busca conocer nuestros océanos, nuestros corales, y tenemos que fortalecer nuestra oferta turística hacia este público que cada día va en aumento. Y por otro lado también tenemos que mejorar nuestra capacidad de pesca, para poder mantener la riqueza marina que tenemos y que se pueda vivir del océano”, afirmaba. Su trabajo dejaba claro que iba a hacer todo lo posible por alcanzar ese objetivo: además de la reserva de Beata, Mera estuvo diseñando con el ambientalista chileno la creación de otra área de protección en el Banco de la Plata, una importante zona para la agregación de ballenas jorobadas y cachalotes.
Tras el anuncio en la Cumbre de los Océanos, Maximiliano Bello reconoce que el gran reto ahora es lograr que se respeten las nuevas reservas marinas. Y, sin el guardián del medio ambiente de República Dominicana para asegurarse de ello, la tarea será más difícil.