Hace ya sesenta años o más esa palabra llamó mi atención. En ese momento busqué la palabra en un diccionario al que tenía acceso, el Pequeño Larousse. En esa época el diccionario de la Real Academia de la Lengua era una rareza en Santo Domingo. Mi búsqueda fue frustratoria porque no constaba ese vocablo en ese diccionario.
En años recientes fue incorporado al Diccionario de la Lengua Española. Ya consta en ese diccionario donde puede leerse, “Agente de pompas fúnebres vestido de librea que asistía a los entierros”. El término está marcado por la poca frecuencia de su uso con el término desusado y añade ese diccionario que se conocía o se conoció en Cuba. Es un sustantivo de género masculino.
En la edición del año 1947 del diccionario de la RAE apareció la acepción así. ”Sepulturero, muñidor de entierros; especialmente el que acompaña los cadáveres vestido de librea”. Ha de tenerse en cuenta que el muñidor en este caso se retendrá en tanto persona que anunciaba del deceso a los vecinos.
Para las autoridades del citado diccionario el término está en desuso en Cuba. Hay que consignar que en República Dominicana todavía se usa. Claro que ya no viste librea} que en el caso del zacateca era un uniforme con algún distintivo. El zacateca dominicano no tiene la calidad del que existió en Cuba. En el país de los dominicanos es más bien la persona que se ocupa de enterrar a las personas fallecidas o disponer del cadáver, sin anuncio y sin uniforme.
La curiosidad con respecto a este voz llevó al redactor de estas líneas a indagar la redacción original. El primer diccionario que la asienta es el Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas de la autoría de Esteban Pichardo publicado en 1836. Se escribió que fue el primer diccionario que la sentó porque esa voz no figura en ningún otro diccionario de los publicados antes en esa isla.
Al volver al recién citado diccionario y buscar la voz en la letra zeta (Z), como corresponde, esta envía a la letra ese (S) y, allí aparece de este modo: “Voz indígena Mejicana corrompida; pero usada generalmente. Aquí se aplica al sepulturero, muñidor o criado que acompaña, sirve o ejecuta los entierros”. Esa era la definición de la época. Al final Pichardo añade: “Escriben impropiamente con Z”.
Vale que uno se pregunte también como es eso de que solo el diccionario de Pichardo sienta la voz estudiada aquí. Una de las razones puede ser que antes de la edición de ese diccionario ya era de poco uso. Sin embargo, se piensa que la principal explicación es que el diccionario de Pichardo fue el primero confeccionado de acuerdo con las mejores normas de la época.
Ahora puede uno preguntarse cómo es que esta voz llegó al español dominicano. No hay otra explicación más plausible que inferir que fue a través del uso y del tránsito de hablantes de español cubano que viajaron a República Dominicana o viceversa. También pudo migrar la voz por medio de la redacción y lectura que ocurría entre las dos islas.
Se aprovecha la ocasión para señalar que esa no es la única voz que procedente de Cuba penetró y perdura en el español dominicano. Puede afirmarse que el español de las Antillas reviste características tan propias que ha dado lugar a una denominación, Español Antillano.
Antes de terminar hay que añadir algo más. Los hablantes de estratos sociales de bajo nivel cultural no decían o dicen “sacateca”, sino sacatecla. Este es una clase de error común, el hablante, ante una voz desconocida trata de asemejarla a una conocida. Este es un fenómeno que se repite en todas las lenguas.
Hay que celebrar que se haya retenido esa vieja voz del español insular antillano. Debe de ser motivo de orgullo. Esto así, aunque las características del personaje hayan cambiado de indumentaria y en parte, sus funciones como consecuencia de la vida moderna.
Para concluir. El Diccionario de la Lengua Española elaborado y publicado por la Real Academia ya no es una rareza. Existe en variadas presentaciones. Además, está en línea para su fácil consulta.
Roberto Guzmán en Acento.com.do