El martes 22 de noviembre el mundo se despertó con la noticia del fallecimiento del cantautor cubano Pablo Milanés. Ese mismo día el escritor Federico Henríquez Grateraux republicaba un artículo en Facebook titulado La triple inserción del hombre en el mudo. El mismo expone que el hombre está inserto en la naturaleza, en la historia y en la divinidad; conserva desde su nacimiento hasta su muerte esos vínculos de los que es imposible desligarse. Al otro día un grupo de compañeros de trabajo en su hora de almuerzo, guitarra en mano, recordaba y tarareaba las canciones de Pablo Milanés rememorando momentos de sus historias y destacando las cualidades artísticas del poeta y cantante fallecido. El despliegue de homenajes en la prensa de habla hispana, especialmente del periódico El país, confirman además de lo expuesto por Grateraux , que el hombre es un ser social y sensible y que el arte es un catalizador de sus emociones.
Ese ser sensible lo representó Pablo Milanés, que estuvo inmerso en su historia, en la cultura, cuando interpreta los versos de Nicolás Guillén y José Martí, cultiva el bolero y rescata del olvido otros trovadores cubanos como Compay Segundo. Fue cofundador de la nueva trova y el filin ambos movimientos musicales cubanos, destacó el periódico El país, lo que indica que no hubo encasillamiento en su carrera.
Su canto estuvo coloreado de diversos matices, lo político, lo ideal, lo social, el amor, todos fueron temas de sus composiciones. Cultivó el son y la música popular, en su momento y apegado a sus convicciones cantó por la revolución cubana y por Santiago de Chile. Estos versos demuestran su interés colectivo:
La vida no vale nada si no es para perecer
Porque otros puedan tener lo que uno disfruta y ama.
La sensibilidad transmitida en sus letras y voz trasciende su natal Cuba y deja un gran legado artístico a la cultura Iberoamericana. Colaboró con artistas de diferentes nacionalidades, trascendió las edades, pues la juventud hasta hoy día interpreta sus canciones, fue puente entre generaciones.
Sus letras encierran de forma implícita todo lo concerniente a la divinidad universal, su voz canta contra el machismo, la violencia, el racismo, la injusticia, llama a las almas a encontrarse a sí mismas. Cuando la revolución cubana se contradijo con sus acciones su voz la repudió, su canto fue triste y amargo, reclamó los ideales que le dieron origen así como, a sus amigos de entonces.
En fin, Pablo Milanés como cualquier mortal estuvo vinculado a la naturaleza, sus letras y sus acciones lo vincularon a las divinidades, pero su mayor grandeza estuvo en su vinculación a la historia por medio de la cultura. Un ser sensible y culto que usó su música y su pluma como catalizador de emociones. Unificador de generaciones y nacionalidades. Un ser que supo ser político y humano, ciudadano del mundo, cantor de luchas, pero también del amor. Deja este plano, pero se queda, la historia lo inmortaliza, la cultura lo vincula a la eternidad.