¡Ojalá que la tortilla se vuelva…! (Del cancionero popular en la Guerra Civil Española)
El mejor poeta es el hombre que nos entrega el pan de cada día: el panadero más próximo, que no se cree dios. Y si el poeta llega alcanzar esa sencilla conciencia, podrá convertirse en parte de una colosal artesanía, que es la construcción de la sociedad, la transformación de las condiciones que rodean al hombre de la entrega de la mercadería: “Pan, verdad, vino, sueños”, escribe Neruda en sus memorias.
“El libro en llamas, o de como la comida nos hizo más humanos”, de Richard Waragan, en donde nos cuenta la historia de toma pan y moja, que nos recuerda aquel hombre de Vallejo que pasa con un pan al hombro y luego, alguien limpia su fusil en la cocina y se pregunta luego ¿como hablar del más allá?.
Dictadores y comida
A Hitler, a pesar que era vegetariano, le encantaban las palomas rellenas con nueces, hígados y pistachos. Mussolini enloquecía con las pastas ahogadas en ajo crudo. Clara Petazzi afirmaba que era imposible besarle después de haber comido. A Gadafi le encantaban los macarrones con cuscús de salsa de camello. Kim Jong-un devora grandes cantidades de aletas de tiburones en sopa en salsa y fritas. Franco comía mariscos y paellas. Trujillo arroz con habichuelas.
Y para sorpresa de todos: los dictadores en sus inicios, igual que los primeros emperadores romanos, gustaban la templanza en el comer, luego cuando lo endiosaban entre anillos palaciegos y cortinas del palacio color rojo sangre, perdían el sentido de lo real y la comida se convertía en derroche y en bacanal.
Contrapoder y comida
La comida es el resultado de siglos, de muchos encuentros, mezcla de ingredientes y técnicas de diversos orígenes. La cultura es siempre el producto de una mezcla como demuestra, mejor que ninguna otra cosa la comida. “La comida es representación y escenario, en donde en un banquete de horror se sientan a la mesa los tiranos”, escribe Jose Martí, en su poema El banquete de los tiranos, para rematar con el ultimo verso: “los que como tú se reparten la nación a dentelladas”.
“Nadie piensa, donde todos lucran. Nadie sueña, donde todos tragan, la comida como el poder es una relación entre dominadores y dominados, entre satisfechos y hambrientos, entre gordos y flacos, y así como toda relación puede descontruirse, todo nudo soltarse y todo tejido deshacerse. Las relaciones de poder y saber, pueden volver a renacer en otros lugares y de otras maneras”, escribe Georges Deleuze en su libro “Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia” [DELEUZE Gilles. GUATTARI Félix. 1980 Capitalismo y esquizofrenia Mil mesetas. Página140].
Renacer en otros lugares y en otras mesas, porque más allá de gargantuas y pantagrueles, la comida que come el poder es como aquel Goliat, fuerte pero débil, que una pedrada en la hora precisa y en la justa frente lo derriba. Contra poder, contra cultura y contra cocina, así se establecerá en un mágico día cuando la mesa gire de abajo hacia arriba, y los pobres coman pan y los políticos: niebla- niebla.