“Teatro, lo tuyo es puro teatro, falsedad bien ensayada, estudiado simulacro”, canta La Lupe, de la autoría del compositor puertorriqueño Tite Curet Alonso.
Este bolero retrata de cuerpo entero la mejor definición del teatro: este es un “estudiado simulacro”, definición pertinente a tenerla en cuenta ya que el 27 de marzo del mes en curso es el Día Mundial del Teatro.
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En Sueño de una noche de verano, en el banquete de bodas entre Herminia y Demetrio, del dramaturgo inglés William Shakespeare, el amor termina en la mesa antes que en la cama.
Titus Andronicus, Macbeth, Hamlet y el rey Lear, en ellas las mesas y los banquetes, son escenas recurrentes en las tragedias de Shakespeare, para representar la vida y la muerte en el gran teatro del mundo. La puesta en escena y la puesta en la mesa, la relación entre la comida y el teatro es tan vieja como la relación entre el hambre y el hartazgo, la belleza y la fealdad, el amor y el odio, la tragedia y la comedia.
El pescado original
En la picaresca española, la mayoría de las obras tienen como tema principal la comida, y su escasez, al pícaro le mueve conseguir comida ante los suculentos banquetes de los poderosos. En el segundo acto, exclama el Lazarillo de Tormes:
“Porque quise más comer brezos que capones y ajos sin trabajar”. Cervantes en su obra teatral Numancia, más que la comida, su tema es el hambre. Los atenienses entre actos y actos utilizaban el tiempo para picar aceitunas, almendras y quesos. En la comedia de Aristófanes los diálogos se mezclaban entre panes y peces. En la comedia del arte, público y actores se hartaban de panes y pastas con algo muy parecido a lo que luego se llamaría pizza. El pescado original, entremés del siglo de oro español, anónimo que algunos atribuyen a Lope de Vega, los actores servían pescado y versos entre poemas de Góngora y Quevedo, con letrillas y canciones alusivas al sexo y a la comida.
Amor a la buena mesa y al buen teatro, en Titus Andronicus de Shakespeare, mientras los platos pasan de mano en mano, una actriz anuncia:
-Son pechos de cerdas.
-Hay que probarlo todo responde el tribuno Andronicus, mientras acaricia uno de los hermosos senos de la doncella de turno.
El mundo es una cocina
A finales de la década del ochenta, en el Palacio de Bellas Artes, el director español Ramón Pareja, representó, La cocina, de Arnold Wesker, dramaturgo inglés, quien fue repostero y cocinero, y utilizó estas experiencias para escribir su obra. Este texto es una ácida critica al capitalismo, en donde la cocina, sirve de escenario y metáfora, de la explotación en serie, en donde los cocineros están obligados a producir 1500 platos al día, analogía del mundo, en donde la cocina devora a los hombres que trabajan en ella, a golpes de consumo atrapados y sin salida en la olla de presión del capitalismo.
La puesta en escena de Ramón Pareja puso al día el teatro dominicano con lo que estaba ocurriendo en el mundo. Si Shakespeare escribía que el mundo era un escenario, para Arnold Wesker y Ramón Pareja el mundo es una cocina.
La máscara y el espejo
Cansado de representar el personaje la máscara se ha vuelto el rostro. El hombre no distingue de lo que es de lo que parece de las apariencias de lo real, de las luces y de las sombras.
El triste espectáculo del hombre es tan solo falsedad bien disimulada, ensayado simulacro.
Teatro puro, puro teatro.