Dos antologías de cuentos dominicanos muy distantes en el tiempo me recuerdan a Sin distancia y son ellas, Bordeando el río, publicado en 1969 en la colección del Movimiento Cultural Universitario de la UASD, que incluía a: Antonio Lockward, Fernando Sánchez Martínez y Jimmy Sierra. El prólogo lo hizo nuestro poeta nacional Pedro Mir y el otro Sin pasar por go, narrativa dominicana contemporánea (2023), selección de Rita Indiana, con prólogo de Lorgia García Peña, sin dejar de anotar a Diógenes Céspedes en su antología del cuento dominicano del año 2000.

Siempre es bueno anotar como lo hace Sin pasar por go, la cita atribuida por Céspedes a Sócrates Nolasco: "las prácticas de inclusión por amiguismo, exclusión por enemiguismo, ideologías o política y autoinclusión del antólogo de su proyecto". Los participantes en esta obra son: Rey Ándujar, Alanna Lockward, Karol Starocean, Johan Míjaíl, Ángela Hernández Núñez, Juan Dicent, Aurora Arias, Rosa Silverio, Belié Beltrán, Mario Dávalos, Frank Báez, Josefina Báez, Miguel Yarull y Katy Martínez.

Como sabemos, el cuento como género comenzó desde la oralidad con el inicio mismo de los seres humanos sobre la tierra. De ahí que no hay cultura que no tenga una tradición relacionada con la necesidad de contar, de transmitir experiencias de una persona a otra, muchas veces ligada a vivencias como las fábulas de Esopo, relativas a la vida de los animales o en otras relacionadas con las leyendas, con hazañas que fueron alimentando la fantasía. Lo que sucede es que el desarrollo de este género ha ido adquiriendo en su etapa moderna asunciones, como: el monólogo interior, el iceberg y el flujo de consciencia, que le han dado una riqueza y una diversidad inimaginables.

Portada de "Sin pasar por go".

Es por esto que, cuando hablamos en República Dominicana del cuento como arte, siempre recurrimos a quien es la figura esencial del género: Juan Bosch. Y recordar cómo en sus encuentros con Pedro Henríquez Ureña, en 1931, este le recomendó leer a Horacio Quiroga y a Guy Maupassant, lo que estamos seguros influyó en el que para esa época era el joven escritor que firmaba Juan Emilio Bosch. Don Pedro le recomendó que dejará su nombre literario solo con Juan Bosch.

También debemos mencionar que el grupo literario La máscara, de las cuatro entidades que surgieron en la capital, además de La isla, El puño y La antorcha, el primero, es decir La máscara, hizo un aporte fundamental en un país, donde la poesía atravesaba todo el accionar creativo de la época: crearon el Concurso Nacional de Cuentos, en cuya primera versión fungieron como jurados Juan Bosch, Héctor Incháustegui Cabral y Máximo Avilés Blonda. De dicho concurso salieron cuentos emblemáticos, como El gato, de Armando Almánzar Rodríguez, La boca, de Miguel Alfonseca, En la sala de espera, de Abel Fernández Mejía y Ahora que vuelvo Ton, de René del Risco Bermúdez; y otros que forman parte de la mejor tradición literaria de nuestro país, renovando en forma significativa las estructuras narrativas y asumiendo aspectos de la modernidad que habían surgido en diversas partes del mundo y en particular con el boom (Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar y Carlos Fuentes),  y desde antes con autores como: Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Jorge Luis Borges y Alejo Carpentier.

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Cuando leemos Sin distancia de Osvaldo Fernández, Eugenio Fortunato, Genoveva Del Orbe, Nancy Mejías y José García, lo primero que nos llama la atención es el título, pues es notorio que, aunque por informaciones recibidas todos residen en el exterior y particularmente en la Florida, EE. UU., es evidente la relación con sus orígenes, la temática casi los denuncia como dominicanos.  

Naturalmente que, recurriendo a las teorías sobre el relato, comenzando por Vladímir Propp, un aspecto a resaltar es lo relativo a la forma. Hay una clara diferenciación que le da particularidad a cada uno de los narradores, en algunos casos se nota la complejidad al asumir la trama y en otros, hay claro interés de ser lo más directo posible, reservando la parte artística para el final o para alguna sugerencia que tiene que completar el lector. Y eso lo veo muy bien porque la relación lectura-escritura resulta de una unicidad imprescindible. Así nos lo explica Camila Henríquez Ureña en su importante libro Invitación a la lectura.

Julio Cortázar hablaba de lectores hembras y lectores machos, reclamando una participación que sea activa en el proceso de lecto-escritura. Recurro a la poesía para insistir en el papel del lector en la construcción misma de la obra literaria, Jorge Luis Borges nos decía: Que otros se jacten de las páginas que han escrito/ a mí me enorgullecen las que he leído/ no habré sido un filólogo/ no habré inquirido las declinaciones, los modos, la laboriosa mutación de las letras/ la de que se endurece en te/ la equivalencia de la ge y de la ka/ pero a lo largo de mis años he profesado la pasión del lenguaje. Mis noches están llenas de Virgilio.

Nuestros cinco creadores saben que el dominio de la técnica es importante. Se nota en la manera en que asumen sus narraciones. En algunos casos, en un amplio espacio escritural, donde desarrollan la complejidad psicológica de los personajes y las características del entorno, y en otros, en textos que asumen el cuento corto, dándole densidad a lo expresado. Es visible la presencia de la geografía y la historia dominicanas en la mayoría de los relatos. En todo caso demuestran que además de redactar adecuadamente, deben y así lo hacen, convertir ese texto en arte.

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En el prólogo de su magnífica compilación de ensayos sobre obras maestras de la literatura La verdad de las mentiras, Mario Vargas Llosa nos explica la relación entre ficción y realidad, superficie en que se mueven los relatos: "Porque la vida real, la vida verdadera, nunca ha sido ni será bastante para colmar los deseos humanos. Y porque sin esa insatisfacción vital que las mentiras de la literatura a la vez azuzan y aplacan, nunca hay auténtico progreso".

La ficción nos conduce a superar los límites de la vida real, nuestros autores aquí reunidos lo saben muy bien, por eso, lo que nos cuentan de la vida cotidiana es una forma de exploración a través del lenguaje, de la multiplicidad que caracteriza el arte de narrar.

Es importante citar como antecedentes también de este libro el Muestrario del cuento dominicano, de José Rafael Lantigua, mencionar además el libro Dos siglos de literatura dominicana, (S XIX-XX): prosa (1996), de José Alcántara Almánzar, autor de la selección, prólogo y notas, donde hay una relación de cuentistas junto a otros aspectos del amplio concepto denominado prosa. Un texto que se constituye en referencia importante en términos bibliográficos, al igual que La narrativa yugulada (1981), de Pedro Peix.

En estos relatos observamos los siguientes aspectos: en algunos casos, el dramatismo remite al relato con estructuras que pueden ser orientadas a una adaptación cinematográfica. Una narrativa que tiende a irse por lo oscuro y tenebroso, marcando un suspense en toda la obra. Sin duda, el suspense que se genera en algunos de ellos lleva al lector a sumergirse en las aguas turbias de las historias que se entretejen. En otros se remite a cuentos de la infancia, señalando lugares muy precisos del territorio dominicano, donde probablemente se desarrollaron algunos aspectos de la historia real que dio base a la creación del resultado literario. Algunos casos nos atrapan con textos breves y con una peculiar manera de personificar animales en sus obras les dan vida fuera de sus relatos.

Es notable la preferencia por la técnica de cuentos breves y a veces brevísimos. Caracterizados por una concentración en el uso del lenguaje propio de lo que para algunos es una reinvención de la forma de narrar, utilizando la brevedad con un proceso escritural intenso. Su creación literaria es ingeniosa y tétrica, con sus personajes que salen de escena y vienen a sentarse con nosotros, que alucinan y nos remueven las entrañas, que cobran vida. Tienen como mejor arma la personificación. En otros es evidente lo psicológico y la patología que se desprende de la interacción entre la realidad y lo producido por la alteración de la misma, con unos personajes que cargan un pasado fatídico y sucumben a la tentación, caen ante ella, como diría Oscar Wilde.

Se destaca en uno de los relatos la atmósfera de la dictadura que vivó el país por treinta y un años. Entre las temáticas que se refieren a la realidad dominicana, se trae también al momento actual la presencia del dictador, y sobre todo, la utilización de personajes, donde se constatan las transformaciones experimentadas en el país ante la sorpresa de un ser ficcional por medio de una narración fundamentalmente realista y directa en su estructura.

Portada de la antología "Sin distancia. Cuentos".

Osvaldo Fernández, Eugenio Fortunato, Genoveva Del Orbe, Nancy Mejías y José García me han producido un placer indiscutible como lector, sobre todo a partir de la diversidad temática y estructural que se desliza desde lo complejo hasta lo sencillo, sin nunca perder valor estético. Comencé hablando de los lectores y su papel en todo proceso de escritura, ellos completan lo que un autor despliega en la realización de su obra, independientemente del soporte en que se haga.

Quienes escribimos en algún momento un prólogo, por generosa decisión de los autores, siempre tenemos la tentación de irnos por el criterio del gusto. No necesariamente hay que decirlo, pues este es solo un aspecto de la valoración de una obra. Esto nos enseñó Galvano Della Volpe en Crítica del gusto, pues hay otras dimensiones del proceso crítico que hay que tomar en cuenta; por suerte es una labor más del crítico literario experimentado, lo cual no quiere decir que siempre acierte.

Algunas obras que no han sido valoradas por un sector de la crítica o por una época; el tiempo, que como ya se ha dicho, es el mejor juez, dará su dictamen. Por ahora, lo que quiero es felicitar a los autores que se han tomado el tiempo y la dedicación, para además de sus condiciones de talento, entregarnos más de treinta cuentos, que sin duda fortalecen la tradición del género, a sabiendas de que siempre hay que continuar aún cuando se logre un libro de éxito en un espacio tan exigente, como el que han creado autores de la talla de: Antón Chéjov, Edgar Allan Poe, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Ernest Hemingway y Alice Munro.