Leyendo el libro de poesía titulado "Simientes de Babel" de Odalís G. Pérez me encontré con una poética deseante que se acopla con una profunda sabiduría, en la cual se distinguen, los rastros coloniales de la memoria y los tiempos.

Es un texto que recoge sensibilidades de un mundo colonizado que todavía sufre. Del cual se borraron sueños, actos y diálogos. Babel  es ese instante donde se edifica el caos por estar marcado, por una legión lingüística de formas y cuya naturaleza, no resiste una sola realidad. Babel es un sendero, atravesado por una entidad psicótica y de un orden intenso que no acepta la homogeneidad. Más bien, se organiza en una codificación de deseos que se expresan desbordantes con complicaciones de desastres, escombros, y nuevas semillas que no son reconocidas.

El poeta no es ajeno a lo que predice. En el texto poético de Odalís,  observó una combinación de realidades éticas-filosóficas cuyos significantes relatan enfoques comprensibles, a los sentidos. El poeta beso el caos. Es “Babel” un lugar donde las voces fluyen sin compresión, pues aplastan con fuerza, la geometría del cuerpo isleño. Al mismo tiempo, hacen desaparecer las barreras que el espejo muestra y las voces delatan. El calor del trópico empujó la fertilidad. Eso creó un nuevo lenguaje que se parió penosamente. Y en ese mundo de caminos y cruces, nace la palabra como vértigo abrumador y desconcertante.

El texto arremete con su fuerza, los cimientos  de la memoria, por lo que todavía se sufre y repele. Muestra conscientemente, la existencia de un alarde fenomenológico de unos actores que apoyan la especulación esencial de considerar, a los otros lenguajes, como valores marginales.  “Babel” es ese cíclope de entidades múltiples, cuya raíz cuajo al mundo.

Este texto poético nada en corrientes subterráneas. Y coloca el lugar con las cosas. Por eso muestra a los actores y se inspira en el amante. La universalidad de este texto poético se inscribe en la angustia que provoca el caos lingüístico, durante el primer encuentro.

El poeta deja ver, que las nuevas voces que se conforman en el momento de los choques lingüísticos, son las que ensamblan el porvenir y lo que se manifiesta, a través de él.

Lo que se nombró con el cuerpo del amante, es una muestra del deseo, por los lugares paradisíacos de las cosas que se envuelven con sus nombres originarios. Conservar esos nombres, a través del tiempo, muestran el caos de la acción consumada, al poseer el territorio.

En la religiosidad popular dominicana, los dioses son caóticos. El sujeto poseso se entrega a lo liminal y se produce un polipasto lingüístico, se “habla en lenguas”.

Aceptar el lenguaje del colonizador es embarcarse en el desprecio del otro. El poeta alumbra con sus versos todo lo que abriga y habla por sí mismo.  El poeta sustituye ese universo del conquistador y da un giro articulando un horizonte metafórico inconsciente. En sus versos, el lenguaje de la razón se desdibuja. Y deja ver que ese viejo tribunal de la razón, apostó por las letras y voces a priori, según mide el musical occidental.

No obstante, la comitiva presente, de los versos personas, muestran las fisuras de esas contradicciones que le sirven de fondo, a un mundo que solo quiere escuchar la legibilidad de una sola memoria.

En el corpus del poema existe un hilo de trascendencia que se mide por la temperatura que levantan los lectores. Esos grados de memorias que se acumulan en las sensaciones, percepciones y cualidades, no se pueden medir en base a la racionalidad. La magia que emanan estos versos, erizó mi piel. Y con mi sentido común, en base al tacto y mirada puedo expresar que tras correr las cortinas del texto encontré una bella expresión estética.