Un ritual es una secuencia de acciones que implican palabras, gestos e imágenes que exaltan lo sagrado y lo luminoso de la realidad y de las otras realidades.
Ritual del silencio, poemario de la poeta Rosalina de la Cruz, es un rito de la poesía y del poema que busca en el silencio la palabra más alta, y así lo intuye esta poeta participante de la Comunidad Literaria Taocuántica.
‘’Frente a la espera,/invisible de quien fui,/flotan etéreas mis otras vidas,/sostenidas en el silencio’”, dice la poeta, como quien abre un amplio paisaje.
Gratísima sorpresa es descubrir el poema y la poesía de Rosalina, clara como los manantiales, transparentes como esos charcos de ojo de agua, en donde por claro no son más profundo, sorpresa de esta poesía que nos da por exclamar al leerla, la misma alegría que le produjo a Rimbaud el leer la poesía de Verlaine y exaltado escribir: “He tendido cuerdas de campanario a campanario, guirnaldas de ventana a ventana, y cadenas de oro de estrella a estrella, y bailar’’… Bailar en la gracia, ante la poesía de Rosalina, clara como una lámpara y simple como un anillo, como en aquellos versos de Neruda.
Una ternura delicadísima, una dulzura en las palabras, una caricia tan suave y tan femenina como si la cantara en su citara la Shakti, la diosa femenina t de la creación, consorte de Shiva, plena del deleite en el gozo y la belleza. Energía femenina, potencia creativa, o la imaginación de un poeta es esta shakti hindú, que se expresa en la poesía de Rosalina de la Cruz, una de las exquisitas voces signatarias del ideal taocuántico… Vacío pleno, casi cuántico, es el germen, la semilla, el quantum de estos poemas. Dice:
’’Desde esta orilla/busco la tenue luz que habita este instante,/elevando un canto de presagios y memoria./ Desde otro instante/la noche extravía un latir/que lleva mi nombre/y sólo eso me bastaba/para eternizar lo nuevo’’. Así lo expresa la poeta.
Un principio de la incertidumbre, un fluir de un río que no es un río, las palabras ya no son palabras en el poema, van de mutación en mutación, casi agua, casi Tao, casi lluvia como alas en el silencio, son las palabras.
De esta manera se refleja Rosalina en el espejo de sus poemas, ni imagen, ni presencia, sólo un ritual del silencio. Mutación… Y dice: “Si soy agua,/sólo sé decirme en la lluvia./Transito en gotas de gravedad/por los aljibes del silencio…”
Con delicadeza, suma estos poemas que matan el tiempo; como aproxima a decir: ‘’Acaricia el instante en que florezco,/en pequeños astros primigenios/luz que pario la memoria/cuando asida en mis raíces/me elevo sin prisa al retorno de los sueños’’… Saber decir y saber cantar con afinada delicadeza es el ejercicio poético de esta poeta.
Volver al origen, a la esencia primera, dulcifica la mirada al leer Eva 2; que dice: ‘’Así te recuerdo,/Eva,/ flor incendiaria del Edén/de jardines y otoños./En tus labios/es la delicia soñada./En tu cuerpo desnudo,/su tentación’’… La poesía de Rosalina refleja la belleza de lo real; la palabra le brota y germina en los silencios. La perplejidad y el asombro habita en estos poemas: ’’Me escurro en el roció/que alimenta la noche,/noche que también es agua/contenida en la flor que soy/cuando no soy agua’’… Mirada atenta, frescura y dulzura sonora, viento leve que le aligera la falda a las sombras, son estos poemas.
La fuerza de esta poesía es su claridad sin trampas, emoción clara y profunda, hojas que caen con suavidad y ternura en el bosque claro y profundo de sus poemas; murmullos, susurros, alas de ligerísimo vuelo son estos poemas, rituales del silencio, el silencio sonoro del cual está hecha la poesía de esta poeta contada entre los que como ella, hacen de la taocuántica su modo de vida, como lo postula el manifiesto del ideal estético taocuántico. Y entre ellos está Rosalina de la Cruz, diciendo: “Aquí,/en mis manos,/oculto un puñado de palabras/y vuelve el aleteo,/la ciudad,/el temblor,/poema’’.