Soneto Bárbaro No 1
La laguna roja y agostada, parecía la cuenca de un ojo saltado violentamente. «Lady», blanca como un cisne, con los topacios de los ojos dilatados y rutilantes, fatigosa y sedienta, con la lengua chorreándole, reseca y bella como una cinta de púrpura, cayó, de un salto, en el chaparral inmundo: los cerdos que hurgaban con sus trompas las orillas, donde el lodo fermentaba como un lagar, partieron a trote largo, rezongando.
Una mujer, erguida y bella como un bronce, con el seno casi desnudo, y los labios impregnados de una sonrisa vaga y tristísima, de una de esas sonrisas que tienen los muertos que agonizan llevándose con el alma un recuerdo muy feliz, nos indicó el atajo que pronto nos pondría en el camino real.
Ya en el firme de la loma, la brisa húmeda y cariñosa, nos trajo un fuerte y acre olor a macho cabrío y surcos recién abiertos, que nos flageló los sentidos bruscamente…
¡Qué bueno es el campo para los que tienen el cuerpo, el alma y el pensamiento enfermo!…
Sí, me contestó el Poeta, ¡es una ambrosía!…
Un bandado de tórtolas morenas, que surgieron bruscamente de la hondonada, pasaron rozando los tirsos florecidos de un maizal.
(Letras No 126 agosto 31 de 1919)
Al pie del poema parece esta nota:
«Envío
para el gran poeta Moreno Jimenes».
Vigil Díaz. Otilio Andrés Marcelino Celestino Vigil Díaz (1881-1961), es otro poeta que no necesita ningún tipo de presentación; mas, es preciso destacar su nota criollista.
Vigil Díaz pasaba algunas temporadas en Hato Mayor del Rey, en “Campo Alegre”, donde la familia tenía una heredad. Cuando Moreno Jimenes publicó su “Acuarela” en Letras el 29 de junio, Vigil, que hasta ese momento solo escribía prosas parnasianas, había sido criticado acerbamente por Gustavo Mejía Ricart en el artículo que aparece como prólogo a la segunda edición de Góndolas (1913), cuando, entre otras cosas, le dijo:
«Su arte será tildado, con razón, de anti-nacionalista, de exótico, y su exotismo le lleva en ocasiones hasta plagiar autores de moda, pero, en defensa de él, hay que decir que él vive la vida artificial y exótica de su arte en una aureola que se ha formado en su espíritu».
De modo que, como tenía esa espinita clavada, al ver que se podía describir el paisaje bárbaro, es decir, montaraz, recordando quizás sus lecturas de Prosas Bárbaras de José María de Eça de Queirós (1845-1900) de quien se publicaban fragmentos en La Cuna de América, hizo un alto en su ruta modernista y fue criollista, a su manera, como lo denotan ciertos cultismos en sus Sonetos Bárbaros.
Concluiremos este apartado copiando directamente, tal y como aparecieron los dos primeros de esos sonetos, con la dedicatoria primera.