"La vida no cuenta los pasos que has dado, sino las huellas que has dejado."
-Anónimo.
Portada de "No quiero despedirme de tu boca".

María Inés Iacometti, poeta, narradora, cantante, correctora de textos y gestora cultural, en su libro de poemas "No quiero despedirme de tu boca", nos invita irresistiblemente a adentrarnos en sus versos, invitándonos a reflexionar sobre la sustancia de la vida mientras avanzamos por ella. Nos aproximamos a la existencia con la ilusión de que será excepcional, pero para lograrlo debemos transitar con pasos certeros por este cosmos, dejando huellas que perduren a través del tiempo. ¿Cómo quiere María Inés que la recuerden? Ella aspira a dejar un legado indeleble en el lector, pasos imborrables que trasciendan. Se aprecia cómo el tiempo, que marca su cuerpo, profundiza ese legado. Los pétalos que surcaron su existencia los recogió y transformó en palabras.

"Buscó el no-olvido.
Y se adentró en el enigma
que encierra a la nostalgia
y el insomnio
que entretiene a la luna
y en la maledicente perpetuidad
de un supuesto cielo."

A través de los melismas y el origen de su vida, la poeta construye versos que nos conducen a la deriva, a veces con una crueldad extrema.

María Inés Iacometti, poeta, narradora, cantante.

"Qué melancólica idea me asiste
cuando me paro en la cornisa de tus alas
y contemplo tanto vuelo compartido
de a jirones, de a trazos."

Cuánto tejido manifiesto se entrelaza en la naturaleza de su lírica. Como lectora, me fascina el recodo desde donde la poeta rima el universo en el que surgen y se desahogan sus voces reflexivas. Esa brisa que va y viene de su propia mismidad. Emergen las sonoridades, los hilos de circunstancias en sus diversas fases. Ella nos adentra en frases accesibles, llena de figuras sugerentes.

"Y mi piel
habituada a las penumbras
carente de sol
acorralada en sombras
me floreció igual
sin vos."

Iacometti, en su terruño fecundo, alegra y sana. Haya césped. Agasaja, redacta páginas de textos variados, para mí, para todos. Tiene la retórica de proferir lo prohibido y lo permitido, sin caer en extremismos. En su singular manera de narrar, sus páginas nos muestran sus vivencias, sus tópicos de existencia. Aunque los sucesos cambien entre su prosa, va quedando un transpirable frente de trozos donde lo que resta dependerá siempre de lo que agrega.

"Celebro cada instante
vivido con mis hijos,
elijo lo que quiero
y sé decir que no,
que sí o que tal vez."

"Sostengo la memoria
que más me beneficia
y soplo al universo
la que no quiero ver."

La poeta aborda el viaje de la despedida eterna con una naturalidad que me asombra. Nos dice, en sus versos, que un día el aire alejará sus hojas, ya sea al alba o al anochecer. No importa el momento, como si nos dijera: que nadie se atreva a deshonrar los momentos de esas zonas espirituales del deceso y la subsistencia.

"En el final de mis días
cuando el universo decida…
…estaré realmente feliz
serenamente alegre."

"Nacer
brindar luz
apagarse
nada más."

Saludo esta publicación, un estallido de sentimientos profundos, únicos y con una sinceridad pura, que brota de la afinidad con la vida que le dio origen. Al interpretar su poesía, nos trasladamos a su identidad, a esa senda de su mirada lírica que no necesita adornos. Para cruzar su cielo, basta una mirada a sus letras con alma. Sus alegorías nos transportan a momentos realistas con vehemencia.

"Elijo encaminarme
con pasos sigilosos
hacia un después incierto
a solo lamentarme
por lo que nunca fue."

"Todo se ve
todo se oculta
nada se sabe
nada y duele."

Esta poeta desprende poetemas que hablan con su propio universo, como en los poemas "La de ahora", "Decirle al viento" y "Mujer". El amor, en su ventura y desventura, aflora en el recóndito del libro. En su mutuo sopor, los amantes se convierten en testigos, molestos o agradables. El tiempo es un mentiroso que oculta su cara. Fue solo un susurro de lo que sucedió. ¡Qué desdicha es caer en la oscuridad del pasado! ¡Cómo engaña la memoria, cuando aparece para hacernos padecer! Y oh, lo luminoso y lo sombrío se interpelan. ¿Son así las barreras del olvido? "Es distinto recordar a no olvidar. Es distinto… Ya sabía." Final conciencia bulliciosa. Jubilosos los que aprenden a evadir el vacío del retraso.

María Inés Iacometti, poeta, narradora, cantante.

Hay un lirismo íntimo que cae y nos hace reflexionar sobre los seres humanos y su cotidianidad, que en la autora se expresa como una aflicción por la guerra, la intolerancia y la ignorancia. Eleva una plegaria para que la humanidad coseche el sosiego. Va moldeando sus juicios y sus principios. En sus trazos traducimos sus nobles preocupaciones. En su trova, su voz expresa esos sentimientos entrañables que tienen perfume, ese aroma que evoca la pureza. Son metáforas floridas con ecos añejos, de una felicidad abierta, teñida de saltos y despojada de todo. Esa alegría que permanece en la memoria de un atajo del tiempo, capaz de resurgir en destellos inesperados de nostalgia o de risas repentinas. Y ella, tan diestra, la teje en su escritura.

"¿Regresaría la nostalgia
con perfume a madrugada de domingos:
mates, radio y papá,
enhebrando sueños
en cañas de pescar?"

"El silencio apena más
al que quiere ocultarlo."

María Inés Iacometti camina en sus versos con un ramo de rosas adornado de fe, con aromas de fraternidad. Es como si le preguntara al mundo: ¿Dónde te escondes? Si escucha el silencio, sigue caminando. Si no hay respuestas, si las cuestas no tienen ecos, si todo sigue mudo, un manantial hablará.

Que importa si existen seres humanos que desdeñan. Con un fósforo, el que atesora, prenderá una luz. Esa naturaleza que la habita se adapta al ímpetu de su latido, que se derrama desde su corazón, cúmulo de recuerdos, río de tristezas, cauces que continúan su sendero hacia algún piélago. La llovizna regresa, es su violín que modula la balada con el astro bronce de esos tiempos lejanos. Sus metáforas son lluvias benditas que perfuman, que tapan la calma, por el paso de la carne, de la que no quiere despedirse, que nos aprisiona. Abriendo una historia vítrea en este libro, descubro una mujer que es muchas a la vez: es un camino con múltiples salidas, es risa y carcajada, ruido y mudez, laberinto y pasadizo, jefa de su soledad y compañía, repleta de poesía, en cada tejido le brota un verso.

La poeta se aferra a esas posesiones que la rigen, a los andares de un hijo por los rincones del hogar, a la esencia que emana de sus poros, al sosiego que otorgan los montes y prados, un velero de ternuras movidas, unas hojas doradas entre los bordes del otoño, un acuario cosechando esperanzas. Los pies mojados en la arena blanca de su mar bravío, sus ladrillos mostrando un romance de pájaros y duendes. Un amanecer lleno de todo, un oasis, un pincel para escribirnos. Entonces sí, lo tiene todo. Huelo mandarinas, canela, flotan recortes de estrellas. La luna la suspende en un vals con campanadas. Mueve la mitad de la noche, manjar de su celeste. En la mansarda de su alma aromatiza un clavel. Se escucha un trinar insólito que maravilla cuesta arriba. Bebo esta cava y es dulce. Cuando no tiene todo lo que anhela en las manos. Cuando el filamento de la existencia no se resbale a su capricho. Convoca con poder las fuerzas de la Vía Láctea.

Tan parecida a Alfonsina Storni, que un día, bajito, se dijo: "¿Qué mundos tengo dentro del alma que hace tiempo vengo pidiendo medios para volar?" Este poemario es un hallazgo con ella, con su voz, con todo lo que atesora, con sus tragos solitarios, con sus confidencias liberadas. Estos poemas son un trayecto que nos comparte. Se descompone en instantes de exploración, cuando está disonante, y afloran sus sentimientos al borde; entonces brota una fuerza habitante que la recompone, y no queda descompuesta en este libro. Leemos de una mujer que escribe, que sabe amar, que se entrega en su manera que le place. Y no como una pieza curvada que al lanzarla regresa, porque eso no le es funcional. Puede tener alegría en medio del caos más terrible. Tiene la capacidad de controlar el guía en rutas estrechas y, cuando lo desee, lo suelta con desparpajo. Tiene la corazonada para saber que hay más allá de cualquier confín. Hay una mujer que es alada, terrestre, de aire y fuego.

"Suelo soñarme en espacios no comunes
pero recurrentes
y al mismo tiempo,
olvido soñar…"

Una mujer que puede regalarse el afecto y amor que le apetezca, y después querer la panorámica con todos los matices que prodiga la vida. En las páginas de "No quiero despedirme de tu boca", surgen en su derredor los anhelos cristalinos de esta poeta, pensamientos de lucerna. Avanzamos por un libro sin miedo a los tropiezos ni a las sentencias imbéciles que pululan en este universo. Sabe que los desenlaces implican el deceso o las acrobacias. Sabiendo que para ser acróbata hay que quitar la liana que amarra a los pies, desenredarla de las manos para que pies y manos se alcen bien alto sobre las cuerdas.

María Inés Iacometti sigue abonando su suelo, no importa si es árido. Se ensucia de tierra las manos, escarba, introduce semillas; si la espera es larga, sigue esperando la cosecha de amapolas para el cabello, de ramilletes de ilusión. Aun cuando en sus pies se atraviesan las piedras, y sus uñas se estropean. Indetenible, no mengua; sin cesar, espera que florezca el terruño con magia esparcida.

"¿Cómo saber
qué parte de mi siembra
será la que dé frutos?"

En sus letras sedientas hay un río de plata que las baña. Sus palabras salpicadas de lágrimas, dolor, sangre, prisión, interrogantes, encuentran la calma, el bálsamo en ese río saludable que proviene de su esencia. Su retórica tiene ramificaciones luminosas. Desciendo por estas letras que forman un espiral de vocablos donde todo puede estar escrito o casi todo. Festejo esta lectura donde las palabras se sujetan a la vida, al recuerdo, donde las palabras se niegan a desaparecer con todas sus consecuencias. Al leer estos poemas, el tiempo se detiene con cortesía. La autora me deja un bouquet de palabras contundentes, de una mujer que, tal vez como todas las mujeres, se lame las nuevas y viejas heridas, cabalgando triunfante hacia el milagro que busca, resistiendo el adiós mientras muerde una flor, venciendo su caos y tal vez el de todas.