Los últimos resultados de República Dominicana en la prueba PISA han causado gran revuelo de opinión pública. Las mismas van desde el presidente de la república hasta los expertos de nuevo cuño que pululan por las plataformas digitales analizándolo todo y callando en nada. Varios titulares resaltan los supuestos avances, soslayando su relación con la media y el estancamiento en lectura y escritura, habilidades fundamentales para el avance en todas las áreas. La manipulación de la información a todas luces. La supuesta satisfacción y el conformismo de muchos es comprensible desde una perspectiva politiquera, más no así, la sorpresa sobre el lugar que ocupa el país en este escrutinio, pues no es necesario para saber que el nivel educativo es pésimo.
Basta con una atenta mirada a la sociedad, para ver que la escuela y la familia dominicana lee muy poco y esto se refleja no solo en PISA, sino, en la vida cotidiana. Más allá de los beneficios de la lectura para el sistema cognitivo, conocidos por muchos, también se sabe de otras ventajas en la conformación del carácter de los jóvenes, su visión del mundo y su interacción con él, no solo como tal, sino, en su vida adulta.
Quienes trabajan con jóvenes saben que una gran parte de los dominicanos llegan a la universidad sin nunca haber leído un libro completo y de la gran resistencia que ponen a leer. Esto incide en niveles bajos de comprensión, no llegan a la fase crítica y carecen de referentes culturales que coadyuven a la lectura profunda y razonada. ¿Cómo aprender a leer si no se lee? ¿Cómo crear el hábito? ¿Cómo despertar el interés? Si en los niveles básicos no se estimula la lectura los resultados en media no pueden ser diferentes.
No deben sorprender los resultados a quienes saben que hay innumerables escuelas sin bibliotecas ni físicas, ni virtuales. Ni a quienes han sido testigos de los problemas con los libros de textos cada año, que más que un recurso indispensable para la formación de los jóvenes representa un negocio para los funcionarios de turno. Tampoco debe sorprenderse quien conoce del número de escuelas sin agua, energía y conectividad; de los vicios de construcción, de la sobrepoblación en sus aulas.
Lejos de manipular la información para aparentar un supuesto avance que no existe el gobierno debe revisar las estrategias, redireccionar el gasto y estar pendiente del empleo de los recursos económicos y didácticos.
No debe sorprenderse quienes saben que para la tanda extendida no hay programas complementarios, ni clases de arte, ni instrumentos musicales, ni profesores para enseñar canto, teatro, entre otras artes. Lo que causa que niños y jóvenes no desarrollen ninguna sensibilidad estética, solo conozcan una forma de divertirse; ingiriendo alcohol
Fuera del ámbito pedagógico el comportamiento de los dominicanos en distintos contextos refleja la falta de lectura. Hay que ver su actitud al esperar cualquier servicio en una fila, la falta de empatía con los envejecientes, la lucha por violentar el derecho ajeno, el ruido y las discusiones constantes. Lo mismo pasa con el tránsito, imprudencia violación a las normas, un discurso agresivo y soez de parte de la mayoría de los conductores, irrespeto y atropello a los peatones. ¿Habría otra actividad más idónea que la lectura para transmitir valores, normas de comportamiento social a niños y jóvenes?
En fin, el puesto que ocupa República Dominicana en PISA no debe sorprender a nadie, ni nadie debe conformarse. Lejos de buscar culpables debe llamar a reflexión. Lejos de manipular la información para aparentar un supuesto avance que no existe el gobierno debe revisar las estrategias, redireccionar el gasto y estar pendiente del empleo de los recursos económicos y didácticos. Estar pendiente del cumplimiento de los horarios. Dejar claro a sus ministros que los recursos no son para hacer negocios, sino, para intentar ofrecer la mejor educación a los niños y jóvenes dominicanos, aquella que todo padre quiere para sus hijos, incluyendo ministros y presidentes. Porque la que se ofrece es de muy baja calidad y no hay que esperar PISA para saberlo, ni conformarse con pírricos avances.