‘¿Quién dijo que murió René? estaba en la multitud despidiendo a los muchachos, a Pipe Faxas Canto, Adolfo Pérez, Ibarra Ríos, quienes junto a Manolo se fueron a las escarpadas montañas de Quisqueya…’ Rosina Anglada.
Han transcurrido cincuenta y dos años desde aquel fatídico día, 20 de diciembre de 1972, que recibimos la infausta noticia del accidente automovilístico, en la avenida «George Washington» (Malecón), frente al Banco Agrícola, en la ciudad capital; con apenas 35 años de edad, le arrancó la vida a René del Risco Bermúdez, poeta, narrador y publicista.
Perteneciente a una familia de poetas e intelectuales de San Pedro de Macorís, su abuelo Federico Bermúdez, autor del poemario ‘Los humildes’, considerado como ‘el más nacional de los poetas dominicanos…el fervor patriótico que dictó a …las estrofas que llevan por epígrafe ‘Del lavadero’ o ‘Del yunque’, es más conmovedor y profundo que el que dictó a Félix María del Monte…’ *
«Vosotros, los humildes, los del montón salidos, / heroicos defensores de vuestra libertad, / que en el desfiladero o en la llanura agreste/ cumplisteis la orden brava de vuestro Capitán;//…» **
‘Mi musa se solaza con los menesterosos; / le tengo amor al pueblo; mientras más sufre, más; / mi lira va regando sus vagas armonías/ sobre las almas tristes, como una caridad!’***
Era primo del legendario Yaqui Núñez del Risco, su madre América Bermúdez. Fue un joven rebelde ante un sistema de conculcación de los derechos civiles, se vincula al Movimiento Revolucionario 14 de Junio. En 1960 es apresado y deportado a Puerto Rico.
Inició en el grupo «La Máscara», realizó una labor de articulista, a la vez que se relacionó con el quehacer radiofónico a través de programas como “Atardecer” y el programa “Montecarlo” en HIJB.
Fue fundador junto a figuras como Marcio Veloz Maggiolo, Miguel Alfonseca y Ramón Francisco del grupo cultural “El Puño”. Algunos de sus escritos son «El viento frío» (poemas) y cuentos como «En el barrio no hay banderas» y «Ahora que vuelvo Ton”.
El poeta Simeón Arredondo, le dedica un poema a René del Risco Bermúdez con el título:
NO HA MUERTO RENÉ
Es mentira./ No ha muerto René. /Si «el viento frío» / se levanta cada mañana/ en diez millones de sonrisas, / y recorre cada campo/ y cada ciudad de Quisqueya, / y anda en los pies descalzos/ de los niños de esta tierra. / Si su canto solidario brota/ en los rincones de cada casa. / En la mirada amargada del cañaveral. /En el vuelo exhausto de las palomas. /
En las alas descoloridas de las mariposas./ En los colores desgastados del arcoiris./ Y su bandera flota/ en las fábricas,/ en los barrios,/ en los barcos,/ en los parques./ Repito que es mentira./No ha muerto René./ Si hay «una primavera para el mundo»/ que viaja en cientos, miles, millones de palmadas/ buscando paz para el universo./ Multiplicando abrazos y besos./ Desplegando banderas./ Abrazando el murmullo de la lluvia./ Poniendo colores a cada mañana./ Si sus versos laten/ hechos cantos de miel./ Rutas de amor./ Olas de Libertad./ Mares de Esperanza./ Entonces vuelvo y repito que es mentira. / No ha muerto René.
¡No, no ha muerto René!!
Rosina Anglada
Yo también lo vi rondando el parquecito ‘Salvador’ de Macorís del Mar, buscando a Ton Melitón, a mi primo Toñín y sus amigos de infancia para jugar béisbol.
¿Quién dijo que murió René? estaba en la multitud despidiendo a los muchachos, a Pipe Faxas Canto, Adolfo Pérez, Ibarra Ríos, quienes junto a Manolo se fueron a las escarpadas montañas de Quisqueya, lo vi llorando con el más profundo y amargo llanto como lloraba el pueblo macorisano y todo el país era diciembre del 1963, no podía creerlo, era inaceptable, inenarrable, si su lucha era justa, si sólo querían un país donde todos tuviéramos la posibilidad de disfrutar de nuestros valles, paisajes y campos.
No, ¡no ha muerto René! lo veo en su hija, poeta, a quien nombró Minerva, al igual que la inmortal mariposa, que cuando llegó a la celda de la 40 les cantaba en las mañanas a los compañeros para aligerar las penas y amortiguar el dolor de las llagas propiciadas por los verdugos y traidores de la patria.
Siempre que te pienso René te veo con tu pelo ensortijado, joven impulsado por ideas libertarias.
¡No, no has muerto René! tu cuerpo físico se fue en diciembre, en tiempos de viento frio, sin embargo, sigues aquí confundido entre las gentes: hombres, mujeres y niños, buscando las sonrisas de todos, en las voces de la muchachada de nuestros campos y ciudades, en las gentes trabajadoras que día a día despiertan a la vida con el canto de las aves a sembrar de esperanza los caminos, a doblar sus rodillas sobre la tierra para hacerla parir sus frutos, en la gente de bien que aspira a una ciudad viable, solidaria, agradable.
Sigues en el viento frio de este diciembre en que la gente sale a las calles a celebrar que podemos estar juntos después de esta pandemia aterradora que nos ha lacerado el alma, que nos mantuvo prisioneros por tanto tiempo.
¡Estás presente René! ¡HASTA SIEMPRE!
A continuación, la carta de René del Risco dirigida a su hija Minerva del Risco en su cumpleaños, quedó en la maquinilla de escribir el día en que perdió la vida.
«Te escribo en el borde de la noche, con el último intento de la luz, hace ya tiempo que se alejaron los pájaros y sólo nosotros, unos cuantos hombres aburridos que ya conocerás mejor más adelante, permaneceremos, en algún lugar sobre la tierra, con los ojos abiertos, atentos a los extraños movimientos de la sombra, escuchando ciertos ruidos solemnes, unas pisadas quizás, el sordo roce de un motor, en el vacío del viento, un grito suelto y solo, perdido resto de lo que fue tal vez algo más vivo y explicable, acaso una manera de morir o de llamar o de perderse alguien simplemente, por esas calles temblorosas…de las tratas, de papeles tirados, de ciertos sonidos de la brisa en las persianas, en los tejados, lo cierto es, que te escribo a esta altura del mundo en que parece que alguien afila su navaja, para cortarnos el cuello en un instante, y es difícil hablarte, no sólo porque estés con los ojos cerrados, probablemente jugando con tus primas en algún lugar inverosímil, conozco bien tus extraños pensamientos, en algún parque con alguna fuente y música, gnomos saltarines que regalan helados y se dejan rodar por techos de esas casitas de colores ingenuos que dibujas en tu cuaderno mascota algunas veces…
Bibliografía consultada:
* Balaguer, J. «Federico Bermúdez». En: Bermúdez, F. Los humildes (1986). Santo Domingo: XIV Feria Nacional del Libro. pág. 25
** A los héroes sin nombre. Poemario Los humildes. pág. 62.
*** Poema Ego. Poemario Los humildes. pág. 33.