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En el área ejecutiva del periódico El Siglo hay un movimiento inusual. Un secreteo intenso, un entrar y salir a la oficina del director contigua a la mesa de correctores. Abajo, en la sala de redacción se ven redactores digitando sus historias para la edición que saldrá a la calle en la madrugada.
Estoy sentado a la mesa agotando mi faena diaria, como corrector, despachando notas mejoradas a los editores. Había regresado al medio pionero de la redacción digitalizada en el periodismo dominicano, situado en la calle San Antón en Herrera, en el oeste del Distrito Nacional. Junto a un grupo de talentos veteranos y noveles había sido parte de su nacimiento el 3 de abril de1989 como reportero de salud, bajo la dirección de Bienvenido Álvarez Vega; jefe de redacción Alejandro Paniagua y de Información, Héctor Tineo.
Son las ocho de la noche y me dispongo a marchar a casa cuando, de repente, sin comunicarme razón, el director Juan Manuel García me invita a quedarme para asista a una reunión cerca del cierre de la edición, a la medianoche. Mil preguntas me pasan por la cabeza.
HORA CRUCIAL EN EL DIARIO
Los minutos me parecen interminables. El murmullo habitual de la redacción se esfuma. Apenas uno o dos periodistas quedan escribiendo las notas del final de la jornada.
Ahora miro al reloj. Las agujas se acercan a las once. Veo que varios hombres llegan y entran discretamente en fila india a la oficina del director de ese momento, entre ellos Manuel Pimentel, vicepresidente de Bancomercio, al que pertenecía el medio, general Oscar Padilla Medrano, jefe de la seguridad del consorcio y exdirector del DNI (1978-1983. Lucen adustos, apenas sonríen.
Caminando hacia su oficina, García levanta su mano derecha abierta a la altura de la oreja e hizo seña de seguirle. “Vamos, Tony”, precisa en voz baja.
Ya sentados en sillones y sillas en redondel, me presenta como corrector, locutor de noticias, director de “Prensa” de Radio Mil Informando, de Radio Mil y profesor de Comunicación en la UASD.
Un funcionario del banco va al grano y plantea el problema que preocupa a la administración: gana terreno un rumor sobre falta de liquidez en el poderoso Bancomercio y temen que una “corrida” de ahorristas sea la consecuencia inmediata.
Él sostiene que la desinformación es infundada y proviene de la competencia. Cada uno expresa su opinión. Yo escucho, atento, en silencio, hasta que me solicitan un enfoque sobre la situación. Y eso hago.
En par de minutos sintetizo la teoría del rumor, fuente y dificultades para identificarla, mecanismos de transmisión, impacto en los públicos. Planteo la imperiosa de una buena dirección de planificación de la comunicación para prevenir. Y algunas acciones para contener la tromba que está en curso, la cual puede llevarse de golpe la existencia del banco, previa advertencia de que los rumores son muy difíciles de detenerlos una vez comienzan a correr.
Al final de la reunión y la asesoría gratuita, ya de pie para partir, Manuel María Pimentel se me acerca. ¿Tú no eres el muchachito que lee noticias allá en mi emisora?
Ante mi asentimiento, se asombra. No recuerda en ese momento que estoy en el noticiario por disposición de él luego de la entrevista que le había hecho en el hotel El Napolitano, para la sección Temas del periódico Hoy, por petición del director del vespertino El Nacional, Radhamés Gómez Pepín.
“No sabía que también eras periodista, no sé si sabes que son las mismas empresas, por eso estoy aquí. Te felicito por los consejos que nos has dado esta noche, Tony. Debemos hablar porque tal vez también me puedas dirigir el noticiario, tengo problemas allá en Radio Mil. Pasa por mi oficina mañana”, adelantó y se fue.
UN ENCUENTRO PREMONITORIO
Hotelero (El Napolitano, Naco), banquero, radiodifusor exitoso y con inversiones en otros emprendimientos, pero Manuel no muestra arrogancia ni pose de millonario. Campechano, puede pasar inadvertido en cualquier grupo.
Por segunda vez en su oficina del tradicional hotel del hermoso malecón de la capital (la primera ocurrió dos años antes), ordena café y agua para los dos, y comienza a hablar sin rodeos con nostalgia.
“Mira, tengo varias empresas, pero mi niña bonita es Radio Mil, y más el noticiario. Ha bajado la calidad, también la publicidad, yo no puedo permitir eso. Me gustaría saber si, además de locutor, puedes dirigir el noticiario”.
Le pregunto por el director de “Prensa” (de noticias), y no titubeó. “Víctor Melo se va, se va, va a atender su negocio”.
Manuel luce convencido de que la solución es despedir a todos los periodistas. Confiesa que el departamento está caótico y que ha recibido informes de que parte de las informaciones sensibles son enviadas antes de las emisiones a una oficina del Departamento Nacional de Investigaciones (1978).
Interrumpo y pregunto, aunque sin ocultar el asombro sobre lo revelado en su relato: ¿Está seguro de que esa sea la solución? Contesta afirmativamente, pero a seguidas me pregunta: ¿Crees que no? –“No”, le respondí cortante.
Reacciona con otra pregunta: -¿Qué harías tú?
Le he respondido que comprendo su malestar, pero le he advertido sobre el impacto negativo que representaría para la empresa la ejecución de una acción tan drástica. Plantea que ya lo ha evaluado con el vicepresidente Pedro Justiniano Polanco (Pepé) y el director general Wilfredo Muñoz. “Lo hago yo o lo haces tú. Hay anillos ahí que necesitamos romper”, advierte, pero opta por hacerlo gradualmente.
Otro aspecto crucial de la reunión: salarios del personal del departamento (periodistas y secretaria) y equipamiento con tecnología (Aun funciona el teletipo para la captura noticias internacionales).
Vistos los montos, le advierto que sería imposible trabajar con un personal desmotivado por tan bajo pago.
Sin justificarse, responde: “Mira mañana mismo le instruyo a Raisa Santana (persona de confianza en Contabilidad en la empresa) para que te entregue la nómina y el tope de salario al que podríamos llegar para que le pongas al lado de cada uno el aumento correspondiente”.
Tercer tema en la agenda: apoyo a las ejecutorias en el Departamento de Noticias de acuerdo a sus inquietudes y no intervención de terceros en las responsabilidades propias de la Dirección.
“Despreocúpate, Tony, así será. Sé lo que se mueve. Tienes todo mi apoyo, pero te advierto que no será fácil para ti, te harán la vida imposible”, presagia y ríe.
Al final de la reunión de una hora en su sencilla oficina del hotel, habla de la atención que necesita Radio Landia y la oficina de prensa en Santiago, de Radio Clarín y su gran alcance, de Radio Mil Estereofónica y su matutino con el sociólogo Manny Espinal, el exfiscal del DN y exjuez de la Suprema Julio Ibarra Ríos y el locutor Henry Pimentel, fallecidos, del sueño que tenía de que a sus hijos e hijas les apasionara la emisora para que se encargaran de ella una vez él no pudiera más, “pero, a excepción de una, ninguno”.
Al despedirnos asegura: “llamaré a Pepé y a Wilfredo para que coordinemos la presentación tuya esta semana en el Departamento de Prensa”. Así llaman a la redacción de noticias radiofónicas por herencia de las redacciones de los medios impresos.