Rachilde, seudónimo de la escritora francesa Marguerite Eymery (1860-1953), asombró por su atrevimiento a la bohemia parisina con la novela Monsieur Venus, que publicó en Bruselas en 1884. Clasificada en la categoría de escritores “raros” y “peligros”, la reputación de Rachilde ronda entre las fronteras de la perversidad y el refinamiento. En su novela encontramos personajes de corte decadentista, insatisfechos y veleidosos, que rompen los esquemas de lo femenino y lo masculino con provocaciones inconcebibles, por lo que la obra fue incautada y su autora multada.
Con agudeza y gran sentido del humor Rachilde construye en Monsieur Venus un personaje andrógino, Raoule de Vénérande, aristócrata caprichosa, contaminada por la lectura de Voltaire y el Marqués de Sade, autores poco recomendables para las jóvenes de su condición; movida por el afán de conocer, más que por un alocado instinto, se adentra en los laberintos del deseo, juega a ser “otro” en una sociedad dividida no solo por género y barreras sociales, sino por prejuicios morales.
Pero Raoule es cerebral y analiza las relaciones de poder en el sexo; así, actúa con impunidad, quizás por sus circunstancias, ya que es huérfana y vive en París en un palacio con una tía beata que no se entera de sus correrías, ni de los hombres que la visitan en sus aposentos. Conoce a Jacques y Marie Silvert, hermanos que malviven en un tugurio del bulevar Montparnasse. En apariencia realizan labores de costura para las familias pudientes, pero ocultan una doble vida. Al observar la belleza femenina de Jacques, Raoule queda prendada de este Adonis que le recuerda a Antinoo. Con él da rienda suelta a los deseos, pero vacila como mujer. “Que sea lo que han sido los otros, un instrumento que pueda yo romper antes de convertirme en eco de sus vibraciones”.
Al igual que la propia autora, Raoule suele salir en las noches vestida de hombre y comportarse de manera excéntrica. Descubre que los jóvenes de aquel tugurio son una prostituta resabiada, que utiliza a su hermano, y éste es una criatura afeminada, con pretensiones de artista, que realiza las labores de costurera. Raoule se convierte en el hombre de la relación y el joven feminizado será dominado por ella. Así satisface sus caprichos, y le paga, igual que a una cortesana, aunque se convierte en esclava de la pasión: “Lo he comprado, le pertenezco. Soy yo quien se ha vendido. ¡Sentidos, vosotros me entregáis un corazón! ¡Ay, demonio del amor! ¡Tú me has hecho prisionera al quitarme las cadenas y dejarme en mayor libertad que mi carcelero!”. Ella masculinizada y él feminizado, viven una insolente felicidad, para asombro de la buena sociedad que les vuelve la espalda.
La singular relación se complica con la entrada de un tercero que da muerte al amante. Obsesionada por la imagen de Jacques, la joven se consuela con un muñeco de cera con lo que satisface los más perversos caprichos. Es decir, el artificio se impone sobre las leyes de la naturaleza y las formas de vida. Deber advertirse que el travestismo propuesto por Rachilde tuvo un antecedente importante en Mademoiselle de Maupin (1832), de Théophile Gautier, donde una mujer ataviada de hombre persigue aventuras galantes.
Novela “feminista” en un sentido inconcebible para la época, Monsieur Venus adquiere mayor relevancia en el contexto del siglo XIX, marcado por cierta misoginia que combate ferozmente las reivindicaciones de las mujeres. En la literatura proliferan dandis que utilizan afeites femeninos, perfumes, joyas, e incluso adelgazan la voz, en un deseo de parecerse a ellas. Monsieur Venus escandalizó, sobre todo, a los hombres incapaces de aceptar que una mujer les devolviese su propia imagen: vestida de hombre, dominando en la relación, pagando, exigiendo y presumiendo, como la propia Rachilde, de ser un “hombre de letras”. De ello da cuenta la cubierta de la edición de 1885 de Monsieur Venus en la aparece esta cita del cuento “Mademoiselle Zuleïka”, de Catulle Mendès: “Ser casi una mujer, buena manera de vencer a la mujer”, y que pertenece al tomo de 1882 de su obra Monstruos parisinos.
Entre el desconcierto y el asombro, el terrible crítico Maurice Barrès, elogió Monsieur Venus con estas palabras. “Rachilde nació en un cerebro en cierto modo infame, infame y coqueto. Todos los aficionados a lo raro lo examinan con inquietud […] Nos gusta Monsieur Venus porque analiza uno de los casos más curiosos del amor a sí mismo que haya producido este siglo enfermo de orgullo”. Una época que parece despreciar e imitar, a la vez, la gracia femenina, pero también la prepotencia del varón que le arrebata el dominio a la mujer en la relación amorosa.
Poderosa y descarada Rachilde dominó desde la revista El Mercure de France, que dirigió con su marido, manipulando a su antojo el mundillo literario en sus “martes de la rue des Écoles”. La posteridad la castigó con el olvido por su antifeminismo declarado y por controvertidas posturas políticas (Simone de Beauvoir ni siquiera la nombra en El segundo sexo). Los nuevos feminismos, sin embargo, se acercan a ella con curiosidad y asombro.
Consuelo Triviño Anzola en Acento.com.do
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