Varias veces he oído en boca de Isael Pérez estas palabras: ¡Quién motiva a los motivadores! aquellos que se dedican a inspirar a los demás para que emprendan algún proyecto son personas indispensables para el crecimiento de una sociedad. La motivación es el motor o la bujía que impulsa a dejar el estado estático, la inercia, e iniciar un cambio que solo necesitaba ese empuje.
¿Cuántas personas no estarían hoy rezagadas sin esas palabras de aliento? Sin esa orientación de individuos que, de una u otra manera, ya sea por las razones que fueren, son el alimento de la motivación.
En el universo de la cultura, las artes y la literatura, existe un grupo de personas que, con admirable dedicación, se empeña en inspirar a otros: gestores culturales, escritores y editores que actúan como catalizadores de creatividad y transformación. Tenemos el caso de Isael Pérez, escritor y presidente de la Editorial Santuario, un motivador tenaz, innato, que mantiene ese ánimo de transmitir emociones sin importar si es ante cuatro o cien personas. Diría que él mismo se automotiva.
Otros individuos, con su actitud apacible, abren puertas para que las personas se enrumben por el camino de la escritura, como los escritores Luesmil Castor Paniagua y Alejandro Santana, máximos directivos de Tiempos de Nosotros Editores. Tenemos el caso de Rodolfo Báez, quien a través de su sello El Gato Editores y otros, incentiva a la juventud. Asimismo, con gran tenacidad lo hace el escritor Rafael Rodríguez, quien dirige la editora Río de Oro.
También encontramos escritores que, a través de sus intervenciones en las redes sociales o mediante la publicación de artículos, siempre están motivando a otros a seguir produciendo en el ámbito de la intelectualidad. Ejemplo de ello son Aquiles Julián, presidente del Centro Pen RD, e Ike Méndez, quien ha sido un gran promotor del arte y la cultura. Del mismo modo, Frank Núñez con columna en el periódico el Caribe, Rafael Nino Féliz, quien me dio la primera mano al realizar el prólogo de dos de mis primeros libros, así como Virgilio López Azuán y Julio Cuevas, quienes se mantienen analizando libros a través de sus artículos en periódicos digitales.
Lo mismo se puede decir de los aportes invaluables a la cultura del periódico Acento. Hay otros tantos motivadores, que no es posible mencionar por la extensión limitada de este artículo, también desempeñan un digno papel en esta labor.
No quiero dejar de mencionar a un motivador por excelencia, conocido por su trato afable y humildad al ser abordado por jóvenes que buscan orientación en el mundo de la escritura. Me refiero a Mateo Morrison, laureado escritor, quien tuvo el honor de ser homenajeado por el Ministerio de Cultura al dedicarle la XVI versión de la Feria del Libro 2024. Una decisión justa, atinada y oportuna, por tanto, se motivó a un motivador.
Ellos son quienes motivan a las personas a escribir, a adentrarse en el vasto mundo de las ideas y a valorar los aspectos culturales que enriquecen nuestras vidas. Pero la pregunta subyacente es: ¿quién motiva a los motivadores? En ese sentido, dejo aquí un fragmento de un poema de mi autoría titulado ¿De qué vale la gloria?:
“… ¿De qué vale la gloria en la tumba / si la vida fue el infierno? / ¿De qué valen los tambores retumbando / si la música entonaba en su estómago de hambre? / ¿De qué vale acompañarlo en su última morada con las gloriosas estrofas del himno nacional, / si estuvo siempre acompañado de la música infernal de la soledad? / ¿De qué valen veintiún cañonazos si miles de impotencia él vivió? / ¿Dónde está la gloria de los hombres? / ¿En las frías profundidades del suelo o en la mano inclemente del hombre? / ¿De qué vale la guardia de honor si sus últimos días fueron desiertos? / ¡Cuántos dolores habrá quedado en el corazón de aquellos que por amor entregaron su vida! / Si la gloria, ¡Carajo!, ha de ser, / que sea también para los seres humanos vivos, / no solo para los muertos, / no solo para los familiares / ni para los amigos / ni para el estado puto y vagabundo que lo abandona. …”
La motivación de estos incansables promotores de la cultura puede encontrarse en un profundo sentido de propósito. Como decía Aristóteles: “El placer en el trabajo pone perfección en la obra”. Los motivadores se sienten complacidos con lo que hacen. Hay una chispa interna que lo motiva y en el caso de la literatura ellos saben que tiene el poder de transformar a las personas y a la sociedad.
Desde una perspectiva psicológica, el acto de motivar a otros puede ser tanto una fuente de satisfacción personal como una carga emocional. Los motivadores suelen experimentar una conexión emocional profunda con aquellos a quienes inspiran. A los motivadores hay que motivarlos para que sus semillas sigan germinando y crezcan como alimento de las generaciones presentes y futuras. No es que busquen laureles; es que la esencia del ser humano es esa.
El psicólogo Abraham Maslow, en su teoría de la autorrealización, argumentaba que las personas se sienten más completas cuando ayudan a otros a alcanzar su potencial. Pero también señalaba que solo es sostenible si los individuos tienen cubiertas sus propias necesidades psicológicas y emocionales. Esto indica que los motivadores necesitan retroalimentación y reconocimiento de lo que hacen: puede ser a través de agradecimiento de las mismas personas a quien le ha brindado su apoyo. Un reconocimiento público de un grupo o institución.
Como sociedad, es crucial reconocer que los motivadores también necesitan ser inspirados. Necesitan saber que su trabajo tiene impacto, que sus esfuerzos son valorados y que no están solos en su misión. Como decía el escritor irlandés Oscar Wilde: “El arte es la forma más intensa de individualismo que el mundo ha conocido”. Sin embargo, este individualismo intrínseco se pluraliza al motivar a los demás.
La tarea de motivar a otros no es sencilla. Requiere energía, pasión y un compromiso consigo mismo. Al reconocer y apoyar a los motivadores, no solo aseguramos su bienestar, sino que también garantizamos la continuidad de su invaluable labor. Al fin y al cabo, una sociedad que motiva a quienes inspiran a otros es una sociedad que avanza.