Quizás la vecina, el vecino, el prospecto de béisbol, el empleado privado, el primo, el tío, el hermano, el albañil, la muchedumbre, las muchachas del barrio o tal vez el mismo autor. Lo cierto es que, sin lugar a dudas, todos contamos un poco.
Alejandro Santana nos define. Nos muestra el camino a seguir a partir desde el día en que nacemos.
Nos muestra qué es la vida, formulando una respuesta existencial a esa pregunta que nos hacemos a diario. Dice, de ese regalo de Dios, lo siguiente:
"La vida, ese rosario indescifrable de sortilegios que discurrimos a tientas y que solo se deja leer en códices inciertos y oscuros" (Y punto) Pág. 90
Edgar Allan Poe en su ensayo “Filosofía de la composición” plantea lo siguiente: “Creo que existe un error radical en el método habitual de construir un relato”. Y prosigue: "O la historia proporciona una tesis, o un incidente cotidiano sugiere una de ellas…"
Aquí el incidente es la muerte, aunque la muerte no lo sea. Sin embargo, cuando empiezas la vida, la culminación en la que pensamos nunca es la ausencia de ésta. Siempre las ambiciones, los deseos, las aspiraciones válidas o no, que son inherentes a los seres humanos, nos aleja de ese inevitable destino que asumimos, cuando sucede, como un incidente.
El narrador, que nunca deja de ser poeta, es el encargado de darnos la noticia. De contarnos, en pocas oraciones, sin ninguna consideración posible y en ocasiones, de una forma artísticamente cómica, que nuestro momento de partir ha llegado:
"Antes de salir a la faena, solo tuviste tiempo de ver tu esquela publicada en la página 13." (Impacto) Pág. 21
En su neurosis, Santana, nos muestra la delgada línea entre la muerte y la locura. Ya he citado en otros textos, al Dr. Zaglur: "La locura y la muerte destruyen el yo y el solo pensamiento de que nos pueda suceder genera angustia.
Ante la idea de la muerte hay un horrible miedo; frente a un loco hay risas, pero detrás se esconde un temor tan grande como el de la muerte misma" (Mis 500 locos, 1972). La locura en “Con los días contados”, transforma al ser humado ordinario en alguien extraordinario, haciéndolo instrumento de la demencia, una demencia que nos hace traspasar los límites de la muerte misma:
"Encontraron a la madre acuclillada junto al cadáver del niño. Tenía las manos ensangrentadas y la mirada perdida. Por más esfuerzos que hicieron los investigadores durante los interrogatorios no hubo manera de llegar a una conclusión con relación al hecho. Ella nunca más pronunció una palabra". (Prisionera) Pág. 31
No somos capaces de juzgar un hecho cuando éste viene de una mente que ha quedado divorciada de la cordura. Nos vemos reflejados en la impotencia. Los textos que acompañan las páginas de este libro están llenos de sangre. Pero, con un disimulo que raya en la irrealidad, el autor demuestra que puede hacernos morir, sin que una gota del fluido escarlata se derrame sobre la historia:
"La realidad es demasiado cruel para vivir en ella" (Nota de un suicida).Pág. 53.
La editorial Tiempo de Nosotros, con su filosofía de innovar en este mercado altamente competitivo, nos trae esta edición en un tamaño completamente ágil y atractivo para lectores juveniles.
Convenientemente, este se ajusta a las estrecheces en que se encuentran inmersos los personajes de cada micro cuento. Sus preguntas y dudas, sus sensaciones, sus aberraciones, sus formas de ver la vida, lo cotidiano, el arte…:
"Fue ahí cuando surgió la pregunta, ¿quién hace a quién; la obra hace al artista o el artista a la obra?" (Arte abstracto) Pág. 55.
Somos esclavos de ese tipo de preguntas que se formulan a lo largo del libro:
"¿y si somos nosotros la pesadilla de Dios?" (Conversación) Pág. 56
"¿Por qué Jesús no le dio un abrazo a su amigo Lázaro luego de haberlo regresado de la muerte? (Con amigos así) Pág. 80.
"¿Y cómo fue que el pasado pasó y no nos dimos cuenta?" (Aclaración) Pág. 84.
Preguntas y preguntas que nos dejan sin sentido. El autor se adentra en nuestra psiquis como un hipnotista y nos aleja de la realidad llevándonos a lo fantástico. Luego nos deja a nuestra suerte y no sabemos si somos reales o fruto de la ficción. Alejandro es un mago:
"Pero ciertamente la verdadera fantasía es alcanzada cuando además de extraordinaria esta se convierte en una fuga hacia los laberintos del sueño…" (Ficcionada) Pág. 87.
La catarsis nos invade a todos. Todos nos sumergimos en cada una de las historias. A veces, hablan de mí, otras, de ti y a veces no sabemos si seguir contando. La vida pasa de prisa en cada uno de los relatos. Es como si terminara nuestro paso por la tierra cada vez que nos topamos con un punto final.
"¡Poeta, poeta, despierte! ¡Vámonos que es hora de cierre! (Hora de cierre) Pág. 5.
Y no despertamos. Estamos atrapados en las fuerzas oníricas del poeta. Santana nos ofrece como tributo al Altísimo. Nos escoge, nos despelleja, nos vuelve fantasmas que leen sus propios epitafios. Es tan poderoso que nos vuelve polvo y nos condena a quedarnos allí:
"Estamos aquí de paso. Y si hay algo cierto en esta vida, es que al final del viaje, regresaremos al polvo para siempre de donde nunca debimos haber salido". (De paso) Pág. 71.
Aún hoy podemos contar los días. Estamos a tiempo. No perdamos la oportunidad de contarlos leyendo este libro que nos permite, dentro de un mundo coloquialmente mágico, morir y reírnos de nosotros mismos, a la vez.