PUPÚ – PUPU
Se espera que el título no disuada a lector alguno del impulso de leer este artículo. El objetivo es entrar en el estudio del vocablo del título y de otros que le son afines, así como de sus derivados. El motivo que impulsa a embarcarse en este tipo de estudio es que existe poca literatura al respecto y el tratamiento usual adolece de brevedad, superficialidad o poca seriedad (¡!).
La mayoría de los lectores, sobre todo los dominicanos, no necesitan que se les recuerde lo que el vocablo del título significa. Es una de las primeras palabras que los niños aprenden, eso no puede olvidarse. La razón para que sea así es que los padres le enseñan el significado de esta palabra, pues es una función fisiológica que los niños experimentan de modo instintivo.
Otra razón que pesa sobre el conocimiento de la palabra desde los primeros años de vida es que es fácil de pronunciar para los niños. La letra P con su pronunciación existe en casi todos los idiomas y es la que imita el más grande número de cantos de pájaros. Se recuerda que el árabe no distingue entre el sonido P y B. Historia de las letras (1996:165). De allí es de donde los dominicanos se identifican con los “turcos” llamándose recíprocamente “barsanos”, y, no paisanos.
Para facilidad de los niños, se pronuncia pupu tanto como pupú. Son solo dos sílabas repetidas. En una versión se coloca la mayor intensidad sobre la última sílaba, pupú. Llega el momento en que la madurez de las cuerdas vocales permite que los niños a su temprana edad asimilen otro sonido que se incorpora para identificar la misma materia, cacá. No hay que ser fonetista ni entendido en la materia para saber porqué se eligen estos dos disílabos.
No debe de perderse el tiempo buscando el vocablo pupú en el Diccionario de la lengua española, pues ese lexicón no lo reconoce. No hace falta el reconocimiento porque el uso inveterado de millones de hablantes de español sí sabe lo que es y de qué se trata.
La pupú no aparece, pero la caca o cacá sí está registrada en los repertorios académicos. La pupú se encuentra en el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la lengua española, (2010: 1787). donde se reconoce su uso en seis países de Hispanoamérica, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, República Dominicana, Venezuela. En total, esto representa cerca de sesenta millones de hablantes de español que reconocen el vocablo. Esto no es una desdeñable masa de hablantes. Compárese con los hablantes de español de la península donde hay menos de cincuenta millones de españoles.
Este caca que se ha presentado en calidad de sinónimo para pupu, posee un significado propio que no comparte con pupú. Se utiliza para indicar “no toque” en lenguaje infantil. En español peninsular también se utiliza para suciedad, inmundicia. Diccionario de la lengua española (2014-I-370).
Los dos vocablos mencionados antes se utilizan generalmente para excremento humano; esto así porque estos niños están menos expuestos a contacto con otros excrementos, a menos que no sean los de los animales domésticos.
En portugués brasileño existe un uso para “caca”, en el registro coloquial, “ser caca” que se emplea para “estar o ser sucio, asqueroso”; empleado sobre todo para hablar con un niño pequeño. A Dictionary of Informal Brazilian Portuguese (1983:92).
Como era de esperar, la caca no se detuvo ahí. Pasó a otras lenguas. Vale la pena examinar lo poco que se sabe de esta reduplicación de sílaba para excremento, en cuanto al origen en el español común, y, de ahí migrar a otras lenguas de la familia del español.
El Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (1980-I-719) refiere que caca es “voz de creación expresiva procedente del lenguaje infantil”. Fue documentada por primera vez en el año 1517. Apareció en otras lengua en los mismos años: en francés caca: en irlandés cacc; en latín cacare, cagar; en ruso kakar. Vale la pregunta, ¿Estamos en buena compañía?
La etimología procedente del francés es más rica que en español. Se tratará de abreviarla. En francés se relaciona con el latín cacare, cagar, (1534). Es de origen verbal popular, derivado del irlandés caccaim, griego kakkan, ruso kakat, alemán kakken, que aparece en el galo cach “caca”. Estas rarezas se mientan para crear conciencia con respecto a las relaciones entre las diferentes lenguas. Supuestamente proviene del lenguaje infantil para cagar del latín, cacare. Reemplaza a mierda en francés, merde; usado en sentido figurado para basura, suciedad. Zola lo usó ya en el año 1902.
Cagada es sustantivo para una acción con resultado fallido. En francés cacade, fue caguade en el siglo XVI. Fue tomada del provenzal cagado, “evacuación de excremento”, que pasó a ser “diligencia fracasada, resultado fallido”. Estas referencias se traen a colación para remarcar las semejanzas. Dictionnaire historique de la langue française (2012-I-535).
En italiano cuentan con cacare, (con acento grave sobre la segunda A). Es “dar del cuerpo”. En esa lengua se conoce desde principios del siglo XIV. Una cacata es el acto de expeler excrementos. Enseguida se nota el parecido a la cagada del español. Dizionario etimologico della lingua italiana (2009:190).
Se piensa que en el español dominicano el vocablo pupú es posible que provenga del inglés poop, (se pronuncia pup) lengua en la que significa excremento. La reduplicación de la sílaba es probable que haya tenido su origen en la imitación del habla infantil. En español peninsular existe popó, sinónimo de cacá. El peninsular usa caca, sin tilde en la última A.
El verbo cagar y el nombre caca han producido otros vocablos en el habla dominicana, cagadera, cagado, da; cagalatraba, cagantina, cagapatio, cagarreta, cagazón y cagón. Los vocablos que se mencionan poseen en español dominicano acepciones que no obedecen solo a su terminación o sufijo.
Cagadera es diarrea. Cagado, da, es persona muy parecida a otra. Cagalatraba es persona insignificante. Cagantina es diarrea. Cagapatio es persona desaseada y carente de educación. Cagarreta es diarrea. Así mismo cagazón también sirve para expresar error grave. Cagón es persona insignificante. Diccionario del español dominicano (2013127).
Ahora bien, después de esta exposición suponga que a un dominicano en un viaje a América Central le ofrecen probar un plato que se conoce con el nombre de pupusa. Es muy probable que la primera reacción sea fruncir el ceño, manifestar disgusto con un mohín facial y tomarse un tiempo. Muchas personas solo por el nombre declinan probar el plato. La pupusa bien conocida en Honduras y El Salvador es: “Empanada: manjar compuesto de queso, frijoles, etc., encerrado en una tortilla y cocido en comal”. Hondureñismos (1897:145).
Se aconseja dejarse de remilgos con respecto a los nombres de algunos platos porque los italianos son divertidos para nombrar los tipos de pastas que usan. Las
denominaciones muchas veces corresponden a las formas; claro en italiano. Como el comensal ignora esa lengua se la come sin refunfuñar. Capelli, linguine, vermicelli.
Si le produce asco usar el vocablo mierda, puede en su lugar reemplazarlo por excremento, heces. Para los animales se prefiere en el habla de los dominicanos estiércol, los hablantes refinados dirán boñiga. Para la caca en registro infantil los hablantes de español peninsular favorecen la voz popó, que es la pupú dominicana. En el caso del la mierda compacta se llama mojón. Este mojón posee acepción dominicana, “persona a quien se considera insignificante”. Diccionario del español dominicano (2013:467).
Los franceses hace largo tiempo que encontraron la forma de evitar utilizar la cruda palabra merde. A Pierre Cambronne se le atribuye haber pronunciado la palabra merde en la batalla de Waterloo; de allí que los franceses se refieran a la útil palabra, “le mot de Cambronne”. Imagino que ya herido y conminado a rendirse la pronunció como una interjección o blasfemia.
Hay un vocablo caído en desuso que oí en mi juventud, fete, que se usaba en lugar de mierda. Diccionario del español dominicano (2013:309) Según parece este vocablo debe su origen al hedor del excremento, pues existe un término español en desuso, fetor con el valor de hedor. Diccionario de términos anticuados y en desuso (1973:181).
A guisa de colofón para esta disertación, se citarán frases ajenas y autorizadas. En junio de 1963 en el Congreso de Instituciones Hispánicas, D. Dámaso Alonso, expresaba: “No he conseguido vencer el criterio de abstención pudoris causa. Creo necesario que alguien haga un estudio serio y documentado…” Se refería a la cuestión de los vocablos malsonantes. C. J. Cela en su Diccionario secreto (1968:20), añade, “La linde que separa las voces admisibles de las no admisibles, o las admitidas de las no admitidas, es siempre movediza y, como obra de humanos, son frecuencia pintoresca…” En este escrito se ha hecho un esfuerzo para arrojar luz sobre las sombras de las “malas palabras”.
Roberto Guzmán en Acento.com.do