Quinto día del mes del teatro. Entre certezas, dudas, plenitudes y vacíos, empieza a filosofarse en las redes sociales sobre la interrogante a ¿por qué teatro? Lleva esto a la inevitable problemática de nuestra inherente condición: la incertidumbre.
Si “la incertidumbre es condición humana”, ¿qué más humano que un teatrero? Conscientemente o no, el teatrista busca el sentido de la vida en el escenario. La convicción de existir la encuentra allí, en ese espacio-tiempo de representación que nace y fallece cada vez.
Todo es incierto, salvo la muerte. El teatro brinda la certeza de estar vivo, por eso nos arriesgamos en cada función. La adrenalina catártica hace que nos lancemos a lo desconocido para, en el vacío, resucitar, sentirnos plenos, vivos.
Cuando el teatro sucede, aquella sensación de vacío se va llenando de vida, la incertidumbre sigue, pero el miedo a ésta se desvanece efímeramente, tanto para el hacedor como para el observador. Ya no hay ausencia del otro ni de la propia, porque nos encontramos mutuamente en las otredades escénicas de ese “espacio vacío”.
Buscándole la quinta pata al gato a esta cuestión, arriba la respuesta de la teatrista y filósofa Ingrid Luciano, que piensa y dice:
«¿Por qué teatro?
Porque como seres humanos, el teatro se nos presenta en nuestro lenguaje fundamental: el diálogo; y en nuestra experiencia vital: el conflicto.
Porque no sabemos expresarnos ni mirarnos más honestamente que cuando nos distanciamos ficcionalizando y convirtiendo en personajes nuestros más profundos anhelos, miedos y fracasos.
Y también porque somos un poco tercos, testarudas, "vintage" incluso, y nos sigue apelando la emoción del encuentro y la comunidad cara a cara y piel con piel.»
Posa la gata su quinta pata, filosofo, pienso y digo: a pesar de la imperiosa incertidumbre, el teatro es una imperativa necesidad humana. El teatro es una experiencia necesaria, fundamental para la vida en sociedad… El teatro es, “quinta esencia” de la humanidad.