Cuando la impuesta cuarta pared imaginaria se tumba, de alguna manera u otra se descubre nuestra cruda realidad y, en confidencia escénica, la castrada intimidad humana se desvela. Eso es lo hermoso del teatro, que más allá de esas paredes ficticias, público e intérpretes cara a cara se confrontan en cada acontecimiento teatral.
Cuarto día del mes del teatro y la cuarta pared empieza a caer. Las respuestas y comentarios respecto a las pesquisas de, ¿por qué teatro? se van aglomerando en las mensajerías digitales desde donde se lanzó dicha interrogante. El intercambio whatsappístico teatral se cuantifica cada vez más. El interés crece y las contestaciones florecen.
Como cardumen dionisíaco, los mensajeros emiten su pensar desde sus distintos caos, cada mensaje refleja su mensajero. Algunos replican la cuestión y de manera contestataria refutan.
Cual confesión expresada entre cuatro paredes, llega (categórico tal vez), el mensaje del sin dudas experimentado dramaturgo, director teatral y docente, Carlos Castro, quien consabidamente manifiesta:
«Hola Canek, tu pregunta ¿Por qué teatro? me sacó un poco de base porque la encuentro demasiando general, y por demás, nunca he sabido si siempre tiene que haber un por qué de las cosas.
Yo te respondería y ¿por qué no teatro? Desde muy niño, me ha sido muy fácil ver las cosas en planos cinematográficos o constructos escénicos. Creo ser un teatrista genético, me cuesta poco esfuerzo escribir y pensar en dramas. Ojalá yo solamente hubiese vivido de la industria del cine y del teatro. Escribir y montar teatro me divierte mucho. Lo que me aburre y cada vez me interesa menos es el “post teatro”; o sea ir a ver mis montajes y lo que sucede con el ego de los actores y actrices después que se presentan. Se creen demasiado el número y a veces por eso no avanzan, porque se conforman con los aplausos de un público poco exigente como es el nuestro.»
Se corta la señal del wifi, se cae y rompe la cuarta pared, una catarsis se aproxima.