Su estancia en el taller no fue duradera, pero continuó cultivándose en la literatura; en 2019 publicó No jodas tanto, donde reúne diferentes tipos de textos. Es fundador del taller literario Cemí. Tres palabras subyacen en el discurso de estos poemas: ausencia, soledad y abandono, vocablos urgidos por la desesperanza y la desolación. El amor solo existe en su recuerdo «[…] con pequeñas gotas de luz», donde sus «ojos dibujaron su rostro». Ante los impulsos de distanciamiento de su amada, evoca: «Con uno arañé mis miedos y (con otro) até tu silueta vacía a mi cama», todo se convierte en «el sudor de las pesadillas».

En los sinsabores del amor, él persiste en ir «derramando» su «sangre» como un «ladrón en la noche». Pese al «llamado a huelga» de su corazón, no puede resistirse al erotismo de la sexualidad; entonces sigue «mojando los ojos al sol», entre las piernas de la soledad de su adorada. 

Intentos inútiles

 Durante tu ausencia

obligué a los trozos

que te robé

a usurpar tu espacio.

Los acordes (disonantes) de tu voz

bailaron sobre las paredes

donde (con pequeñas gotas de luz)

mis ojos dibujaron tu rostro.

Durante tu ausencia

substraje (de tus huellas) tus impulsos.

Con uno arañé mis miedos

y (con otro) até

tu silueta vacía a mi cama.

Traté de conservar

los besos que tatuaste

en mi piel. No pude,

se negaron infamemente y

(a pesar de los esfuerzos)

se fueron escurriendo

con el sudor de las pesadillas.

Invasión

 

A los pocos días

de conocerte

se mudaron

a mis oídos

(en espacios

casi simétricos)

notas blancas

y negras.

No sé cómo

librarme de ellas

ni cómo evitar

que sus (constantes)

revoluciones sigan

derramando mi sangre.

Lo peor es que

ya no viven

donde las conocí,

se han traslado

(sigilosas como

ladrón en la noche)

a mi boca.

Si (de repente) quedo mudo

es porque (mientras te hablo)

asesinan mis canciones.

Llamado a huelga

 

Con los acordes

que me quedan

ni creas que voy a decir

que a la luna

se le murieron

las canciones

ni que se le han mojado

los ojos al sol.

Tampoco diré

(ahora que no te envuelves

con mis miradas)

que a las abejas

se les pierden las flores.

No esperes

que reconozca

(ante tu roja boca roja)

que el llamado a huelga

de mis labios

solo queda sin efecto

si los estampas

con algún trozo de ti.

Estos no son ruegos

No creas

que si no

vuelves a mudarte

entre mis piernas

ni a escupir

tus versos

en mis manos

ni a soplar

tus melodías

en mi boca

me voy a morir.

No creas que

(como uno

de esos

pendejos del cine)

estaré

(rosas en mano)

en tu puerta

esta tarde.

No creas

que estos versos

salen del hinchado vientre

de mi soledad,

solo pensé que al leerlos (quizás)

sus líneas salvajes

te obligarían

a regresar.

Sacando la basura

Estoy eliminando rostros.

En estos días,

cuando más que nunca,

nuestra memoria

es de tan corto plazo.

Será necesario, también,

reducir ciertos olores.

Estoy sacando de mis ojos

recuerdos de gente

que nunca conocí.

Dejando, al lado de la carretera,

canciones que ya no tienen

el color de mi niñez.

Estoy eliminando nombres.

Aquellos que son

muy largos, o viejos,

o esos que comienzan con /f/.

Necesito quemarlos

en la punta de mi lengua

o envenenarlos

antes de que escapen.

Estoy reciclando palabras

porque casi llega la hora y

no quiero morir

con la boca llena.

Tenue evasión de los lapsus que me miran

 

El tiempo es una cosa redonda

que me mira desde una ventana

como si no quisiera tocarme,

como si mi desesperanza

fuera el mutipucán

que mueve los

engranajes de

sus ojos.

Su verticalidad

asesina fonemas:

manchas sonoras

que se niegan

a reventar

en mi boca;

se traga las líneas

donde duermen

en mis pasos.

En sus manos rumia

la hora última-única-ufana,

ese fragmento que nunca llega

a lamer mi piel. El tiempo desdibuja

los rostros del prójimo

como haciendo espacio

para preñarme

con otras máscaras.

No se queda

ni regresa

ni me lleva a

otros momentos.

Luego del tiempo

no hay más tiempo:

un espacio

donde

flotan

cadáveres.

 

FAUSTINO LUCIANO MEDINA RODRÍGEUZ

Profesor e investigador universitario nacido en Santiago Rodríguez, República Dominicana. Estudió Educación Básica en el Instituto de Formación Docente Salomé Ureña. También cursó una licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo y una Maestría en Lingüística Aplicada a la Enseñanza de la Lengua en la misma universidad. Actualmente, labora como docente en el Departamento de Estudios Generales de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra y en la Escuela de Letras de la UASD. También es miembro y fundador del Taller Cemí Literario, un colectivo que se reúne en Casa de Arte, Santiago de los Caballeros. Además, administra la web literaria fuceli.org. Sus últimas publicaciones son: No jodas tanto (poesía, 2020) y Susurros que deambulan por la casa (microrrelato, 2021).