Parte del título constituye un préstamo tomado de la monografía del Boletín del Colegio de Etnólogos y Antropólogos de México, en su edición del 2017. Que esa entidad de investigadores dedicara una publicación monográfica para este tema, nos brinda una idea de la importancia que ha alcanzado el mismo en el ámbito de los estudios culturales.
Hay muchas aproximaciones al término de patrimonialización, empero, todas parecen coincidir en que el concepto se refiere a la puesta en valor de un bien cultural; sin embargo, esto puede ir más allá de la noción de bien material y alcanzar a los bienes naturales, a la persona, al grupo social o al fenómeno.
Los que patrimonializan dicho bien son los sujetos; por tanto, patrimonializar, es también acción de los sujetos sobre algo tangible o intangible. A primera vista, estos sujetos serían expertos, investigadores y/o actores con poder político, empero los ciudadanos podrían organizarse y actuar para legitimar la patrimonialización de un bien. Los actores sociales validan o cuestionan la patrimonialización por lo que puede constituirse en lugar de confrontaciones sociales y políticas.
Un buen ejemplo de este conflicto, lo fue el llevar al Panteón de la Patria los restos de Santana. Aunque en la patrimonialización hay un proceso objetivo que lo validan las ciencias: antropología, historia, sociología, etc., también hay la cuestión subjetiva determinada por la mirada de los actores de una época, y nunca podremos tener una postura homogénea ante la cuestión del valor histórico y/o cultural de un bien, un personaje, un grupo humano o un acontecimiento.
Patrimonialización como puesta en valor
Se considera que la patrimonialización debe dar a ver el valor del bien cultural o natural que se patrimonializa, pero es importante establecer que una gran variedad de valores: valor económico (la llamada economía naranja que estudia el impacto en el PIB de los bienes culturales), valor social (importancia comunitaria del bien), valor de memoria histórica, valor identitario, valor ecológico, etc. Los ciudadanos (actores sociales) son quienes validan la patrimonialización. La legalidad es otra discusión que involucra a especialistas y actores políticos.
De la aseveración de que la puesta en valor corresponde a los actores sociales, se desprende que la misma es una construcción social. Como tal, estará marcada por la ideología, las condiciones de la época y los sistemas de creencias de la cultura en particular. En la revista cultural Mito, Diana Ramos citando a Dávalos, afirma que: “la base del valor patrimonial está en la mirada social¨.
Lo que Ramos y Dávalos llaman “gestos de patrimonialización” son pasos para el rescate de un bien: Primero el reconocimiento por parte de un grupo social, lo que nos permite distinguir entre patrimonializar versus patrimonialismo. En segundo lugar, ese bien se somete al escrutinio de los expertos. Tercero, se establece si es digno de ser considerado patrimonio y declararlo como tal. Cuarto: acceso social público; el bien tiene que ser accesible a la comunidad. Quinto, el mantenimiento y preservación como responsabilidad del Estado.
Estos cinco procesos parecen sintetizar: la participación de la comunidad, la validación de los expertos y la legalización por parte de los actores políticos. Así, el bien patrimonializado pasa a ser un bien para las próximas generaciones con un estatuto que debería obligar y responsabilizar a su preservación. En tanto que la patrimonialización le asigna un significado inédito a un bien, podríamos considerarlo, en el ámbito multidisciplinar como una re-semantización del bien.
De manera que la patrimonialización es un proceso complejo que involucra las políticas públicas, el problema territorial, la visión de los ciudadanos sobre sus objetos identitarios, la cuestión histórica e ideológica, la lengua y su capacidad de simbolizar y resimbolizar. Una cultura en movimiento abre un nuevo discurso sobre el monumento, diría el doctor Odalís Pérez. Esto le asigna valor a aquello que se mueve, que admite nuevas lecturas, como es el caso de la historia de los monumentos y patrimonios coloniales. Ante un nuevo proceso de desmitificación de la historia colonial, esos monumentos y patrimonios esperan por nuevas lecturas y reposicionamiento.
La ruta del esclavo, proyecto intercultural iniciado por la UNESCO en 1994, ha permanecido ignorado por los historiadores y antropólogos dominicanos (salvo algunos balbuceos), el tema de “resistencia, libertad y patrimonio” legado de los esclavizados, es ignorado en un país predominantemente negro y mulato, pero que sufre la enfermedad del endoracismo, arma efectiva del colonialismo mental. A la pregunta hecha por Spivack, de si tienen voz los marginados, le responde el silencio de los intelectuales.