La novela ¿Agua o Tequila?, de Alejandro Santana, está estructurada en tres (3) extensos capítulos. Editada por "Tiempo de nosotros-Editores, con diagramación y diseño de portada, a cargo de Ludwig S. Medina. Santo Domingo, República Dominicana, 2024. 200 páginas.

El sujeto-autor, ha clasificado su obra como un una "Monolovela", me imagino que esa definición se debe al carácter de monólogo que hay en esta narración.

Si partimos de las definiciones clásicas del concepto de novela, vemos que se trata de una narración en la que se cuenta una historia. Esa historia puede ser ficticia o real. En este caso, se trata de una realidad ficcionada, con una compleja estructura narrativa, donde predomina la narración poética de los acontecimientos.

Momento en que el académico e investigador Dr. Julio Cuevas expone sus juicios críticos sobre la referida novela, en un acto especial que sirvió de encuentro festivo, en las oficinas administrativas de la Feria del libro, en la plaza de la cultura. Al lado, el narrador y poeta Alejandro Santana.

Este es un texto que, en sí mismo, niega el ordenamiento, la forma y la estructura interna de la novela tradicional, dejando al lector la interrogante de estar o no, ante una narración novelada o ante un extenso poema en prosa? Me quedo con la propuesta de estar ante una realidad novelada, a partir del discurso poético.

En esta narración, hay un narrador omnisciente que tiene dominio y conocimiento de cada uno de los hechos que aquí se cuentan, desde un tiempo pasado y en un contexto familiar de angustias y pesares.

Ese narrador omnisciente es capaz de relatarnos el pasado y las frustraciones de un personaje que se debate entre el arrepentimiento de sus hechos o la angustia de seguir viviendo el descarrilamiento de su existir.

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Momento en que la esposa del autor de la novela "¿Agua o Tequila?" saluda y agradece la presencia del público.

He aquí una mirada a la vida y su transcurrir, donde, aunque queramos, no podemos borrar los indetenibles episodios de nuestros existir, porque lo vivido queda como una huella intangible en nuestro existir.

Nos queda aquí la tesis de que lo vivido no se borra, aunque podemos mejorar o empeorar nuestro vivir. Hay aquí una proyección intrasicológica de unos personajes que nos son presentados en secuencia, desde las frustraciones y el desandar de sus personales principales.

"¿Agua o Tequila?" o la "monolovela" del existir y la melancolía del ser? Hay aquí la meaculpa constante de un sujeto participativo que se diluye en el marasmo de sus propias frustraciones existenciales.

Son hechos que podemos vivir o ver su ocurrir en nosotros o muy cerca de nosotros, porque los hechos que aquí acontecen, encuentran su génesis y su raíz en nuestro entorno vivencial o en nuestra vecindad más inmediata.

El sujeto autor recoge aquí los cuadros de angustias y melancolía de personajes que se entrecruzan en nuestra cotidianidad y que nos saludan, nos miran y nos sonrien, aunque se desangran en su letanía existencial.

Psicólogo o no, el sujeto-autor de esta obra, asume el gesto y la mirada de psiquiatra, para situar en sus personajes la voz y la mirada de frustración de quien se hunde en su propia sombra de sujeto-maldito, quien se diluye, no sólo en la "Tequila" o el alcohol, sino en encrucijada de un desvivir sobre la nada.

Tú y yo podemos ser "Vitilla", aquel pelotero que se deslizó sobre el vicio y la borrachera, en el oleaje sin rumbo de la existencia. "Vitilla" está cerca de nosotros, míralo ahí, porque nos puede saludar al levantarnos o podemos sentir su tufo de alcohol, desde la imagen que está a nuestro lado, y sentir su voz y los matices de su voz, familiar, cercana…tomándonos una taza de café, desde la agonía del tiempo que se fue y que hoy nos desmorona, nos arrebata…y nos deja la esperanza de un nuevo vivir.

Parte del público que asistió al evento en solidaridad con el escritor Alejandro Santana, directivo de Tiempo de Nosotros-Editores.

Muchas veces hemos sido la imagen de "Vitilla", aquel pelotero que de manera abierta y plural, nos cuenta el derrotero de su vida, como una lección o un sentencioso episodio, en el que nadie quiere actuar. Entonces, he aquí la lección, dada por la voz del sujeto común de los caminos y veredas: "Guarda pan para mayo"…aprende a elegir el terreno para tus siembras, si quieres cosechar buenos frutos".

El abandono de la paternidad y el vacío y el odio del hijo, al saberse dejado en soledad, nos deja sin saber en quién o qué pensar, si en el"Vitilla" del deporte o en el empedernido del alcohol o la Tequila, en fin, pensar en su historia de hijo descarriado, parecido a tu vecino o mi vecino del frente… donde nos desvivimos.

En fin, el narrador omnisciente del que les he dicho que atraviesa todo la realidad ficcionada que fluye en esta extraña novela, es quien nos dice de los pasos o acciones de cada uno de los personajes que, de manera subyacente, actúan o participan en esta "monolovela", como la ha denominado el sujeto autor.

Es esta la historia del otro yo que está mis adentros o en los rincones de intimidad del sujeto autor, para exponerla frente a nuestros espejos y justificar su no creencia, ni en Dios , ni en el diablo.

Esta es la historia del cotidiano vivir del sujeto que, en su transcurrir, voltea su propio espejo, para no seguir bajo el asombro de los diabólicos matices que se desprenden de su rostro, y, quieren limpiar su pasado…cuando ya es imposible revertir su historia, aunque pueda modificar su presente vital.

He aquí una la novela del psicoanálisis freudiano, entre ser o no ser, hoy, archivando en vano, el historial de melancolía de nuestro pasado. La leo, y entonces descubro que mi yo tiene matices propios de "Vitilla", y es cuando advierto que esa historia también me puede pertenecer, ya no es de "Vitilla", es mi propia historia, la memoria del Yo sin caretas, desde la lengua hecha discurso y espantos.

En conclusión, se trata de lo que podemos llamar una novela experimental, donde, más que diálogos entre los sujetos actuantes, un narrador omnisciente y participativo, a la vez, nos va narrando el acontecer de manera sigilosa, hasta penetrar en el dramático acontecer de aquel personaje moldeado por el autoengaño y la frustración de sus propios razonamientos.

Hay aquí una lección de vida que, proyectada desde la simbología de "Vitilla", es propia de todos nosotros, porque a cada segundo, somos personajes actuantes en estas escenas vitales.

Si al morir, "Vitilla" tenía su mano izquierda en la página 17, y, la pistola apuntando a su cabeza, activemos nosotros la mirada, asumamos nuestro derecho a leer esta historia, levantemos la mano derecha, y brindemos por la irrenunciable vida, no con agua, sino con tequila.