Ministerio de Cultura de la República Dominicana honra con merecida justicia la obra de Rhina P. Espaillat, en su Colección Homenaje, durante la celebración de la XXVI Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2024, que tendrá lugar del 7 al 17 de noviembre, en la Plaza de la Cultura Juan Pablo Duarte.
Rhina Espaillat nació el 20 de enero de 1932, en la ciudad de Santo Domingo, capital de la República Dominicana. Es decir, nos acercamos a su cumpleaños número noventa y tres, y con ello, también, a casi ocho décadas de incansable vocación y labor escritural, pues ella escribió sus primeros poemas en 1947 e incursiona en la gestión cultural en todas sus vertientes desde mucho antes de aquel 1992, cuando debutó en los anales bibliográficos con su maravilloso poemario Lapsing to Grace, y arribaba entonces a los sesenta años de existencia.
Aunque nacida en Santo Domingo, sabemos que Rhina es de La Vega. Ella ha dado testimonio fiel de ello con su vida y amor por esta parte del país, como si acogiera la frase de Rainer María Rilke (1875-1926): «La verdadera patria del hombre es la infancia».
Una infancia, la suya, que fue marcada por la salida abrupta de su patria natal en 1939, cuando, como muchos otros paisanos suyos, tuvo que emigrar del país hacia Estados Unidos, debido al régimen represivo que encabezó Rafael Leónidas Trujillo por treinta y un años.
Es sabido que al que admira le es cuesta arriba juzgar. De ahí lo demandante que ha sido para este servidor el reto de escribir unas palabras a manera de prólogo sobre la carrera luminosa de nuestra Rhina Espaillat.
Antes de nada, quiero señalar aquí algunas impresiones que ha dejado en mí como lector el trabajo de Rhina en español, so- bre todo tomando como un hecho valedero que su primera len- gua, para los fines de la literatura per se, es el inglés. Escribiendo en ese idioma, ella ha permanecido, por décadas, en el tope de la excelencia en el vasto territorio estadounidense, ya sea por su virtuosismo escritural en la poesía y en el cuento, o por su maestría en el ensayo y la traducción literaria.
Existe un texto narrativo de Rhina Espaillat que uno no sabe si encasillar en el cuento surrealista, en la ciencia ficción o en la narrativa fantástica. Me refiero a su pieza «El hombre que resultó no ser Alistair Cooke». Un texto completo, redondo, sin ripios ni caídas, que presenta el mínimo de expresiones idiomáticas, en el que no falta nada, que es dueño de un cierre espectacular y desbordante de desafíos imaginativos para los lectores. Les cito un fragmento:
Hace tres semanas, después de pasar varios días en busca de una idea narrativa que no lograba atrapar, descarté los magros resul- tados, subí al aposento y me preparé para dormir. Pero poco antes de las tres de la mañana, sin haber cerrado los ojos, me levanté a oscuras, di con las pantuflas y mi vieja bata de franela, dejé a mi esposo roncando quedamente y bajé a la primera planta. Al acer- carme a la cocina vi que la luz estaba encendida y me pareció, por el sonido, que alguien estaba comiendo bocadillos. Qué bueno, pensé, ha vuelto mi hijo —él había salido de baile con un grupo de amigos— y ahora comeremos algo juntos. Pero no eran de mi hijo esas botas de motociclista, ni esas piernas cruzadas sobre la mesa, ni esos calzones negros y ajustados, ni la chaqueta de cuero negro, ni el pecho musculoso y rojizo que se vislumbraba a través de la cremallera semiabierta de su chaqueta, ni los ojos grises e insolentes que me devolvían la mirada sin pestañar. En el primer instante, por supuesto, me asusté —pero solo un instante. Casi in- mediatamente, por medio de uno de esos relámpagos de intuición que solo ocurren de noche, identifiqué al visitante.
—Tú eres mi cuento, ¿no? —le pregunté.
Me fue imposible no reconocer la arrogancia de esa sonrisa.
—Así lo ves tú, naturalmente, pero la verdad es que tú eres mi autora. (Pág. 108)
Lo mismo ocurre con Rhina en el campo de la ensayística. Pocos autores dominicanos, viviendo fuera del territorio insular y teniendo toda una vida con contactos ocasionales con la patria, pueden escribir con tanto arraigo sobre lo nuestro, sobre lo que nos compete como nación y como pueblo. Su visión de nuestra identidad, de la expresión de lo que somos, de los tuétanos del ser nacional, solo es comparable con otros emigrantes trascendentales, como Pedro H. Ureña y su estadía en Suramérica, Pedro Mir y su paso por Cuba o Juan Emilio Bosch y su periplo por Puerto Rico y Chile. Nadie puede permanecer ajeno a la nostalgia, ni indiferente al desarraigo, y mucho menos en contemplación simplona, ante el texto desgarrador de Rhina «Un recuerdo, y quizás un homenaje»:
… Lo que pasa con el recuerdo es que no se descubre, se crea: como el Nuevo Mundo, uno lo viola con cada paso que da al investigar sus secretos, regando aquí la semilla extraña de un anhelo que el niño no conoció jamás, insinuando allá el virus de la nostalgia o la amargura. O, mejor dicho, uno lo altera, como alteraba mi mamá en esos días la ropa de las americanas que le traían sus trajes mal cortados o pasados de moda para que ella hiciera sus milagros por paga. Así quiere uno bajarle el ruedo a una muerte familiar, cambiarle el cuello a una traición que no deja de irritar la nuca. Y, a decir verdad, ¿para qué se necesita tanta verdad? Con la verdad no se ha engordado nunca una vaca ni se ha sanado un enfermo; pero, ay, qué manía de saber cómo fueron las cosas, qué fue lo que se dijo y se hizo.
Se parecen esas verdades a los hilvanes de mi mamá, que tenía tanta fe en lo preciso que cosía a máquina sobre cada puntada, sin desviar ni a la izquierda ni a la derecha. Y yo, porque a mí me tocaba sacar los hilvanes antes de entregarle el vestido a la clienta, le rogaba que no lo hiciera así, que hiciera su costura a un ladito para permitirme seguir con menos trabajo la ruta estrecha de sus puntadas cortas y cuidadosas. Pero no logré jamás alterar su método de coser, y hasta llegué a comprender su amor a la línea limpia que parece una sola cosa, como si en la vida no hubiera hilvanes. (Pág. 149)
Quizás aquí reside parte de la proeza de Rhina Espaillat: seguir siendo dominicana «de pura cepa», amar como nadie lo nuestro, nuestro devenir como país y como patria literaria. Ella, que fue arrancada de cuajo en los inicios de la infancia, que creció en un país que le dio acogida, que aprendió a soñar y a escribir en otra lengua y transitó por la vida con una patria grande a la que agradece y una patria portátil bajo el brazo, debajo de la almohada, escondida en sus poesías, camuflada en sus ensayos, pero latente, viva, indómita, irredenta. Ella, dispuesta a defender sus raíces en los salones de clases o desde una cuarteta a La Vega, o en la traducción de todos los papeles de Juan Pablo Duarte, el fundador de nuestra nacionalidad, en un libro de impecable factura, cuyo título es Juan Pablo Duarte: The Humanist / El humanista.
Es muy poco lo que se puede agregar a las palabras del académico Silvio Torres-Saillant, catedrático del Departamento de Inglés de la Universidad de Syracuse, en torno a la obra poética de Rhina Espaillat. Quizás se puede decir que este libro homenaje trae sus poemas escritos en español, que abarcan temáticas tan disímiles como, por ejemplo:
LA NATURALEZA
Hoy en el arce, arrulla la paloma;
tibia en las ramas, la brisa se aposenta;
mas otro cielo concibe la tormenta
y el ave se desploma.
Hoy en la hoguera de sus mil primores celebra el girasol la luz del día;
mas se deshoja en aquella lejanía que apaga los colores. («Solsticio», pág. 58)
LA FILOSOFÍA
Quise olvidarte, Dios, porque me hería,
me agobiaba el dolor de tus criaturas clavadas a la tierra,
y no quería ni comprender ni perdonar la dura caricia de tu silencio.
(«Quise olvidarte, Dios», pág. 47)
LAS ESTRUCTURAS CLÁSICAS
No hay para qué medir ni conservar:
no durarás, ni habrá resurrección.
Regálate al amor, sin calcular.
Sabes que dolerá,
que has de pagar caro el primer aliento,
la adición
que el tiempo un día te viene a presentar […]. («Consejo», pág. 63)
LO COLOQUIAL
Se quedó mi cuerpo, se quedó dormido,
y voló el recuerdo como ave hacia el nido.
Sin carne, sin hueso, desnudo en el viento
como la palabra que viste de aliento.
Me vestí de niña, niña juguetona
tras el potro alegre y la rueda chillona,
Sumida en el sueño, magia de la noche,
paseando, paseando La Vega en coche.
En la sombra fresca del naranjo había
rebaño de primos y una que otra tía.
Risas y refrescos, trenzas y abanicos,
regaños, caricias: No molesten, chicos, («Sueño», pág. 50)
LO VISIONARIO
Tú, Fulanito,
que por los caminos de mi sangre
te lanzas al futuro,
dime si te llevas los mil sabores del viento,
la voz del río, las lenguas de musgo
y helecho que cantan la tierra.
¿Y dónde dejaste la lluvia?
Que no se pierda, ni el gemir de la gaviota en su desierto azul,
ni esas estrellas tibias como caricias
que no encontrarás en tus noches de acero.
Fíjate que no te falten mariposas;
apréndete el color de las horas;
y toma, que en esta cajita de huesos
te dejo el perfume de los mares.
(«Para mi tataranieto el astropionero», pág. 46)
Una de las partes más importantes y significativas de la obra de Rhina Espaillat muchas veces pasa desapercibida porque ella no le calza su nombre. Si de algo ha adolecido nuestra literatura, y en sentido general la literatura caribeña, es de la carencia de traductores con el inigualable talento de Rhina Espaillat. Muchos de nuestros mejores textos han llegado a los anaqueles extran- jeros con el baldón de una traducción imprecisa y deficiente, hecha con poco rigor, por puro interés comercial o por agregar el nombre del traductor al del creador legítimo de la obra que se traduce.
Como bien cita nuestra autora: «El que traduce traiciona». Pero eso no ocurre en el caso particular de Rhina porque ella no traduce por unas cuantas monedas, no pone en otra lengua un texto que no haya hecho eco en su sensibilidad como creadora. De ahí que ella afirme: «También el que traduce ama».
Esa premisa, unida a su condición de poeta y narradora en las dos lenguas, con un manejo impecable de rima y métrica en ambos idiomas, le ha permitido el raro lujo de traducir fielmente sonetos, cuartetas, coplas y décimas espinelas, en textos que el lector no se atreve a precisar si fueron escritos en esta lengua o en la otra.
Se trata de ese raro arte de ser fiel a la creación, de pasarle el aliento del creador primigenio al lector que lo recibe en otro plano lingüístico, sin lacerar en lo más mínimo el habla, el sen- tido y la atmósfera de lo escrito originalmente.
De ese prodigio se han beneficiado cientos de autores, en- tre ellos san Juan de la Cruz, sor Juana Inés de la Cruz, Miguel Hernández, Juan Boscán, Blas de Otero, Miguel de Unamuno, Lope de Vega, Gustavo Adolfo Bécquer, Jorge Luis Borges, Rubén Darío, Luis de Góngora, fray Miguel de Guevara, Juana de Ibarbourou, Manuel del Cabral, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, Héctor Incháustegui Cabral, Diógenes Abréu, César Sánchez Beras, Yolanda Hernández, Jimmy Valdez, Tomás Galán, José Acosta, José Mármol, Miguel Collado, Juan Matos, Robert Frost y Richard Wilbur.
Este es un libro que llega algo retrasado en el tiempo, pero oportuno en su significación, porque habla de la niña que no perdió la identidad, como dijera su compatriota José Luis González [1926-1996]: «Mi exilio comenzó en el vientre de mi madre».
Este texto que nos regala la Editora Nacional nos muestra un aeda que se aferró a las palabras y a los recuerdos para en- raizarse en una patria intangible. Nos revela la corriente de ese río profundo que tiene los afluentes de la lengua inglesa y del idioma de Cervantes que nos unen.
Este homenaje, impreso en las páginas de un libro y en el lienzo de la admiración genuina, evidencia la escritura generosa, en extremo, de una autora que en cierto sentido descuidó sus propios sueños para ser la gestora de las quimeras de los otros, aspiraciones que ella logró materializar a través de la gestión cultural gratuita, traduciendo y dando a conocer lo antiguo y lo reciente de nuestra mejor literatura. Puso en otra lengua y en otros escenarios el quehacer de decenas de autores; Rhina actuó bajo la convicción de que no se trata de llegar sola y pronto, sino con todos los hermanos, pero a tiempo.
Este es un homenaje de doble vía, un bumerán de afecto y empatía por parte de nuestro país que la reconoce suya y de una autora que ha dedicado toda su vida a la literatura, tanto a la que escribe con pasión visceral, como a la que divulga del otro, ese prójimo fraterno y semejante que ella, con su trabajo, ha ayudado a fundar y trascender.
Estas breves notas son para presentar a los lectores dominicanos una muestra del valor y la importancia de la obra de Rhina P. Espaillat, del papel de primer orden que ella ha desempeñado en la literatura dominicana escrita dentro y fuera de la isla.
Cuarenta y dos poemas, siete cuentos y veintidós ensayos conforman el corpus de este libro. Pero más allá del hecho físico y lingüístico de la hechura de un texto, aquí está presente el testimonio del amor de Rhina Espaillat por su patria y por la lengua española. Junto al suyo se levanta también la manifestación genuina de gratitud por parte de la Editora Nacional y la Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2024.
Este acontecimiento escritural constituye un acto de justicia literaria y un maravilloso homenaje de ida y vuelta a una autora de importancia mayor para la literatura dominicana.
La lingüista Julia Kristeva afirma “El exilio es el asesinato de la lengua materna.” Eso quizás pueda ser cierto, pero esto no ocurre, cuando la que emigra es una poeta dominicana llamada Mai Rhina. Que, sin dejar de ser de La Vega, también es universal.
FICHA TÉCNICA
Nuevas aguas de dos ríos. Rhina P. Espaillat en español
Selección de textos y prólogo de César Sánchez Beras
XXVI Feria Internacional del Libro
Santo Domingo 2024
1.a edición, noviembre de 2024
MINISTERIO DE CULTURA, EDITORA NACIONAL
Margarita Marmolejos V. | Directora
Corrección: María del Carmen Vicente,
Modesto Cuesta y Apolinar Liz Rodríguez
Diagramación y cubierta: Joselito Rosario
Foto de cubierta: William Grullón Lorenzo
Impreso en Amigo del Hogar,
Santo Domingo, República Dominicana