«No te enamores de una mujer que se ríe o llora haciendo el amor, que sabe convertir en espíritu su carne» […] 

Con fragmentos como este, la autora Marta Rivera nos sumerge en dos realidades temporales, donde una vislumbra la mujer de tiempo atrás y la otra, el renacer de la misma mujer que hoy toma su lugar, desencadenando un sinnúmero de sensaciones y sentimientos que deja ver en forma de intimismo y seguridad.

Un paralelismo de exaltación de la mujer que ya no se esconde entre las sombras; que no se inhibe ante su apariencia física ni reprime su esencia: «De una mujer que es bella sin importar las características de su cara y de su cuerpo» […]

En estas líneas, Rivera, demuestra la capacidad excitante que tiene la mujer de ser suficiente por sí misma, y manifiesta como esta no necesita de un «Príncipe azul» que la venga a rescatar; y mucho menos una Barbie dependiente del sexo opuesto.

«Una mujer que lee es capaz de andar el mundo sentada en su silla y desde allí conquistarlos porque sabe lo que sabe y sabe volar» […]

Enamorarte de una mujer así te será complicado, si lo que buscas es una señora insegura de sí misma, dispuesta a no brillar, por temor a ser vista. Te será peligroso si buscas a aquella que prefiere las telenovelas; te será complicado si no estás dispuesto a compartir el mundo.

Galán (s. f.) señala que Martha Rivera, cito, «Pone de manifiesto su mirada profunda sobre aspectos relativos a la existencia. Poseedora de un baúl de recuerdos inmenso, Martha vive plenamente el presente siendo, sobre todo, auténtica».

Como dijera, en palabras de la misma Martha Rivera en el poema Lo que nombran las palabras:

Sola estoy comiendo los pedazos
que van quedando de mí,
mientras intento recuerdos en el cofre,
pequeños gajos de papel.

Yo mujer, estoy fumando mi tristeza,
expío mis ojos, mentiras que soñé,
infieles en el juego del amor.

En estas líneas afirma su postura de la mujer empoderada, decidida, mujer de hoy que se muestra tal cual es, sin dejar gajos dispersos s su personalidad: (Los hombres olvidan el agua que los limpia del infierno.
El rostro que me alerta en los cristales es el mío).

Tanto en este poema como en otros, leer a Martha Rivera siempre será el despertar de una mujer nueva que se esconde dentro de cada uno de nosotros, independientemente del sexo que lea.

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La autora de este artículo es estudiante de la carrera de Educación orientada a la literatura en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra. También forma parte del taller literario de la misma.