La vida para Bacho era un combate permanente por la justicia social y la alegría. Y dentro de ese combate, la cultura y las artes como motores de la conciencia y la sensibilidad de los pueblos. En eso creía profundamente. De ahí que no fuese una casualidad que Bacho tejiera vínculos estrechos y fraternos con tantos auténticos artistas del calibre de Ramón Oviedo, Tony Capellán, Belkis Ramírez, Jorge Pineda, José Ramírez Conde, entre otros, para solo citar algunos en el renglón de las artes visuales. Con Silvano lo unía una amistad muy especial. Ambos, camaradas de ideales, compañeros de la vida, eran también muy parecidos, haciendo de tripas corazón en la lucha por la dignidad. En ocasión de cumplirse el vigésimo primer aniversario de la partida de Silvano, un 12 de julio, publicamos este homenaje escrito por Bacho en el año 2003, tres días después del deceso de su amigo.
No fue en vano, Silvano*
(Publicado originalmente el 15 de julio de 2003, en la columna Pancarta, Listín Diario)
Raúl Pérez Peña (Bacho)
La muerte de Silvano Lora trasciende la cotidianidad y nos hace reflexionar en la dimensión del extraordinario artista, gladiador cultural, precursor social y embajador artístico que pierde República Dominicana.
Habría que escuchar centenares de personas que le trataron de cerca para configurar en términos amplios y certeros la personalidad multifacética de Silvano Lora.
El maestro Ramón Oviedo, Mildred Canahuate y un sinnúmero de artistas plásticos, críticos de arte, galeristas, coleccionistas, curadores y activistas culturales coinciden en destacar la calidad del trabajo de Silvano en los géneros que cultivó, y su consagración perenne a la cultura.
El testimonio colectivo es que Silvano Lora nunca se embarcó en un solo proyecto cultural. Mientras ejecutaba uno, planeaba otro y hacía volar su mente en nuevas iniciativas.
Narciso cuenta que conjuntamente con varios proyectos inconclusos, Silvano apuraba la marcha por levantar su Fundación como Centro Cultural, mientras esculpía la intención de levantar un creativo templo por la naturaleza en Los Haitises, para defender esa reserva ecológica de la voracidad de los grandes depredadores.
Personalmente no soportaría omitir mi admiración por ese labrador de futuro que fue Silvano. Patriota de abril, artista de abril.
En la Peña semanal que articuló en su “bunker” o taller de la Pasteur con don Pedro Mir, pintoras y pintores: un vino, un maní, una lectura, un balance, un nuevo esfuerzo.
¡Ofrézcome, cuánto Silvano!
Aquí, allá, en La Habana, en Panamá, en el exilio, en un avión, en su Lada: Tejiendo ideas, fraguando aspiraciones.
Plural, comprensivo, intransigente, sencillo, alegre. Había que conocer a ese Silvano manantial de energías y embalse de sueños: La ruta del Amazonas al Caribe, la Bienal Marginal, el Festival de Cine Santo Domingo.
Actor de la creación artística, planificador, fajador. Siempre se la ingenió, con mucho esfuerzo, para el montaje de sus obras.
Vehemente, calculador, detallista, estratega. En cada evento en que nos encontrábamos hacíamos un comentario “al margen”.
Con sombrero o con cachucha, Silvano mantuvo un espíritu de lucha que rayaba en lo inverosímil.
Me siento entre los lacerados por la muerte de Silvano.
Al valorar el significado de la consagración de su vida al arte y la cultura, sólo puedo decirle:
Tu obra, no fue en vano, Silvano.