Asistir a lo indeterminado
Con solo nombrar el título del poema siguiente: “Ápeiron”, nos sumergimos de cabeza en otra dimensión del principio de las cosas. Ese principio tratado por el filósofo Anaximandro de Mileto, nacido entre los años (610-609 a.C.) y que habría muerto entre (546-5 a.C.) quien sostenía que lo ápeiron era principio y elemento de todas las cosas existentes.
En el poema “Ápeiron” es donde el poeta define el amor: “El amor tiene caminos inacabables” (pág. 36) y nombra la palabra “mandamientos” que es propia de los textos bíblicos hebreos (Éxodo y Deuteronomio), y “desmitifica miedos rotulados en la primera conciencia” (pág. 36).
La pregunta ahora es la siguiente, ¿a cuál primera conciencia se refiere? Obviamente que se puede inferir que se trata de aquella forjada en el Génesis narrado en el texto bíblico. O sea, que el poeta nos pasa de su analogía bíblica hebrea donde trata el origen de las cosas a la del ápeiron de Anaximandro de Mileto y dice que “El amor tiene caminos inacabables” (pág. 36) que bien estos caminos podrían ser indeterminados.
Al mismo tiempo el amor es ubicuo, está en todas partes: “El amor es imperdible / ubicuo, / domador de tormentos / médula en las vértebras del universo” (pág. 36). Es un ente multiplicado como proclama en otro verso más adelante.
En el mundo poético del autor el amor es vastedad que: “Se repite hasta hacerse infinito”. En este caso es fuente, es el ápeiron, donde todo en él está integrado en ese infinito, pero… “…si se devuelve, es tan solo para traer magia, / latidos adhesivos, soles, lunas / vida boca a boca” (pág. 36).
De ese ápeiron se desprenden la magia, los latidos, soles, lunas… Es el lugar donde el poeta nos lleva en algunos de sus poemas como sucede en el caso de “Jimena”: “El sol galopará hasta encontrarnos, / se quedará por siempre, / se quedarán las manos de la multitud que trajo el beso enredado en un místico afán de mirra” (pág. 78).
Insiste en que debe haber alguna coincidencia o propósitos deliberados en el autor, porque en alguna ocasión organiza los poemas en un orden perfecto, pasmoso. Después del poema “Ápeiron” le sigue el titulado “Todo”, y sin entrar en detalles, ese era el título más apropiado para ese poema, es que los conceptos del todo o la nada están asociados a eso que es indeterminado donde se “originan las cosas”.
Definir el todo siempre será tarea desafiante para los ejercicios del pensamiento, no solo en física, religión, filosofía o en arte. Puede que cualquier definición no se aplique a la realidad del aquí y ahora. Sucede más en la filosofía y la poesía, el mundo del todo o de la nada es reducido a una síntesis, ya sea a un verso, un poema o quizá a un postulado.
Para acceder al poema “Todo” de Beltré (pág. 37), encontramos un primer verso que no abre puertas, sino que se convierte en una muralla, donde el acto comunicativo es un desafío intelectual, en un posible juego de palabras de belleza indeterminada: “La savia que venció los ronquidos del viento”.
Cualquier concepto que desee transmitirse para entrar a ese poema resultaría un desafío para el lector, convirtiéndose en un riesgo para el propósito: construir el concepto del todo a través de la poesía. Los versos seguidos soliviantan, van generando paisajes insólitos a través de metáforas también insólitas: “Un ladrillo lleno de sol”, “la piedra doblada por el agua”, “un chorro de nube llenando la tarde”. “el polen movido por la palabra”, “… el rocío enjuaga las estrellas…”, entre otros, que dibujan un estado de contemplación poética sobre el entorno que en definitiva es todo lo que hay.
En el poema “Wanted” (pág. 45) el poeta cuestiona con preguntas largas, muy largas, donde hay una vuelta a “Eva” o a la amada simbolizada entre metáforas. ¿Qué argumento tomamos para decir que es Eva? Veamos estos versos: y “… del que surgimos como duendes de arcilla / y teñidas madréporas / del que surgíamos como fusión de lodo y viento…”, “¿Qué dios se atrevió a esconderte en sus alcobas celestiales / dejándome abandonado en mi proyecto de pecado?”. O este otro: “¿A dónde ha ido a dar la cordillera de tu boca, santuario en que yace fosilizado el animal que arañó mis sueños primitivos?”.
Surgen las preguntas: ¿El animal es una referencia de la serpiente?, ¿qué decir de los sueños primitivos? No hay sueños más primitivos que no sean los de la pareja del Edén. Pero no paramos ahí. Este cuasi verso dice: “¿A dónde ha ido a escabullirse tu anatomía de piedra…?” La palabra piedra puede tener muchas connotaciones en una construcción poética, pero, ¿las parejas del Edén no provienen del barro, de un mineral? También, en el poema se advierte que el poeta demanda a una “Eva” ausente o a una amada ausente. En este caso ¿en algún momento se verificó una separación en la pareja?
Desde la página 47 a la 72 del poemario, donde incluye poemas como: “La presente es para saludarte”, “Ilusión”, “Los dedos no se dan por vencidos”, “No estoy lejos”, “Hoy llegaré para contarte”, “Marcha”, entre otros. Parecen poemas aislados de la matriz temática, son fulgores a Iria, al amor, a la búsqueda, a la cotidianidad familiar de los muchachos, a los recuerdos atesorados en la memoria y hasta la confesión del amor paternal.
Hasta que el poeta confiesa haber despertado y pide que no olviden el barro, en el poema “Solo vuela sin olvidar el barro” (pág. 73). A partir de ahí escribe los poemas “Daniel”, “El único latido”, “Gabriela, para nacer de nuevo”, “Dalia”, “Jimena” y “Los jardines de Luxemburgo”. Se convierte en protector de Daniel, siente la presencia de Dios; se refleja en Daniela, lo entrega todo a Dalia, y recibe los tesoros de Jimena.
Todo esto lo llevará a los “Jardines de Luxemburgo”, que es un poema donde alcanza la plenitud contemplativa, donde se convoca un “ejército de amor”: “Ahora camino por tu vientre Luxemburgo, / guiado por las hadas tutelares que hacen de mi sangre clorofila / y recogen de mis labios las ofrendas cobijadas por mi alma peregrina” (pág. 79) y “… exorcizas la impiedad de siglos / y convocas a un ejército de amor que escampa sobre tus nervaduras de sueños solidarios” (pág. 79). (Continuará…).