Salen y entran; músicos, actores y público, ríen y lloran viejos y recién llegados, ancianos del porvenir, escenarios que mutan, la música como personaje. Personaje que desaparece, la música cuerpo de la emoción, lluvia de risas y lágrimas.
Escenas sin término, ignorar que en el gran teatro del mundo ya no hay actores, ni público, mucho menos personajes, mascaras, tan solo máscaras, llenas de un gordo abismo de ansiedad y consumo.
La música en el teatro no está sólo hecha por los músicos y por los instrumentos musicales, además por las sonoridades que nacen desde el cuerpo del actor en el escenario desde su voz, desde sus gestos, partituras de voces, gritos, susurros y gestos, melodías que componen el director, los músicos y los actores.
La música en el teatro no sólo es la creadora de atmósferas y soporte sonoro de la emoción, sino que es el cuerpo de un personaje con vida propia, con cuerpo, voz e historia propios.
El músico teatral es un actor más que cada noche actúa y ejecuta su partitura. En los ensayos, junto a las guitarras, los metales, las cuerdas y la percusión se crea música hasta con el sudor de los actores, melodías como ríos sonoros, acorde cada pisada, arpegio en las manos, tambores en el corazón, y desde lo alto de la cara fluye una delicadísima melodía de cuerdas y violines como lágrimas de cada ojo.
La música, entre los actores y el público construye puente que une los abismos que existen desde el escenario a atención iluminada de cada espectador.
La palabra abalada es música, la emoción es música, los cuerpos danzantes de los actores son música, melodía, ritmo y armonía en cada escena. Fragmentación de cada cuerpo, en el cual cada articulación se vuelve ritmo, melodía, acorde, armonía de simultaneidades y correspondencias. Todo hasta las luces son música alada, colores que cantan susurros, que balbucen palabras de un dios dormido que habla en los sueños y se expresa en cada escena.
La relación antigua de amantes -orgasmo de sonoridades y presencia en el escenario- es tan vieja como el teatro y tan antigua como la música.
En una carta fechada el 24 de junio de 1870 y dirigida a Frederick Nietzche en Basilea y firmada por Cosima Wagner, hija de Franz Liszt y segunda esposa de Richard Wagner, ésta le comenta su impresión por la lectura de una conferencia dictada por Nietzche.
El drama musical griego, y ésta, al leerla, percibe con claridad la relación entre la música y el teatro:
“Su comparación pertinente y osada entre la danza religiosa del coro y el andante entre la tragedia inglesa, y un allegro de Beethoven, me ha mostrado una vez más que usted es profundamente musical y quizás su gran instinto musical le haya proporcionado la clave de la esencia de la tragedia griega, la pasión en lugar de la acción, más o menos como si fuese conducido a la filosofía de Schopenhauer por la religión Hindú, o mejor escrito, llegar al teatro por la música o a la inversa, llegar a la música por el teatro”… Cosima Wagner y Frederick Nietzche, claves para la interpretación de una relación enigmática. Correspondencia … Trotta. Pág. 155. 160.
En las edades antiguas el hueso y la piedra eran la música que servían para contar historias de caza y pesca alrededor de las llamas, la lira y el tambor, las máscaras y los coturnos junto a los coros eran la música del teatro griego… El laúd, la flautas de madera y el tambor de la comedia del arte, eran la música en el teatro medieval, cuarteto de cuerdas. viola, violín y violonchello era la música en el teatro isabelino; las grandes masas orquestales y los coros de la walkirias era la música del teatro wagneriano. La música de Schomnberg, Stravinski , Philip Grass, John Cage, música concreta y aleatoria, serial eran la música del teatro contemporáneo; Brecht, Kantor, Bob Wilson, Grotowski, Barba, música del cuerpo y el cuerpo de la música, vivo y presente en la música y en el teatro. En el teatro de ayer de hoy y de siempre.
Las músicas se callan, un silencio se sienta en la tristeza de la silla que ya nadie volverá a usar. Cae el telón oscuro sobre el paisaje, personajes de Shakespeare, los árboles ensayan sus monólogos, lentamente las sombras, se desciñen, máscaras y sombreros, entristecen los muertos en los balcones, con los ojos ya idos y la nostalgia por los susurros y los aplausos perdidos.
El teatro se ha quedado vacío, el espectáculo ha terminado, sólo quedaran vivo por siempre y para siempre, la música y el teatro.