Miguel Ramírez es un creador integral que hace tiempo decidió poner su pensamiento y su talento al servicio de una iniciativa creativa compenetrada con los más sanos y auténticos valores de nuestro pueblo, a fin de aportar un grano de arena en el proceso de desarrollo social, manipulado hasta hoy por intereses espurios y con resultados que están a la vista de quien quiera ver: miseria espiritual y material; violencia desmedida, caos e ignorancia.

Es imposible dar un salto cualitativo en estas condiciones, que deberían ser intervenidas con urgencia. Mientras tanto, los signos y símbolos patrimoniales se entrecruzan con una realidad que nos aleja de ellos y nos lleva al terreno de la ceguera. La inoperancia se impone como reina y sobreviene la confusión y el fracaso.

¡Así andamos!

En este contexto tan indeseado, nuestro creador Miguel Ramírez se mueve con hidalguía y prudencia, empecinado en entregar lo mejor de sí al arte, y lo hace desde múltiples manifestaciones expresivas: performance, instalaciones artísticas, teatro, literatura, dibujo, pintura y escultura.

Su pasión por el arte lo impulsa a crear Teatro de los Oficios, un colectivo de elencos rotatorios de creadores profesionales, multidisciplinarios, que explora una estética y poética a partir de lo cotidiano, insólito e identitario.  Gracias a este colectivo vimos hace unos meses la obra La Soledad en la Tierra de Nadie, de Bernard Marie Koltés, drama que pone al desnudo las miserias humanas, en un espacio vulnerable y vacío. Los resultados de este trabajo fueron encomiados por la crítica nacional, y es, a nuestro juicio, una referencia para las nuevas generaciones; un desafío teatral digno de figurar en los principales festivales del mundo.

Sin abandonar su proceso creativo, Miguel Ramírez vierte su energía y su conocimiento en la labor pedagógica. Sus alumnos, me consta, reconocen en él su desvelo por hacerlos cómplices de su incansable búsqueda creativa.

Este creador del que hablo llegó a mí cuando yo estaba decidido a romper con lo aprendido en academias europeas, para crear las bases de un teatro que nos diera identidad y nos representara como pueblo. De manera que ingresó al Teatro UASD y me acompañó, quizá sin saberlo en ese momento, en una búsqueda por lo nuevo que todavía late en mí con una fuerza que supera la edad.

Escribo estas palabras a propósito del Festival Nacional de Teatro que habrá de celebrarse el próximo mes de octubre (2022), organizado por el Ministerio de Cultura, y en el que participan nuestros hacedores de teatro.

Pues bien, sucede que en la lista de obras seleccionadas de dicho festival, no aparece ninguno de los últimos montajes de Miguel Ramírez.

Y yo me pregunto, asombrado: ¿Cómo es esto posible? ¿Por qué han dejado fuera de este evento a un creador valioso y representativo como él?

Es un error imperdonable.

Ojalá este daño pueda resarcirse cuanto antes,  pues aquí está en juego el valor de lo falso y lo verdadero.

Si el peso de la balanza se inclina por lo falso, es porque entonces estamos obnubilados y nuestro pueblo seguirá perdido por siempre.

Mas, tengamos esperanza, y que se haga la luz.